Para muchos,
la vida es como una obra de teatro con tres actos. Cada uno de ellos es único y
diferente, y suele estar marcado por el rol que interpretamos. Primero somos
hijos. Más adelante, padres. Y finalmente, abuelos. Este último
papel resulta particularmente especial. ‘Abuelo’ o ‘abuela’ no es un mero
título honorífico que se adquiere al llegar a una cierta edad, sino un rol que
tiene la capacidad de enriquecer y marcar vidas. Quienes vuelcan el corazón en
esta función no son pocos, y a menudo se convierten en la espina dorsal de sus
respectivas familias.
Tal vez sea el
momento de dedicarles un homenaje, y reflexionar sobre el papel que ejercen en
nuestra vida y en la de nuestros hijos. Lo cierto es que no es lo mismo recibir
ese título a los 50 y pocos años, estando todavía en activo a nivel
profesional, que a los 70 u 80. Además de la edad, factores como la salud o la
distancia –tanto geográfica como emocional- afectan de forma determinante al
ejercicio del ‘oficio’ de abuelo o abuela. Y no sólo eso. A menudo, cuando
nacen nuestros hijos aún no hemos resuelto emocionalmente la relación con
nuestros padres. De ahí que la convivencia y la cercanía puedan sacar a relucir
heridas ocultas y patrones de relación tóxicos, que inevitablemente terminan
por repercutir en las relaciones interfamiliares. Pero también nos brinda la oportunidad de
reconstruir nuestro vínculo a través de la afectividad y el agradecimiento.
No hace muchos
años, la estructura familiar facilitaba que intervinieran regularmente en la
educación de los más pequeños, generalmente ejerciendo papeles secundarios.
Pero la estructura familiar ha evolucionado, y los abuelos y abuelas también lo
han hecho. De ahí que las circunstancias arrastren a muchos de ellos a tomar
papeles protagonistas en la crianza de sus nietos.
LA
RELACIÓN MÁS ESPECIAL
“Uno de los
mayores misterios de la vida es como el chico que no era lo suficientemente
bueno para casarse con su hija pueda ser el padre del nieto más inteligente del
mundo”, Proverbio Judío
Por lo general
existen dos perfiles diferenciados de abuelos, en función del papel que
desempeñan con sus nietos. Los primeros son los denominados ‘abuelos de fin
de semana’, es decir, aquellos que se ocupan de sus nietos
esporádicamente, entendiendo su papel como algo voluntario que surge de la
propia decisión en vez de la obligación. Los segundos son los que se ven
irremediablemente abocados a adoptar un papel principal como ‘canguros’ o
‘cuidadores’ de sus nietos a causa de la situación profesional y
económica de los padres, por lo que su papel de un modo u otro se les impone
como una obligación. Y éstos últimos no paran de engrosar sus filas.
Especialmente
ahora, con la crisis forzando a miles de familias a apoyarse más que nunca en
este rol. Así lo corrobora un estudio publicado en 2012 por FUNCAS en el marco
del Año Europeo del Envejecimiento Activo
y la Solidaridad Intergeneracional; que
sostiene que más de un millón de abuelas cuidan regularmente a sus nietos en
España. El estudio refleja la creciente participación de los abuelos y abuelas
en el círculo familiar, y el sostén que representan en él, desempeñando un
importante papel como ‘cuidadores’ al hacerse cargo de sus nietos mientras los
padres salen a trabajar. Dadas las circunstancias, tal vez valga la pena
preguntarnos ¿les
exigimos demasiado? ¿Por qué damos por hecho que tienen que sacrificarse?
¿Acaso no les ha llegado el momento de descansar y disfrutar? ¿Valoramos su
papel lo suficiente?
Sea como
fuere, esta implicación emocional de los abuelos españoles es de las más
elevadas de la Unión Europea, y se debe a lo que los expertos denominan la
solidez y riqueza de las redes familiares y sociales españolas. Es decir, que
contamos con un sistema de ‘familia clan’ basada en lazos de solidaridad muy
fuertes. De ahí que al menos el 20% de los abuelos ayuden económicamente a sus
nietos a pesar de que sus ingresos no sean muy altos y procedan, por lo
general, de las pensiones. Esta ayuda resulta en muchos casos vital para las
familias.
Según datos de
la encuesta SHARE, siete de cada diez abuelos en España mantiene un contacto
diario con sus hijos, y un 37%, con sus nietos. Por otra parte, el 89% de niños
y jóvenes reconoce que disfruta del contacto cercano y diario de sus abuelos,
lo que resulta muy positivo, ya que este genera relaciones familiares
intergeneracionales muy enriquecedoras. No en vano, para muchas personas, ser
abuelo es una parte importante del ciclo de la vida. Por lo general, si se
mantiene un contacto frecuente se genera una relación muy especial con los
nietos, que muchos utilizan para salir de su zona de comodidad, sumando en
actividad y en bienestar. Los abuelos brindan a sus nietos afecto, cuidados,
experiencias vitales, comprensión, amistad, apoyo… y a cambio, reciben dosis de
entretenimiento, cariño, inspiración y compañía.
EL
VALOR DE LA EXPERIENCIA
“La idea de que
nadie es perfecto es un punto de vista más comúnmente aceptado por personas que
no tienen nietos”, Doug Larson
Aunque la
relación entre abuelos y nietos tiene infinidad de influencias positivas, hay
quien sostiene que tienden a consentir demasiado a sus nietos, o
que en ocasiones pueden minar la autoridad de los padres. A menudo tienen ideas
diferentes a las de estos acerca de la crianza de sus nietos, lo que puede
crear tensiones difíciles de gestionar. Por su parte, los padres pueden sentirse celosos de los
abuelos por el afecto que les profesan los más pequeños, cultivando
pensamientos venenosos como que sus hijos quieren más a sus padres que a ellos.
Cuando volvemos a convivir con nuestros padres tendemos a comportarnos de la
misma manera en la que lo hacíamos antes de emanciparnos. Los roces que
habíamos limado vuelven a aparecer, dolorosos, y con ellos las disputas, las
discusiones y las caras largas. Pero lo cierto es que ya no somos aquellos post-adolescentes, y
podemos cambiar la manera que tenemos de relacionarnos con ellos, sumando en
madurez y en responsabilidad.
Así, podemos
aprovechar la oportunidad que nos brinda esta etapa para acercarnos y reconciliarnos con nuestros
padres. Nuestra propia experiencia con la paternidad nos ayuda a
entender mejor su postura, y con el tiempo podemos comprender que nuestros
padres son sólo seres humanos que lo han hecho lo mejor que han sabido con los
recursos que han tenido. De ahí la importancia de respetar sus decisiones y elecciones,
optando por la escucha y la paciencia en vez de por alimentar el conflicto.
El mejor modo de prevenir y reconducir las desavenencias que pueden darse entre
padres y abuelos es la comunicación. Aplicar un poco de empatía
contribuye a aprender a respetar el punto de vista de nuestros interlocutores,
para aprender los unos de los otros.
Sin embargo,
cabe apuntar que el papel de los abuelos es distinto al de los padres, y la
relación de apego que se desarrolla con ellos también es diferente. Los abuelos
suelen ser más permisivos, optando por el apoyo y la empatía más que por la
disciplina y la autoridad, lo que suele dar lugar a una relación más
cómplice y relajada con sus nietos. Ejercen muchas funciones: cuidador,
compañero de juegos, referente, consejero, confidente, mediador…pero tal vez la
más valiosa sea la de ‘guardián de la memoria’. No en vano, son los
encargados de transmitir la historia y las tradiciones familiares a los más
pequeños.
Atesoran
información sobre nuestros orígenes, sobre cómo era su vida cuando eran
jóvenes… Y los más pequeños disfrutan escuchando y aprendiendo esas historias,
pues les ayudan a dar forma y sentido a la historia de su familia. Esta función
de ‘puente
intergeneracional’ también tiene un efecto positivo ‘rebote’ en la
relación entre padres e hijos, pues cuando los abuelos explican a sus nietos
cosas de sus padres cuando eran niños y jóvenes, contribuyen a que conozcan más
su pasado y comprendan más su presente, facilitando un entendimiento y
acercamiento entre ellos.
Llegados a
este punto, vale la pena recordar el valor que tiene la experiencia. Vivimos en
una cultura orientada permanentemente a enaltecer la juventud en todas sus
formas, en la que las personas de más de 60 años pasan a un invisible segundo
plano. Puede
que sea el momento de dedicar unos minutos a valorar y a agradecer a nuestros
padres y abuelos sus innumerables aportaciones a nuestra vida. Y
también su presencia, su constancia y su apoyo. Posiblemente las cosas no
siempre sean fáciles, y la inercia que nos arrastra no nos permite pararnos a
compartir tanto como nos gustaría. Pero basta una palabra cómplice, un abrazo sentido o un
gesto de cariño para recordarles lo mucho que significan para nosotros.
Ciertamente, merecen un homenaje. Por darnos raíces…y también alas.
En
clave de coaching
¿De
qué manera han influido los abuelos en mi vida?
¿Cuándo
fue la última vez que compartí con mis abuelos lo que significan para mí?
¿A
qué estoy esperando?
Libro
recomendado
‘El abuelo que saltó por la ventana y se largó’, de
Jonas Jonasson (Salamandra)
© Extracto del
artículo publicado en el suplemento de La Vanguardia ‘Estilos de Vida’ (ES)
Un gran mensaje, debemos cuidar y valorar a nuestros seres queridos. Este dispositivo es un gran ejemplo de amor y cuidado hacia nuestros benditos abuelos, as información en la página web oficial http://nanasist.wix.com/nanasit#!store/c21kz
ResponEliminaMuchas gracias!
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