Tras un duro curso, se
puede tener la tentación de dedicar las vacaciones a no hacer nada o, por el
contrario, aprovecharlas para coger por los cuernos los problemas personales,
familiares o laborales. ¿Son las vacaciones un buen momento para introducir cambios
en nuestras vidas?
María lleva meses sintiéndose
culpable por su afición a los dulces y los quilos de más que arrastra. Juan
hace tiempo que piensa en dejar de fumar pero nunca encuentra el momento para
hacerlo. Luis está harto de las tensiones en casa cuando llegan sus padres y
cuestionan el comportamiento de sus hijos o su modo de vida. Laura siente que
si tarda un solo día más en iniciar las vacaciones reventará, que las doce
horas en la oficina, más las tareas de casa, los deberes de los niños y el
resto de responsabilidades familiares están haciendo mella en su salud física y
mental. Aunque sus puntos de partida son diferentes, los cuatro han tomado
idéntica decisión: estas vacaciones serán un punto de inflexión, las
aprovecharán para cambiar su vida.
María piensa ponerse a dieta;
Juan dejará de fumar y hará deporte; Luis quiere utilizar un viaje familiar
para establecer nuevas pautas de relación con sus padres y Laura ideará una
estrategia para reducir su jornada laboral o cambiar de trabajo. La cuestión es
si sus planes llegarán a buen puerto, si las vacaciones son el momento idóneo
para cambiar de hábitos o hacer frente a los problemas.
A priori, uno diría que el
anhelado descanso estival no es la ocasión propicia para hacer cosas que nos
resulten desagradables, que nos requieran esfuerzo y que nos provoquen tensión.
Más que para exigirse, las vacaciones parecen pensadas para resultar
placenteras, para descansar y realizar actividades que recarguen el ánimo. Sin
embargo, es cierto que en vacaciones uno está de mejor humor porque tiene más
tiempo, porque en verano hay más horas de luz solar, porque se está más
descansado, porque baja el nivel de estrés… Y en esas circunstancias a menudo
las ideas surgen más claras, las relaciones son más fluidas, el diálogo es más
fácil y se tiene más ánimo para superar las dificultades.
María
Luisa Regadera,
psicopedagoga de Isep Clínic, asegura que, en teoría, las vacaciones resultan perfectas para
introducir cambios en nuestra vida porque después del estrés o los
problemas de todo el año, el sol y las buenas temperaturas animan a nivel
biológico y psicológico y ayudan a reflexionar. “Es el momento ideal para reflexionar,
autoevaluarse, tomar decisiones, establecer las pautas para llevarlas a cabo y,
en algunos casos, incluso ejecutar los cambios; lo que ocurre es que no todo el
mundo sabe hacerlo; hay personas que no saben desconectar en vacaciones o que
asocian determinados hábitos con el placer y difícilmente podrán corregirlos en
vacaciones”, comenta.
También David Pérez, preparador físico y director de Sportevo Human
Perfomance, considera que las vacaciones, como rompen el esquema mental del día
a día, sirven para tomar más conciencia de otros aspectos de nuestra vida y
pueden ser un momento idóneo para iniciar un hábito. “Un hábito se crea cuando hay una
repetición estable; y uno puede aprovechar las vacaciones, cuando está más
relajado, para arrancar esa nueva dinámica, comprobar que con ella se siente
mejor y así tener más posibilidades de mantenerla en el tiempo; pero al final incorporar ese hábito no
dependerá de haberlo iniciado o no en vacaciones, si no de uno mismo”,
comenta Pérez.
Víctor
Amat,
presidente de la Asociación Española de Psicoterapia Breve (AEPB), apunta que
la idoneidad de aprovechar el descanso veraniego para hacer “un reset vital” depende mucho de cada
persona y de sus circunstancias. “Si uno pasa las vacaciones solo será más fácil realizar
cambios radicales, pero si vive en pareja o en familia y los cambios que quiere
introducir les repercuten, tendrá que pactar su objetivo o buscar un camino que
satisfaga a todos”, explica.
Tampoco todas las personas
reaccionan igual ante los cambios ni les sirven las mismas estrategias. “Hay gente que
para hacer cambios ha de tener todas las condiciones de cara y ve en las vacaciones el momento perfecto
para hacer todos los cambios de golpe: comer ensaladas, dejar de fumar,
ponerse a estudiar y hacer deporte; en
cambio, para otras personas las vacaciones son el momento de darse permiso para
disfrutar, así que no se pueden exigir esos esfuerzos saludables”,
dice Amat. María Luisa Regadera añade que también influyen las razones que hay
detrás de los hábitos que uno quiere cambiar. “Si una persona fuma o come en exceso por
estrés, entonces seguro que le resultará más fácil cambiar esos hábitos en
vacaciones, cuando esté más relajado; pero si lo hace porque le apetece, porque
disfruta con ello, entonces las vacaciones, que son la época de darse placer,
no serán el momento idóneo”.
Noelia
Aguirre,
psicóloga de Sha Wellness Clinic –un
complejo que ofrece a sus huéspedes programas para dejar de fumar, ponerse en
forma, cambiar sus hábitos nutricionales, realizar tratamientos psicológicos o
mejorar su aspecto, entre otros– asegura que ella recomienda utilizar las
vacaciones para plantearse cambios sólo si apetece, “porque hay gente que prefiere desconectar,
dejar pasar el tiempo, relajarse y no pensar en nada, y a veces eso es muy
productivo para calmar la mente y que luego surjan cosas, porque durante el año
soportamos un nivel de exigencia interna y externa muy alto y funcionamos con
el piloto automático, hacemos lo que tenemos que hacer, sin tiempo de verificar
el rumbo; y cuando uno se detiene y hay
menos estímulos externos que nos mantienen alerta, se tienen más posibilidades
de mirar un poco más hacia adentro y de ser más consciente de uno mismo”,
explica Aguirre.
De todos modos, los psicólogos
advierten que es un poco ilusorio pensar que en quince días o un mes vas a
revolucionar tu vida e iniciar una nueva tras las vacaciones. “Uno no regresa
de las vacaciones e inicia un capítulo nuevo de su vida; lo que sí puede lograr
es convertirlas en un punto y aparte y volver renovado si ha aprovechado el
parón en la rutina diaria para conocerse mejor, para ordenar ideas y plantearse
cambios que mejoren su situación”, asegura Regadera. “La revolución
es a largo plazo y no hay que querer hacerla en agosto, que luego llega
septiembre y puedes darte de bruces con la dura realidad; es mejor hacerse un pequeña propuesta y ver si se logra, si cuaja, y
entonces plantearse otra, y luego otra; y así sí que en un año no te
reconocerás”, enfatiza Amat.
Lo que dejan claro todos los
expertos consultados es que el descanso estival es un gran momento para
reflexionar, para hacer balance del curso y establecer nuevos propósitos. “Se trata de
hacer un presupuesto vital, de ver qué aspectos quiero mejorar de mi carácter,
de mi formación, o en mi trabajo, o en la actitud con la familia, en mis
relaciones sentimentales…”, apunta Aguirre. Tampoco se trata de ser
excesivamente ambiciosos. Es mejor elegir dos o como mucho tres objetivos
realistas y pensar qué estrategia hay que seguir, cuáles son los pasos
sucesivos que se pueden aplicar para acercarse a ese objetivo y qué cosas de la
vida cotidiana alejan de él para tener un proyecto claro al recuperar la rutina
diaria.
La psicóloga de Sha Wellness
Clinic recomienda utilizar papel y lápiz para dejar constancia de todo ello. “Si apuntamos
los objetivos, las estrategias que planteamos para lograrlos, las dificultades
que podemos prever y cómo solucionarlas, luego podemos repasar esas notas una
vez al mes o cada dos meses para evaluar cómo vamos en nuestro propósito”,
justifica. Amat asegura que, con frecuencia, el solo hecho de decidir que se va a hacer algo para cambiar lo que a
uno le molesta ya resulta desestresante y curativo.
Claro que, una vez decididos,
algunos de esos cambios se pueden poner en marcha durante el descanso veraniego
para disponer de un cierto rodaje al recuperar la rutina. “Los
hábitos se construyen mediante la repetición de las acciones”,
coinciden el preparador físico David Pérez y la nutricionista de Sha Wellness
Clinic Isabel Moreno. Y en vacaciones es más fácil encontrar tiempo, ánimo y circunstancias
para comenzar a implementar algunas de esas acciones, como cambiar algunas
pautas nutricionales, ponerse en forma o reconducir relaciones.
Mejorar
la alimentación
Como las vacaciones se asocian
al placer, quizá no sea el periodo más idóneo para iniciar una dieta de
adelgazamiento que implique privaciones, pero los dietistas aseguran que sí es
un momento perfecto para modificar algunos hábitos alimenticios e incorporar
pautas nutricionales más equilibradas con mayor facilidad. “Hacer una dieta en vacaciones puede
conllevar riesgos porque seguramente se hace por motivos estéticos, se buscan
resultados rápidos y eso implica peligros para la salud; si uno quiere bajar
peso es mejor plantear un objetivo a tres o cuatro meses y con el seguimiento de
un profesional”, dice Laura
Zurita Rosa, de la Asociación de Dietistas Nutricionistas de Madrid
(Adinma). Y subraya que, en cambio, los días de asueto estival son estupendos
para poner en práctica algunas pautas saludables que probablemente comporten a
medio plazo una reducción de peso, como comer cinco veces al día, cumplir con
la recomendación de tomar cinco raciones diarias de fruta y verdura, beber
litro y medio o dos litros de agua, hacer entre media hora y una hora de
ejercicio diario y dormir ocho horas.
También Martina Miserachs, de la Asociación Española de Dietistas
Nutricionistas (AEDN), opina que, “aunque cualquier momento del año es bueno para mejorar
el estilo de vida, hacerlo en verano tiene algunas ventajas, como que hay más
variedad de fruta y resultan más apetecibles los platos frescos como ensaladas
o gazpacho… y de esta forma es más fácil rebajar la densidad energética del
menú diario, las calorías que consumimos; además, como se tiene más tiempo,
también es más fácil moverse, pasear, jugar con los niños… y eso promueve el
gasto energético, así que podemos potenciar una posible pérdida de peso, y si durante unas semanas instauramos esos
hábitos, será más fácil mantenerlos luego durante la época fría”.
Isabel
Moreno,
nutricionista de Sha Wellness Clinic, también cree que es más fácil modificar
las pautas nutricionales cuando se está de vacaciones y relajado, y propone
aprovecharlo para eliminar algunos alimentos que considera perjudiciales –como
el azúcar, las grasas saturadas o los productos lácteos– e incorporar otros
como las verduras crudas o poco cocidas, los cereales integrales o las algas. “El azúcar
acidifica nuestro organismo y provoca pérdida de minerales, además de hacer que
suban rápidamente los niveles de glucosa en sangre y luego suframos una
hipoglucemia, de modo que si eliminamos el azúcar, además de reducir el riesgo
de engordar y la pérdida de minerales, nos sentiremos más centrados
emocionalmente, más estables”, justifica. Y coincide con Zurita y
Miserachs en que hay que aprovechar la mayor predisposición a moverse que
proporciona el verano por las mayores horas de sol y de energía ascendente para
hacer ejercicio a diario. “Las vacaciones pueden ser el momento ideal para empezar
a coger el hábito de saltar un rato a la comba, una práctica que ayuda a
fortalecer los huesos”, ejemplifica.
Ponerse
en forma
El director de Sportevo Human
Performance, David Pérez, asegura que las vacaciones son un buen momento para
comenzar a ponerse en forma porque si se plantea como hábito se crea un
circuito bioquímico en el cuerpo que una vez en marcha facilitará sostener la
práctica deportiva durante el año. Pero advierte que el hábito sólo se crea con
repetición, exige disciplina “y un cierto
orden interno para que el cuerpo entienda que quieres aquello y que sacará
beneficio de ello”. Por eso diferencia el deporte o la actividad
física que se hace por ocio del ejercicio como entrenamiento para estar más
sano.
“En verano quizá voy a jugar al tenis, a dar un paseo, a montar
en bicicleta… y eso es ocio que me permite estar más sano pero no crear un
hábito; para esto último he de establecer un ejercicio pautado, con cierto
criterio e intención y que vaya a poder mantenerlo en el tiempo”, remarca
Pérez. Por eso sugiere que si alguien quiere aprovechar las vacaciones para
arrancar el hábito de hacer deporte, deberá pensar primero de cuánto tiempo y
en qué momento del día podrá hacerlo durante el resto del año y arrancar ya
esas pautas. “Si
lo que me permite mi agenda es correr cada día 45 minutos a las 7,30 horas de
la mañana, deberé comenzar esa dinámica en vacaciones para que el cuerpo se
acostumbre, vea que se siente mejor, que le da placer, y así haya más opciones
de sostenerlo a lo largo del año”, apunta. También Luis Ganso, entrenador de Sha Wellness
Clinic, cree que cuando uno decide aprovechar las vacaciones para comenzar a
hacer ejercicio físico debería elegir actividades a las que vaya a poder dar
continuidad el resto del año, aunque sea algo tan sencillo como caminar una
hora u hora y media diaria. “Si vives en un sitio frío, deberías pensar algo que
puedas hacer en instalaciones cerradas, como gimnasia o nadar; puedes empezar
en el gimnasio del hotel o nadando en el mar, pero sabiendo que luego podrás
continuar esas prácticas cerca de casa”, ejemplifica.
Por otra parte, Ganso advierte
de los riesgos que corren quienes no hacen ejercicio durante el año y se ponen
a practicar deporte en vacaciones en horas de mucho calor. “La gente piensa que sudar mucho es bueno
para ponerse en forma, pero no es un buen indicador, porque con el sudor
pierdes minerales y vitaminas que necesitas para quemar grasas o aumentar el
rendimiento”, comenta. Su consejo, tanto para quienes comienzan como
para quienes durante el año ya se entrenan de forma regular, es preparar un
plan de entrenamiento especial para las vacaciones, organizado por un
especialista y que tenga en cuenta su estado físico.
Reconducir
relaciones
Aseguran los psicólogos que las
vacaciones en familia son un excelente momento para reparar emocionalmente
algunos vínculos o potenciarlos. Regadera enfatiza que el mayor tiempo de
convivencia familiar en este periodo resulta imprescindible cuando se tienen
hijos, porque se puede hablar, compartir y reconducir pensamientos y
sentimientos de los hijos, sobre todo si durante el resto del año se pasa poco
tiempo con ellos. Y añade que también pueden ser un buen momento para resolver
conflictos de pareja si el problema no está muy enquistado. “Irte de
vacaciones con esa persona y cambiar de ambiente permite ver el problema con
otra perspectiva, pensar y comportarte de forma diferente a la habitual, y es
más fácil llegar a una buena solución, sea continuar o romper”,
indica la especialista de Isep Clinic. Víctor Amat advierte, no obstante, que
la expectativa de arreglar los desencuentros sentimentales en vacaciones ha de
ser moderada, porque no se solucionan los enfados acumulados a lo largo del
tiempo en un mes. “Es mejor crear un proyecto modesto que permita a la pareja
reencontrarse y empezar a construir cosas de nuevo poco a poco que pensar que
se resolverá todo, porque si luego solo arreglas algo te desanimas”,
comenta. Noelia Aguirre, por su
parte, cree que el hecho de cambiar de entorno y de desconectar de las obligaciones cotidianas y de las rutinas, aunque
sea por pocos días, ayuda a relajarse y a afrontar los problemas de forma
diferente.
Vacaciones
con tiempos muertos
La ilusión que despiertan las
vacaciones lleva a muchas personas a sobrecargarlas de planes y propósitos.
Para unos son rutas culturales, para otros encuentros familiares y con amigos… "El
resultado, con frecuencia, es que se sobrecargan los horarios y las
expectativas de estar mejor, y si luego surge cualquier contratiempo que no
permite realizar tanta actividad, uno se frustra el doble. Por eso conviene
dejar tiempos muertos, que son muy buenos para pensar y también sirven para
afrontar imprevistos", comenta la psicopedagoga María Luisa Regadera. Su recomendación
es pensar bien de cuánto tiempo se dispone, en qué quiere emplearse y hacer una
buena planificación "para que no se acaben las vacaciones y uno se quede
con la sensación de que no ha hecho nada porque no ha hecho lo que en realidad
quería hacer, ya sea porque estaba confundido o porque no lo planificó".
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