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diumenge, 21 de juliol del 2013

Vacaciones, un punto de inflexión. Mayte Rius. La Vanguardia.

Tras un duro curso, se puede tener la tentación de dedicar las vacaciones a no hacer nada o, por el contrario, aprovecharlas para coger por los cuernos los problemas personales, familiares o laborales. ¿Son las vacaciones un buen momento para introducir cambios en nuestras vidas?
María lleva meses sintiéndose culpable por su afición a los dulces y los quilos de más que arrastra. Juan hace tiempo que piensa en dejar de fumar pero nunca encuentra el momento para hacerlo. Luis está harto de las tensiones en casa cuando llegan sus padres y cuestionan el comportamiento de sus hijos o su modo de vida. Laura siente que si tarda un solo día más en iniciar las vacaciones reventará, que las doce horas en la oficina, más las tareas de casa, los deberes de los niños y el resto de responsabilidades familiares están haciendo mella en su salud física y mental. Aunque sus puntos de partida son diferentes, los cuatro han tomado idéntica decisión: estas vacaciones serán un punto de inflexión, las aprovecharán para cambiar su vida.
María piensa ponerse a dieta; Juan dejará de fumar y hará deporte; Luis quiere utilizar un viaje familiar para establecer nuevas pautas de relación con sus padres y Laura ideará una estrategia para reducir su jornada laboral o cambiar de trabajo. La cuestión es si sus planes llegarán a buen puerto, si las vacaciones son el momento idóneo para cambiar de hábitos o hacer frente a los problemas.
A priori, uno diría que el anhelado descanso estival no es la ocasión propicia para hacer cosas que nos resulten desagradables, que nos requieran esfuerzo y que nos provoquen tensión. Más que para exigirse, las vacaciones parecen pensadas para resultar placenteras, para descansar y realizar actividades que recarguen el ánimo. Sin embargo, es cierto que en vacaciones uno está de mejor humor porque tiene más tiempo, porque en verano hay más horas de luz solar, porque se está más descansado, porque baja el nivel de estrés… Y en esas circunstancias a menudo las ideas surgen más claras, las relaciones son más fluidas, el diálogo es más fácil y se tiene más ánimo para superar las dificultades.
María Luisa Regadera, psicopedagoga de Isep Clínic, asegura que, en teoría, las vacaciones resultan perfectas para introducir cambios en nuestra vida porque después del estrés o los problemas de todo el año, el sol y las buenas temperaturas animan a nivel biológico y psicológico y ayudan a reflexionar. “Es el momento ideal para reflexionar, autoevaluarse, tomar decisiones, establecer las pautas para llevarlas a cabo y, en algunos casos, incluso ejecutar los cambios; lo que ocurre es que no todo el mundo sabe hacerlo; hay personas que no saben desconectar en vacaciones o que asocian determinados hábitos con el placer y difícilmente podrán corregirlos en vacaciones”, comenta.
También David Pérez, preparador físico y director de Sportevo Human Perfomance, considera que las vacaciones, como rompen el esquema mental del día a día, sirven para tomar más conciencia de otros aspectos de nuestra vida y pueden ser un momento idóneo para iniciar un hábito. “Un hábito se crea cuando hay una repetición estable; y uno puede aprovechar las vacaciones, cuando está más relajado, para arrancar esa nueva dinámica, comprobar que con ella se siente mejor y así tener más posibilidades de mantenerla en el tiempo; pero al final incorporar ese hábito no dependerá de haberlo iniciado o no en vacaciones, si no de uno mismo, comenta Pérez.
Víctor Amat, presidente de la Asociación Española de Psicoterapia Breve (AEPB), apunta que la idoneidad de aprovechar el descanso veraniego para hacer “un reset vital” depende mucho de cada persona y de sus circunstancias. “Si uno pasa las vacaciones solo será más fácil realizar cambios radicales, pero si vive en pareja o en familia y los cambios que quiere introducir les repercuten, tendrá que pactar su objetivo o buscar un camino que satisfaga a todos”, explica.
Tampoco todas las personas reaccionan igual ante los cambios ni les sirven las mismas estrategias. “Hay gente que para hacer cambios ha de tener todas las condiciones de cara y ve en las vacaciones el momento perfecto para hacer todos los cambios de golpe: comer ensaladas, dejar de fumar, ponerse a estudiar y hacer deporte; en cambio, para otras personas las vacaciones son el momento de darse permiso para disfrutar, así que no se pueden exigir esos esfuerzos saludables”, dice Amat. María Luisa Regadera añade que también influyen las razones que hay detrás de los hábitos que uno quiere cambiar. “Si una persona fuma o come en exceso por estrés, entonces seguro que le resultará más fácil cambiar esos hábitos en vacaciones, cuando esté más relajado; pero si lo hace porque le apetece, porque disfruta con ello, entonces las vacaciones, que son la época de darse placer, no serán el momento idóneo”.
Noelia Aguirre, psicóloga de Sha Wellness Clinic  –un complejo que ofrece a sus huéspedes programas para dejar de fumar, ponerse en forma, cambiar sus hábitos nutricionales, realizar tratamientos psicológicos o mejorar su aspecto, entre otros– asegura que ella recomienda utilizar las vacaciones para plantearse cambios sólo si apetece, “porque hay gente que prefiere desconectar, dejar pasar el tiempo, relajarse y no pensar en nada, y a veces eso es muy productivo para calmar la mente y que luego surjan cosas, porque durante el año soportamos un nivel de exigencia interna y externa muy alto y funcionamos con el piloto automático, hacemos lo que tenemos que hacer, sin tiempo de verificar el rumbo; y cuando uno se detiene y hay menos estímulos externos que nos mantienen alerta, se tienen más posibilidades de mirar un poco más hacia adentro y de ser más consciente de uno mismo”, explica Aguirre.
De todos modos, los psicólogos advierten que es un poco ilusorio pensar que en quince días o un mes vas a revolucionar tu vida e iniciar una nueva tras las vacaciones. “Uno no regresa de las vacaciones e inicia un capítulo nuevo de su vida; lo que sí puede lograr es convertirlas en un punto y aparte y volver renovado si ha aprovechado el parón en la rutina diaria para conocerse mejor, para ordenar ideas y plantearse cambios que mejoren su situación”, ­asegura Regadera. “La revolución es a largo plazo y no hay que querer hacerla en agosto, que luego ­llega septiembre y puedes darte de bruces con la dura realidad; es mejor hacerse un pequeña propuesta y ver si se logra, si cuaja, y entonces plantearse otra, y luego otra; y así sí que en un año no te reconocerás, enfatiza Amat.
Lo que dejan claro todos los expertos consultados es que el descanso estival es un gran momento para reflexionar, para hacer balance del curso y esta­blecer nuevos propósitos. “Se trata de hacer un presupuesto vital, de ver qué aspectos quiero mejorar de mi carácter, de mi formación, o en mi trabajo, o en la actitud con la familia, en mis relaciones sentimentales…”, apunta Aguirre. Tampoco se trata de ser excesivamente ambiciosos. Es mejor elegir dos o como mucho tres objetivos realistas y pensar qué estrategia hay que seguir, cuáles son los pasos sucesivos que se pueden aplicar para acercarse a ese objetivo y qué cosas de la vida cotidiana alejan de él para tener un proyecto claro al recuperar la rutina diaria.
La psicóloga de Sha Wellness Clinic recomienda utilizar papel y lápiz para dejar constancia de todo ello. “Si apuntamos los objetivos, las estrategias que planteamos para lograrlos, las dificultades que podemos prever y cómo solucionarlas, luego podemos repasar esas notas una vez al mes o cada dos meses para evaluar cómo vamos en nuestro propósito”, justifica. Amat asegura que, con frecuencia, el solo hecho de decidir que se va a hacer algo para cambiar lo que a uno le molesta ya resulta desestresante y curativo.
Claro que, una vez decididos, algunos de esos cambios se pueden poner en marcha durante el descanso veraniego para disponer de un cierto rodaje al recuperar la rutina. “Los hábitos se construyen mediante la repetición de las acciones”, coinciden el preparador físico David Pérez y la nutricionista de Sha Wellness Clinic Isabel Moreno. Y en vacaciones es más fácil encontrar tiempo, ánimo y circunstancias para comenzar a implementar algunas de esas acciones, como cambiar algunas pautas nutricionales, ponerse en forma o reconducir relaciones.
Mejorar la alimentación
Como las vacaciones se asocian al placer, quizá no sea el periodo más idóneo para iniciar una dieta de adelgazamiento que implique privaciones, pero los dietistas aseguran que sí es un momento perfecto para modificar algunos hábitos alimenticios e incorporar pautas nutricionales más equilibradas con mayor facilidad. “Hacer una dieta en vacaciones puede conllevar riesgos porque seguramente se hace por motivos estéticos, se buscan resultados rápidos y eso implica peligros para la salud; si uno quiere bajar peso es mejor plantear un objetivo a tres o cuatro meses y con el seguimiento de un profesional”, dice Laura Zurita Rosa, de la Asociación de Dietistas Nutricionistas de Madrid (Adinma). Y subraya que, en cambio, los días de asueto estival son estupendos para poner en práctica algunas pautas saludables que probablemente comporten a medio plazo una reducción de peso, como comer cinco veces al día, cumplir con la recomendación de tomar cinco raciones diarias de fruta y verdura, beber litro y medio o dos litros de agua, hacer entre media hora y una hora de ejercicio diario y dormir ocho horas.
También Martina Miserachs, de la Asociación Española de Dietistas Nutricionistas (AEDN), opina que, “aunque cualquier momento del año es bueno para mejorar el estilo de vida, hacerlo en verano tiene algunas ventajas, como que hay más variedad de fruta y resultan más apetecibles los platos frescos como ensaladas o gazpacho… y de esta forma es más fácil rebajar la densidad energética del menú diario, las calorías que consumimos; además, como se tiene más tiempo, también es más fácil moverse, pasear, jugar con los niños… y eso promueve el gasto energético, así que podemos potenciar una posible pérdida de peso, y si durante unas semanas instauramos esos hábitos, será más fácil mantenerlos luego durante la época fría”.
Isabel Moreno, nutricionista de Sha Wellness Clinic, también cree que es más fácil modificar las pautas nutricionales cuando se está de vacaciones y relajado, y propone aprovecharlo para eliminar algunos alimentos que considera perjudiciales –como el azúcar, las grasas saturadas o los productos lácteos– e incorporar otros como las verduras crudas o poco cocidas, los cereales integrales o las algas. “El azúcar acidifica nuestro organismo y provoca pérdida de minerales, además de hacer que suban rápidamente los niveles de glucosa en sangre y luego suframos una hipoglucemia, de modo que si eliminamos el azúcar, además de reducir el riesgo de engordar y la pérdida de minerales, nos sentiremos más centrados emocionalmente, más estables”, justifica. Y coincide con Zurita y Miserachs en que hay que aprovechar la mayor predisposición a moverse que proporciona el verano por las mayores horas de sol y de energía ascendente para hacer ejercicio a diario. “Las vacaciones pueden ser el momento ideal para empezar a coger el hábito de saltar un rato a la comba, una práctica que ayuda a fortalecer los huesos”, ejemplifica.
Ponerse en forma
El director de Sportevo Human Performance, David Pérez, asegura que las vacaciones son un buen momento para comenzar a ­ponerse en forma porque si se plantea como hábito se crea un circuito bioquímico en el cuerpo que una vez en marcha facilitará sostener la práctica deportiva durante el año. Pero advierte que el hábito sólo se crea con repetición, exige disciplina “y un cierto orden interno para que el cuerpo entienda que quieres aquello y que sacará beneficio de ello”. Por eso diferencia el deporte o la actividad física que se hace por ocio del ejercicio como entrenamiento para estar más sano.
“En verano quizá voy a jugar al tenis, a dar un paseo, a montar en bicicleta… y eso es ocio que me permite estar más sano pero no crear un hábito; para esto último he de establecer un ejercicio pautado, con cierto criterio e intención y que vaya a poder mantenerlo en el tiempo”, remarca Pérez. Por eso sugiere que si alguien quiere aprovechar las vacaciones para arrancar el hábito de hacer deporte, deberá pensar primero de cuánto tiempo y en qué momento del día podrá hacerlo durante el resto del año y arrancar ya esas pautas. “Si lo que me permite mi agenda es correr cada día 45 minutos a las 7,30 horas de la mañana, deberé comenzar esa dinámica en vacaciones para que el cuerpo se acostumbre, vea que se siente mejor, que le da placer, y así haya más opciones de sostenerlo a lo largo del año”, apunta. También Luis Ganso, entrenador de Sha Wellness Clinic, cree que cuando uno decide aprovechar las vacaciones para comenzar a hacer ejercicio físico debería elegir actividades a las que vaya a poder dar continuidad el resto del año, aunque sea algo tan sencillo como caminar una hora u hora y media diaria. “Si vives en un sitio frío, deberías pensar algo que puedas hacer en instalaciones cerradas, como gimnasia o nadar; puedes empezar en el gimnasio del hotel o nadando en el mar, pero sabiendo que luego podrás continuar esas prácticas cerca de casa”, ejemplifica.
Por otra parte, Ganso advierte de los riesgos que corren quienes no hacen ejercicio durante el año y se ponen a practicar deporte en vacaciones en horas de mucho calor. “La gente piensa que sudar mucho es bueno para ponerse en forma, pero no es un buen indicador, porque con el sudor pierdes minerales y vitaminas que necesitas para quemar grasas o aumentar el rendimiento”, comenta. Su consejo, tanto para quienes comienzan como para quienes durante el año ya se entrenan de forma regular, es preparar un plan de entrenamiento especial para las vacaciones, organizado por un especialista y que tenga en cuenta su estado físico.

Reconducir relaciones
Aseguran los psicólogos que las vacaciones en familia son un excelente momento para reparar emocionalmente algunos vínculos o potenciarlos. Regadera enfatiza que el mayor tiempo de convivencia familiar en este periodo resulta imprescindible cuando se tienen hijos, porque se puede hablar, compartir y reconducir pensamientos y sentimientos de los hijos, sobre todo si durante el resto del año se pasa poco tiempo con ellos. Y añade que también pueden ser un buen momento para resolver conflictos de pareja si el problema no está muy enquistado. “Irte de vacaciones con esa persona y cambiar de ambiente permite ver el problema con otra perspectiva, pensar y comportarte de forma diferente a la habitual, y es más fácil llegar a una buena solución, sea continuar o romper”, indica la especialista de Isep Clinic. Víctor Amat advierte, no obstante, que la expectativa de arreglar los desencuentros sentimentales en vacaciones ha de ser moderada, porque no se solucionan los enfados acumulados a lo largo del tiempo en un mes. “Es mejor crear un proyecto modesto que permita a la pareja reencontrarse y empezar a construir cosas de nuevo poco a poco que pensar que se resolverá todo, porque si luego solo arreglas algo te desanimas”, comenta. Noelia Aguirre, por su parte, cree que el hecho de cambiar de entorno y de desconectar de las  obligaciones cotidianas y de las rutinas, aunque sea por pocos días, ayuda a relajarse y a afrontar los problemas de forma diferente.

Vacaciones con tiempos muertos
La ilusión que despiertan las vacaciones lleva a muchas personas a sobrecargarlas de planes y propósitos. Para unos son rutas culturales, para otros encuentros familiares y con amigos… "El resultado, con frecuencia, es que se sobrecargan los horarios y las expectativas de estar mejor, y si luego surge cualquier contratiempo que no permite realizar tanta actividad, uno se frustra el doble. Por eso conviene dejar tiempos muertos, que son muy buenos para pensar y también sirven para ­afrontar imprevistos", comenta la psicopedagoga María Luisa Regadera. Su recomendación es pensar bien de cuánto tiempo se dispone, en qué quiere emplearse y hacer una buena planificación "para que no se acaben las vacaciones y uno se quede con la sensación de que no ha hecho nada porque no ha hecho lo que en realidad quería hacer, ya sea porque estaba confundido o porque no lo planificó".


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