Tengo 51 años. Nací en Madagascar y vivo entre París y la Provenza.
Divorciado, sin hijos. Los políticos sólo piensan
en su reelección y evitan medidas impopulares. La muerte es un paso a
otro estado de conciencia del ser. Me inspira Jesús
y practico la meditación budista
FÁBULA SABIA
Siendo adolescente se preguntó
por el sentido de la vida y la trascendencia y lo convirtió en su oficio.
Debido a una infancia infeliz, el autoconocimiento guió sus pasos, se adentró
en el psicoanálisis, en el estudio de las religiones y de la filosofía y en la
práctica del budismo. Hoy tiene respuestas. Trabaja como investigador asociado
en el Centre d'Études Interdisciplinaires des Faits Religieux (Ehess). Acaba de
publicar en España El alma del mundo
(Aries, número uno en Francia. “Vivimos una época en que el mundo está
amenazado por dos grandes peligros: el
consumismo y el fanatismo religioso. Yo he querido mostrar el mejor antídoto:
la filosofia y la sabiduría".
La experiencia de lo trascendente es
un privilegio que no todos conocemos.
Creo que hay varias maneras de
encontrarse con la trascendencia. Le voy a hablar de mi experiencia.
Adelante.
La primera vez que tuve la
sensación de vivirla fue en la naturaleza. Debía de tener unos 12 años, estaba
en el bosque y me tocó la belleza del mundo.
Eso lo comparto.
Cuando aprendí a meditar con
los monjes budistas, a los 20 años, en mi silencio interior descubrí una
alegría extraordinaria que no sabía de dónde venía.
¿Y?
Después, cuando leí a Spinoza
lo entendí. Spinoza dice que la alegría está dentro de nosotros, pero hay demasiadas
cosas en nuestra mente: creencias, emociones, pensamientos..., y no tenemos
acceso a ella. Y todo el trabajo filosófico consiste en eliminar
todos estos obstáculos para acceder al silencio interior donde está la alegría.
¿Qué enseñanza de los místicos
cristianos le ha ayudado a crecer?
Jesús invirtió los valores
dominantes de la sociedad, y ese giro sigue siendo de gran actualidad. Se
interesó por la fragilidad del ser humano; sin embargo, en todas las sociedades
se pone en valor la potencia, el éxito: una persona es interesante porque ha
tenido éxito. Jesús dice lo contrario.
Nos acercan más nuestras debilidades
que nuestras fortalezas.
Eso dice Jesús, y a mí me ayudó
muchísimo. Hoy
sé que mis fragilidades constituyen fuerzas en las que puedo apoyarme y
posibilidades de establecer una relación con los demás sin intentar dar la apariencia
de que soy alguien fantástico y exitoso.
Nada nos fragiliza más que las
relaciones humanas, en especial la de pareja.
En el amor entre dos personas
siempre hay una parte de egoísmo y otra de altruismo. Necesitamos alimentarnos
del otro y darle algo, es siempre un equilibrio entre estas dos dimensiones. Yo
me di cuenta de que siempre quería dar y no me importaba no recibir, me faltaba
confianza en mí mismo.
En todo lo que hacemos, desde
la vida económica hasta los intercambios humanos e incluso la vida amorosa, privilegiamos
la eficacia, el rendimiento, el a corto plazo frente a la calidad de ser.
Lo pagamos con infelicidad.
Si salimos de esta lógica del
siempre más que interviene en todas nuestras actividades y pasamos a una lógica
de bienestar que implique tiempo, atención, saber escuchar, es decir, un
cambio en nuestra manera de vivir, podremos resolver la mayoría de estas
crisis.
Tenemos que cambiar la mirada.
Sí, y lo que nos falta para
conseguirlo es una dimensión filosófica y espirirual. Estamos demasiado en el exterior.
¿Qué más ha entendido?
Durante mucho tiempo, como
todos, pensé que tenía que intentar crear acontecimientos agradables y rechazar
todo lo que es desagradable para ser feliz.
Es lógico.
... Pero me di cuenta de que la
vida no funciona así. La única lógica para ser feliz es no intentar controlar
las cosas. Lo único que podemos dominar son nuestras reacciones, nuestra mirada
y nuestro pensamiento sobre las cosas. El sufrimiento, los
obstáculos, el luto seguirán ahí, pero debemos amar la vida con sus altibajos, tal como es.
Cierto y difícil.
La única transformación
positiva se basa en la experiencia sensible. Yo intento estar atento a todo.
Cuando camino por la calle, en lugar de pensar en el después, estoy atento para
sentir: miradas, olores, colores. La conciencia plena en el instante presente me parece
fundamental para transformarse.
Me emocionó la historia de los
aborígenes australianos.
Fa verídica: un etnólogo
convivía con una tribu para estudiar su comportamiento. En una de sus largas
caminatas observó que la tribu de vez en cuando se detenía sin motivo aparente.
Les preguntó...
Sí, y le dijeron que esperaban
a su alma. Porque sus almas se detenían por el camino para mirar, sentir, oír
algo que el cuerpo no había captado. Las almas se paraban a veces durante una hora. Había
que esperarlas.
Parece tan obvio...
Pertenecemos a un mundo en el
que ya no vivimos lo invisible, pero si somos receptivos e interiorizamos, hay
cosas que podemos sentir sin verlas. Tenemos que volver a aprender a dejar
vivir nuestros estados anímicos. Si durante el día algo nos emociona, parémonos para
dejarlo crecer en lugar de rechazarlo para ser eficaces.
¿Y si es rabia o tristeza?
Cuando algo no nos gusta, la
primera reacción es de resistencia: rabia, tristeza, enojo..., la emoción que
corresponda a esa contrariedad del ego. Aprendamos a dejar pasar esa emoción que nos tiraniza y a
responder sin agresividad.
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