Tengo 25 años. Nací en
Barcelona y estoy viviendo en Nueva York. Soy concertista de piano, y lo
seré mientras disfrute. Estoy soltero.
¿Política? Me la tomaré en serio cuando lo hagan los políticos. ¿Creencias? No practico. Prefiero la hondura
expresiva al virtuosismo técnico.
Mientras toca, ¿qué hace su perro guía?
Duerme.
¿Buena señal?
Sí. Al anterior le disgustaba una sonata de
Scarlatti: si la tocaba, se levantaba y se iba.
¿Le acompaña el perro a los recitales?
Antes sí. Hasta que un señor me confesó en
California que se distrajo todo el recital mirando al perro cómo dormía, sus
pequeños sobresaltos al soñar...
¡Competencia desleal!
Podría sacarle partido: ¡el enternecedor show del
pianista ciego con su fiel perro guía, que le inspira! Pero no, yo busco otra
cosa. Y ahora me duerme en el camerino.
Y ¿qué busca al piano?
Profundidad,
expresión, decir algo sobre la pieza que interpreto, transmitir emoción,
compartir la experiencia del momento.
¿Qué dice el público de su talento?
Pregúnteles, yo no atiendo a eso. Es innecesario. Si me analizas
mientras toco, ¡no escuchas! Dime sólo cómo lo has pasado.
¿Qué pianista le gusta a usted?
Los que transmiten algo, Sokolov, Pollini... Cortot, de mayor, hasta olvidaba
las notas correctas, pero te contaba cosas. Lang Lang es alucinante con los
dedos, pero... ¿Y? Él está escondido por ahí detrás.
¿Adónde querría llegar con el piano?
Mi ambición no pasa por llegar a nada que no sea estar contento
mientras toco. Si disfruto tocando, alguien vendrá. No soy un obseso
de la perfección ni seguiré por inercia.
¿Cómo empezó?
A los seis años: mi madre vio que me gustaba y me
apuntó. Y ha seguido gustándome, y hoy tengo la suerte de que me llaman para
tocar... y me divierto haciéndolo.
¿Ser ciego dificultó su formación?
Leía en braille las partituras, una para cada
mano. Ciego o no, se trata de que tus dedos memoricen la pieza.
Sobre esto me contó Alicia de Larrocha algo
memorable...
Admirable pianista, llevó a los compositores
españoles al mundo... ¿Qué le contó?
Me dijo: “Mientras toco pienso en la lista de la
compra”.
Cierto, a veces tu cerebro desconecta de los
dedos... ¡y tocas mejor que nunca! Por mucho que controles, siempre hay un
margen incontrolable. Por eso tenemos manías.
¿Qué manías?
Alexander
Toradze,
antes de salir a tocar se arrodilla y reza. Él es magistral, pero ante ese
margen de error, pide ayuda a Dios.
¿Alguna otra manía de pianista?
Algunos se niegan a tocar si no es con su propio
piano, como Krystian
Zimerman, que viaja a todas partes con su piano y con su afinador de
piano. Yo no tengo manías.
¿Qué compositores prefiere tocar?
Los que expresan emociones hondas, como Brahms
al final de su vida.
¿Qué debe tener un pianista para ser muy bueno?
Mucha perseverancia. Y autoconfianza. Y que te
guste mucho tocar. Es una empresa exigente, y si no la vives, no avanzas.
Dicen que dedicándole a una actividad más de
10.000 horas, ¡virtuoso! Bien, ¿y qué? Se trata de transmitir algo al que
escucha.
De no dedicarse al piano, ¿qué haría?
Empecé a cursar Empresariales e Ingeniería
Informática, pero para no hacerlo todo a medias, me concentré sólo en el piano.
Me gustan los ordenadores, la informática, montar y desmontar artilugios... Y
soy adicto a la información, todo el rato estoy pendiente del móvil.
Pero no ve la pantalla.
Es un móvil adaptado, claro: hay aplicaciones que
pasan a voz todas sus funciones.
¿La ceguera ha afinado su oído?
Es lógico que haya prestado máxima atención al
mundo mediante mi oído, pero no mediante mi olfato, que es un desastre.
¿Le ha pesado su ceguera?
Sólo cuando se me cae un objeto al suelo, ja, ja.
No: nací así y no puedo comparar.
¿Aceptaría ver, si fuera posible?
Por curiosidad, sí, pero sin creerme que ver tenga
que ser algo mejor que no ver.
¿La ceguera le ha limitado?
No,
porque no hay más discapacidad que la que uno mismo se autoimpone, ¡y yo nunca
me he cerrado puertas! Qué delicada es, por eso, la discriminación
positiva.
¿Por qué?
No sabes si estás por tus méritos o por corrección
política. Pasa eso con las cuotas de género, de raza, de discapacidad...
Todos tenemos alguna discapacidad, sí.
¿Quieres
ver un ciego que toca el piano? Pues ven. Me da igual por lo que vengas. Pero
si el concierto es malo, ¿volverás? No, claro. Aconseje lo que quiera a
quien se sienta discapacitado. Tú no eres sólo tu discapacidad: no permitas que ella
sola te defina. Ya sé que es difícil, porque nos gustan tanto los clichés...
¿Cómo ve nuestra música?
Veo
que aquí no apostamos por la cultura musical. La música forma la mente del
niño, la lógica, la sensibilidad... pero como los políticos no ven ahí ningún
rédito electoral inmediato, pues no hay manera.
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