Las vacaciones invitan a
una puesta a punto integral antes de pensar en diseñar el nuevo curso
Hay dos momentos del año en los
cuales nos sentimos capaces de cambiar nuestra vida. Uno es el periodo
navideño, cuando el frío invita al recogimiento y la reflexión. El otro son las
vacaciones de verano.
Tras seis o siete meses
derrapando, de repente el mundo parece detenerse, o al menos ralentizarse, y
disponemos de largas jornadas para relajarnos y pensar. Vamos a centrarnos en
cómo aprovechar este paréntesis para un reajuste reparador que nos ponga las
pilas para afrontar nuevos retos e ilusiones en septiembre.
“Un cuerpo saludable es
la habitación de los invitados del alma, mientras que un cuerpo enfermo es su
prisión”. (Francis
Bacon)
A lo largo del año, damos tanta
prioridad a nuestros compromisos y obligaciones que desatendemos totalmente el
vehículo que nos permite llegar a todo. Persiguiendo nuestras urgencias, no
dudamos en castigar nuestro cuerpo con comida rápida y a destiempo, escasa
actividad física y menos horas de sueño de las que precisamos.
Por eso, antes de llenar la
agenda de otoño con un aluvión de objetivos, deberíamos consagrar el mes de
vacaciones a una revisión profunda para vivificar nuestro organismo. Algunas
medidas sencillas pueden ser:
Cocinar
con alma.
Las prisas de los días laborales hacen que tengamos que comer a menudo fuera o
que nos hagamos “cualquier cosa” para salir del paso. Empezaremos nuestro
programa revitalizador comprando productos frescos y saludables en el mercado,
lo cual es ya un placer, al que se sumará pasar tiempo en la cocina –una de las
actividades más relajantes que existen– y en la mesa para disfrutar de los
platos.
Recargar
las baterías del sueño. Tras una comida sabrosa y equilibrada, las
vacaciones nos permiten practicar el noble arte de la siesta, que, según el
doctor Eduard Estivill, “no es un invento español, sino una necesidad de nuestro
cerebro, como han demostrado las últimas investigaciones sobre cronobiología.
Todo el mundo debería regalarse como complemento un buen sueño”. Si
hemos dormido lo suficiente por la noche –el verano también está para eso–, no
debería exceder los 30 minutos.
En lugar de decidir que en
septiembre iremos al gimnasio, es mejor
aprovechar este mes de calma para ponernos en forma a través de un ejercicio
suave y lúdico. Según donde estemos, nadar 20 minutos al día, ir en
bicicleta o practicar un deporte de equipo o de pareja bastará para
desentumecer el cuerpo y relajar la mente por la acción benéfica de las
feromonas.
Incorporando estos tres hábitos
a nuestro día a día recobraremos las fuerzas perdidas y podremos afrontar las
necesidades de la mente, no menos castigada por un curso de tensiones y
ansiedad.
Uno de los cuentos más citados
de la tradición zen tiene como protagonista a un guerrero que acude a casa de
un maestro venerado por su sabiduría. Mientras el anfitrión le va llenando la
taza de té, el recién llegado le explica todos los títulos y logros que ha
cosechado los últimos años.
Mientras escucha a su huésped,
el maestro sigue vertiendo la infusión hasta que rebasa la taza, manchando toda
la mesa. Alarmado, el guerrero le pide que no siga, que el cuenco ya está
lleno.
“Exactamente igual que tu mente”, le atiza el
maestro. “Vienes
tan cargado de ti que no puedo enseñarte nada. Para llenar una taza, primero
hay que vaciarla”.
Así como una buena dieta,
dormir suficiente y el ejercicio contribuyen a quemar los kilos de más
acumulados, antes de diseñar el nuevo curso debemos liberarnos de todo lo que
sobrecarga nuestra mente y la inhabilita para recibir más. Los contenidos
innecesarios que impiden la entrada de ideas nuevas pueden agruparse en dos
categorías:
Malas
experiencias
que aún resuenan en nuestro espacio
mental, generando dolor y culpa o resentimiento, cuando atribuimos el daño
a terceros. Hay que pasar página mental para poder vivir nuevos episodios.
Frustraciones
por aquello que nos propusimos y no llegamos a hacer o que hicimos mal. Los planes
fracasados a veces duelen tanto como los golpes recibidos. Por eso es
importante dejarlos también atrás y asumir nuestro derecho a cambiar.
En el momento en el que este
tipo de toxinas entran en nuestro circuito mental, necesitamos tirar de la
cadena para liberarnos de ellas. La práctica de la meditación es, en ese
sentido, una excelente herramienta para vaciar la taza en muy pocas sesiones,
ya que nos entrena en buena parte para no pensar.
Cuando nuestro vehículo
corporal y mental ruede ya sin fricciones en las largas jornadas veraniegas,
podemos ocuparnos de la fascinante tarea
de hacer planes para el nuevo curso. Como el estudiante que toma con
ilusión los libros nuevos y se propone dar lo mejor de sí mismo, también los
adultos enfocamos septiembre con un optimismo que a menudo se ve derribado por
la rutina. Veamos algunos de los grandes éxitos de los propósitos veraniegos,
sus principales enemigos y cómo prevenirlos:
Adiós a los malos hábitos. Perder peso, hacer ejercicio y
dejar de fumar o de beber son propósitos que encabezan los planes que se gestan
en verano.
Peligro: plantearse un
cambio radical de hábitos el 1 de septiembre implica coincidir con el momento
de máxima presión de la rentrée, lo cual dificulta dedicar esfuerzos extra al
ya costoso inicio del curso.
Antídoto: haber
iniciado ya las nuevas rutinas saludables en el periodo vacacional, cuando
estamos más relajados, nos permitirá mantenerlas en medio de la vorágine.
Ser más eficientes en el trabajo. O encontrar
un nuevo empleo donde nos dejen serlo. La realización laboral es esencial para
que el nuevo curso presente una cara más amable. Especialmente los autónomos,
que tienen cierto poder sobre su trabajo, se proponen toda clase de mejoras.
Peligro: no tener en
cuenta que muchos problemas vendrán de terceras personas, no de nuestro modo de
proceder.
Antídoto: programar
nuestra respuesta, pragmática y positiva, para los incordios que se presentarán
sin duda en nuestra ocupación.
Reducir gastos. No deja de ser paradójico que sea en
el mes con más dispendios cuando decidimos ajustarnos el cinturón.
Peligros: ser poco
realistas con la mecánica de los días laborables –no habrá siempre tiempo de
prepararse un tupper– y no contar con los imprevistos –por ejemplo, averías
domésticas o de nuestro coche.
Antídoto: centrar el
ahorro en lo que sí podemos controlar, como la tarifa telefónica y otras
facturas, además de anotar nuestros gastos en una hoja de Excel para analizar
mensualmente por dónde se escapa el dinero.
Más tiempo con la familia. Sea enfocado a la pareja o a
los hijos, este es otro clásico veraniego de difícil cumplimiento una vez
arranca el curso.
Peligros: dado que el
tiempo se comporta como una divisa –lo invertimos bien o mal– al igual que el
dinero, podemos pecar de excesivo optimismo al pensar cómo dispondremos de él.
Antídoto: ir reduciendo
desde hoy mismo los compromisos superfluos de nuestra agenda, todo lo que
hacemos por obligación y sin necesidad, y conseguir así liberar tiempo para lo
que nos resulta prioritario.
El psicoterapeuta canadiense Nathaniel Branden asegura que “un objetivo sin un plan de acción es solo una
ensoñación”. Seamos concretos y realistas a la hora de programar
nuestros propósitos, pero, sobre todo, no olvidemos que la felicidad no se encuentra en el futuro,
sino en aquello que hacemos momento a momento.
El ejercicio básico para
descongestionar nuestra mente requiere que nos sentemos, con las piernas en
tijera o incluso en una silla, con la espalda recta y los ojos entornados.
Dejaremos las manos sobre las rodillas o bien juntas con los pulgares rozándose.
Acto seguido centraremos toda nuestra atención en nuestras fosas nasales, en el
aire que entra y sale tan lentamente que no podemos ni siquiera oírlo.
A medida que avanzamos en la
meditación –al principio bastará con 15 minutos por sesión–, sentiremos cómo la
mente se serena y nuestro espacio se va despejando. Cada vez que acuda un
pensamiento, cualquiera que sea, lo etiquetaremos como tal y lo dejaremos
pasar, sin aferrarnos a él ni rechazarlo, como si se tratara de una nube en un
cielo azul de verano.
SORPRESAS
PARA REFLEXIONAR
1. UN LIBRO
– ‘Casa de verano con piscina’, de
Herman Koch (Anagrama).
Esta adictiva novela es un
fresco irreverente y a la vez luminoso sobre la comunicación en la familia, el
peso de la ambición y las relaciones sociales en el marco de unas vacaciones
estivales llenas de trepidantes giros y revelaciones.
2. UN DISCO
– ‘Ridiculous
games’, de Anni B Sweet (Subterfuge).
Esta reproducción extendida
(EP) de portada veraniega ofrece las últimas grabaciones de la cantante y
compositora malagueña que está triunfado, junto con Russian Red, en Japón,
entre otros países. Su versión de ‘Religión’ es una delicada sorpresa que invita
a la reflexión.
3. UNA PELÍCULA
– ‘El gran azul’, de Luc Besson.
La competición entre dos
buceadores que se sumergen a pulmón libre, rodada en la isla griega de Las
Cícladas con banda sonora de Eric Serra, es el centro de esta calurosa aventura
sobre la amistad, el valor y los propios sueños.
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