Hablar de Mario Alonso es
hablar de uno de los mejores comunicadores del momento. Un cirujano general del
aparato digestivo que ha sabido unir dos de sus habilidades, la salud y la
comunicación. Quizá en Menorca no suene su nombre porque todavía no había
podido venir pero escuchar a Alonso siempre tiene un antes y un después. Fueron
los pacientes que trató durante 26 años los que le animaron a traspasar las
barreras del hospital, como explica él mismo, para difundir cómo la mente
afecta a nuestro cuerpo.
¿Quién es Mario Alonso para alguien
que todavía no lo conozca?
Mario es una persona que desde
muy joven, tuvo la suerte de darse cuenta que la comunicación podía generar
salud, podía generar la eficiencia de una persona y potenciar su creatividad.
Eligió la carrera de medicina porque entendió que su misión en la vida era
reducir el sufrimiento de las personas y después, siguió con la cirugía que
ejerció durante 26 años.
Durante su etapa como cirujano
y médico, siempre estuvo muy interesado por saber cómo la mente afectaba al
cuerpo, y fueron sus propios enfermos, al notar alguno de sus efectos que tenía
en ellos este tipo de interacción, los que le sugirieron que lo extendiera a un
grupo mayor de personas, traspasando las barreras del hospital. Mario lo empezó
a hacer y llegó un punto en el que resultaba muy difícil compatibilizar la práctica
quirúrgica con la investigación, con escribir y con dar conferencias. Hace unos
años, tomó la decisión de abandonar los quirófanos y dedicarse en cuerpo y alma
a la transmisión de este tipo de conocimientos.
¿Se arreglan más cosas con la palabra
que con el bisturí?
Yo creo que con ambas cosas. El bisturí, cuando se acompaña
de la palabra, cuando hay una cercanía entre el médico y el paciente, no
solamente tiene un impacto muy beneficioso en la salud física de la persona y
en su recuperación sino que también, le ayuda a tomar perspectiva sobre su
propia enfermedad. Le ayuda a gestionar mucho mejor las difíciles emociones
que experimenta una persona cuando pasa de estar sana, a estar enferma. Desde
el punto de vista de la comunicación, los efectos son sumamente notables y
aunque no hay, aparentemente, una acción directa sobre la parte física, sí que
hay una acción indirecta porque aquellas personas que recuperan la confianza en
si mismas ante los desafíos a los que se enfrentan, se encuentran más
ilusionados y más serenos, beneficiando la salud de su cuerpo.
¿Tendrían que hacer clases de
comunicación los profesionales de la sanidad?
Me parece fundamental, la
verdad. La comunicación tiene tal importancia, entendiéndola no como el arte de
hablar sino como el arte de llegar y conectar, que sería muy importante que se
enseñase. Sobre todo, cuando va a existir una interacción con personas que
están pasando por momentos difíciles. Las personas que tienen una situación
complicada de salud, que tienen un problema psicológico, incluso financiero por
poner un ejemplo de otro tipo de adversidades, necesitan encontrarse con alguien que les
ayude a descubrir las capacidades que son fundamentales aflorar en esos
momentos de desafío.
Actualmente, hay quien ya no habla de
crisis y prefiere decir que éste, ahora, es el paisaje habitual y que será
mejor acostumbrarse ¿que opina al respecto?
Yo esa palabra no la utilizo porque soy consciente del poder que
tiene el lenguaje para alterar nuestra percepción de la realidad. Creo que está
bien emplearla en un momento determinado para definir una situación de cambio,
pero no para estar constantemente hablando ya que genera muchas emociones que son tóxicas.
A parte, que estamos, frente a un momento de cambio estructural en el que las
nuevas tecnologías o la globalización, han generado tal impacto en el mundo que
no podemos hablar de un cambio puntual o de incertidumbre momentánea, sino asumir la
existencia de un nuevo mundo, que está lleno de nuevas posibilidades, abrazarlo
como la nueva realidad y no mirar con pesadumbre o sensación que no podremos
adaptarnos. Los seres humanos pertenecemos al 0,1 por ciento de las
especies que hoy en día han sobrevivido todo el proceso de la evolución. Somos
el resultado de un proceso constante de adaptación a nuevos entornos y cambios
estructurales.
¿Estamos viviendo un principio de
siglo darwiniano en el que sobrevivirán las especies que mejor se adapten, no
las más fuertes?
Sí, este es un punto muy
importante. Para mí, la teoría de Darwin, que he podido estudiar muy a fondo,
no explica toda la realidad pero el concepto de supervivencia, como lo acabas
de plantear, es realmente cierto. El proceso de adaptación a este nuevo mundo
es la condición sine qua non, no solo para sobrevivir sino sobretodo, para
crecer y progresar.
El martes nos hablará en el Teatre
Principal de reinventarse. ¿Significa eso escaparse de la realidad?
No. Cuando utilizamos la fantasía, nos
escapamos de la realidad pero cuando usamos la imaginación, construimos una
nueva realidad. Reinventarse no consiste en cambiar quién eres,
porque lo que somos, es lo que somos. Reinventarse es descubrir cómo puedes aflorar tu mejor
versión, cómo puedes sacar a flote tu mejor forma de ser. Por lo
tanto, no es más que una llamada para alcanzar nuestra plenitud.
¿No es cuestión también de cuenta
corriente?
No, reinventarse es cuestión de actitud
porque no es lo mismo ser que tener. La actitud es lo que determina tu
voluntad, tu disposición a sacar adelante esa mejor versión que hay dentro de
ti. Hay personas que no tienen una cuenta corriente muy saneada pero que
afloran un ser verdaderamente excepcional y hay personas con mucho dinero, que
también lo hacen. Y lo mismo pasa en el sentido contrario, es decir, la cuenta
corriente va por un lado y la actitud por otro.
Una cuenta corriente saneada
nos ayuda a tener un bienestar subjetivo que colma los sentidos pero de lo que
estamos hablando es algo mucho más profundo, porque es una forma de ser y estar en este mundo,
independientemente de lo que tengas o no tengas.
¿Como aprender a mirar la realidad con
otros ojos?
Fundamentalmente con dos
premisas. La
primera, desde la humildad, desde el reconocimiento que hay muchas
cosas de la realidad que se nos escapan. Esta apertura, este cambio de
paradigma, este cambio de forma de ver las cosas no puede producirse sin la
humildad. Si nosotros pensamos que todo lo que vemos, es todo lo que es, no
exploraremos, no preguntaremos, no pediremos ayuda porque daremos por cierto,
que lo que vemos, es lo único que hay. Hay que posicionarse con el “no se”.
¿Y la segunda premisa?
Es la actitud del quiero saber, quiero aprender, quiero
explorar, quiero conocer, quiero preguntar, quiero pedir ayuda, quiero
descubrir, quiero averiguar. Estas dos fuerzas, la humildad y la actitud de
querer aprender, son dos fuerzas muy potentes a las que si añadimos una tercera premisa, que sería la
cooperación, la posibilidad de sumar entre todos, nos convierte
en personas imparables.
¿No se corre el riesgo de caer en el
autoengaño cuando hacemos este tipo de reflexiones?
Yo creo que no se corre el riesgo
porque el ser humano, vive constantemente autoengañado. Es tan hábil engañándose a si mismo, que
se cree sus propias mentiras con lo cual, no hay peligro de caer en
un sitio donde se está de partida. El autoengaño es decir que lo que yo veo, es
la realidad en lugar de decir que es mi percepción, mi aproximación de la
realidad. Por eso, la humildad te posiciona en un sitio completamente distinto
con un mensaje que revela que lo que estamos viendo, nos parece que es la
realidad pero, por si acaso hubiera otra realidad que se me escapa, voy a
explorar, voy a estudiar, voy a preguntar o voy a asesorarme. Además, el
auto-engaño lleva al cinismo, es decir, yo tengo razón, todo el mundo se
equivoca, no tengo nada que aprender.
¿Y que pasa con el cambio, que nos
cuesta tanto?
Es muy sencillo de entender. En
primer lugar, porque está estructurado a nivel cerebral. Toda conducta que
nosotros repitamos de forma habitual, llega un momento en el que se convierte,
físicamente, en una serie de circuitos preferenciales y por lo tanto, cada vez
que queramos hacer un cambio, nuestra propia estructura cerebral, va a intentar
llevar la cosas por dónde siempre iban. Es necesario hacer un esfuerzo constante, continuo,
sostenido para ir cambiando esos circuitos cerebrales.
Los cambios piden un nivel de
compromiso y determinación que no todo el mundo está dispuesto a hacer. La
pregunta no es si somos capaces de cambiar sino más bien, si estamos dispuestos a poner lo que hay
que poner para cambiar. Si nos pensamos que el cambio sucede de
forma instantánea, estaremos absolutamente equivocados.
¿Por eso nos parece que gusta mas malo
conocido que bueno por conocer?
El cerebro humano tiene varias
misiones en la vida y la misión más importante, es proteger nuestra vida. Por lo
tanto, tiene una inclinación a fijarse en aquello que puede ser un peligro. Lo
que ocurre es que esta forma de mirar la amenaza, la dificultad o el peligro
oculto, hace
que tengamos esa tendencia a no movernos de la llamada zona de confort.
Todo lo que está fuera será
zona de ambigüedad, de incertidumbre y lo vivimos con la posibilidad de sufrir.
Esto hace que nos quedemos encerrados en una armadura, pensando que nos va a
proteger pero, realmente, nos paraliza. Hay que hacer un esfuerzo de la inteligencia y de
voluntad porque la valentía no está reñida con la sensatez.
El domingo perdió La Roja y al día
siguiente la llamaban la Floja. ¿Nos cargamos la autoconfianza en 90 minutos?
Con lo que dices, me vienen a
la memoria unas palabras del gran escritor brasileño, Paolo Coelho que decía “quiéreme
cuando menos lo merezco, porque es cuando más lo necesitaré”. Si la Roja es tu selección, tienes cariño
porque representa unos colores, una ilusión, es normal que no estés contento
porque el resultado no es bueno.
Lo que no debemos hacer es leña
del árbol caído porque en esos momentos, es donde se demuestra si es una
afición sólida. Empezar a atacar y
criticar es convertirse en parte del problema, no de la solución.
¿Nos cuesta poco criticar en este
país?
El propio Aristóteles decía que
al ser humano le gusta siempre juzgar. Siempre pide un actitud más abierta y
una dosis más de esfuerzo y humildad el hecho de escuchar o de explorar que el
hecho de juzgar. Cuando juzgamos, recurrimos a lo fácil, al comentario rápido en el que
nos dejamos ir por la inercia. De los juicios, normalmente no sale
nada pero de la reflexión, del estudio, salen cosas mucho más
interesantes.
¿Puede ser que nos pasaron por alto la
asignatura de aprender del fracaso?
El fracaso en la cultura latina
ha generado un daño enorme. Hay que entender una cosa y solo una cosa que nos
puede hacer cambiar nuestra relación con el fracaso. El fracaso es un acontecimiento, no es el
nombre de una persona. Si has tenido un fracaso, no es sinónimo de que eres un
fracasado.
El problema sucede cuando
nosotros, ese error que hemos cometido y que en el fondo no es mas que la
exigencia de probar algo de forma distinta, lo traemos a la definición de quienes
somos. En ese momento, el fracaso toma una dimensión radicalmente
distinta, como si fuera parte de lo que somos. Eso es mucho más difícil de
superar. En cambio, si lo vemos como una conducta que hay que
corregir después de un aprendizaje y una reflexión, nos irá siempre mucho
mejor.
Creer, crear, lograr es la fórmula de
Alex Rovira. ¿Cuál es la suya?
La fórmula que más me interesa
está determinada por mi experiencia de la realidad. Para mi, la vida, desde mi
pequeñez y mi grandeza como ser humano,
es una ecuación y si en esa ecuación pones egoísmo, antes o después vas a
tener escasez pero si en esa ecuación pones generosidad, antes o después, vas a
tener abundancia. Sencillamente, es eso. La vida no es centrarse en el yo, es
construir el nosotros.
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