Vivimos en un mundo en el que los
auténticos referentes brillan por su ausencia. Para verificarlo, no tenemos más
que echar un vistazo a las personas que nuestra sociedad actual eleva a los
altares de la popularidad. Ante este escenario, cabe preguntarnos: ¿Realmente
encarnan lo que es importante para nosotros? ¿Nos despiertan verdadera
admiración? ¿Nos inspiran a convertirnos en la mejor versión de nosotros
mismos? Tal vez sea el momento de plantearnos por qué los referentes
sociales y culturales contemporáneos a menudo no cumplen con estas
características.
En última instancia, nuestros
referentes son un reflejo de los valores, aspiraciones y prioridades que nos
guían a la hora de tomar decisiones para construir nuestra vida. Son una
proyección de nosotros mismos, de cómo vivimos y de cómo queremos vivir.
Y como no solemos darnos el tiempo y el espacio necesario para definir cuáles
son los nuestros, terminamos por asumir los que nos propone la sociedad. De ahí
el auge de personajes y personajillos televisivos, a menudo erigidos en
referentes nacionales. Esta realidad nos da información de hacia dónde nos
dirigimos.
Si aspiramos a romper este círculo
vicioso, tenemos que asumir el compromiso de mirarnos al espejo. La única
manera de cambiar nuestros referentes es cambiándonos a nosotros mismos, y para
ello tenemos que atrevernos a conocernos primero. Sólo así podremos redefinir
nuestras prioridades y aspiraciones, conectando con nuestros auténticos valores
humanos.
Valores
y prioridades
“Casi todo lo que realice
será insignificante, pero es muy importante que lo haga”, Mahatma Gandhi
Estamos inmersos en un momento
histórico de cambio. Nuestro sistema económico está en crisis y la
incertidumbre se impone como visión de futuro. La epidemia de especulación desatada
ha desembocado en la pérdida del sentido común y de la noción de aquello que
verdaderamente necesitamos. De ahí que cada vez más expertos afirmen que este
contexto económico es el reflejo de la profunda crisis de consciencia y de
valores que padece nuestra sociedad.
Si seguimos bailando al son de la
filosofía del materialismo, gran aliada de todo aquello tangible y
cuantificable, terminaremos por perdernos a nosotros mismos en el proceso. El
escenario actual es una invitación a la búsqueda de respuestas y de nuevos modelos de pensamiento.
Probablemente, un buen comienzo sería recuperar la esencia del mensaje de seres
humanos verdaderamente inspiradores, que revolucionaron al mundo con sus ideas
y cuya existencia ha dejado una huella imborrable en las páginas de la
historia.
El término ‘referente’, del latín referens,
suele utilizarse para nombrar a quien es un exponente o un símbolo en un ámbito
determinado. Buen ejemplo de ello son los filósofos Sócrates y Séneca, los
líderes Mahatma Gandhi y Martin Luther King y el psiquiatra Viktor Frankl, entre otros. La
autenticidad de estos testimonios es capaz de conmovernos, porque el ejemplo de
estos seres humanos nos recuerda la existencia de un ideal y la posibilidad de
hacerlo realidad. Eso es lo que les distingue como verdaderos referentes. Si
observamos sus vidas con detalle, encontramos un sinfín de similitudes. Todos
ellos nos invitan a ir más allá de los dogmas y las creencias limitadoras
que conforman nuestro paradigma, es decir, nuestra manera de ver y comprender
la realidad, para comenzar a experimentar por nosotros mismos. Para lograrlo,
proponen que utilicemos la filosofía como herramienta para cuestionar y
cuestionarnos, lo que nos lleva a desarrollar nuestro auténtico potencial.
La verdadera revolución reside en nuestra propia transformación. Y
quienes siguen este camino terminan por cosechar resultados extraordinarios.
Basta con repasar las vidas de estos personajes que se convirtieron en
verdaderos referentes. Todos ellos aportaron algo nuevo a la sociedad,
innovaron y confrontaron al ‘statu quo’ de la época. Una de las características
que definen a la mayoría de estos personajes es su función como agentes de
cambio. Y el cambio, en cualquier período histórico, genera grandes
resistencias. Especialmente por parte del poder establecido, que se siente
amenazado cuando alguien cuestiona su manera de hacer las cosas y propone
alternativas diferentes. Así, utiliza las herramientas que tiene a su alcance
-como el descrédito, la humillación pública e incluso la represión- para
mantener su posición de seguridad.
Sin embargo, aunque el mensajero muera, el mensaje
perdura. Y años después, sigue inspirando a miles de personas con su
genialidad, su valor, su compromiso y su fortaleza. Dado el contexto actual, resultaría
provechoso poner en práctica sus sugerencias. Todos ellos proponían cambios
novedosos desde un cómo diferente. Y su propia transformación terminó por
transformar el mundo. Pero para lograrlo, tenemos que cambiar nuestra manera de pensar.
La búsqueda de auténticos referentes nos acompaña en este proceso, ayudándonos
a desarrollar nuestro verdadero potencial y a trascender nuestras limitaciones.
Así es como podemos ir más allá de nuestro condicionamiento y aprender a pensar
de manera extraordinaria, tal como hicieron Sócrates o Gandhi.
Donde
reside la inspiración
“Quien tiene un porqué
para vivir terminará por encontrar el cómo”, Viktor Frankl
Los expertos sostienen que para poder
desarrollar nuestras capacidades, desde pequeños necesitamos disponer de
ejemplos y modelos humanos, filosóficos y prácticos, que nos sirvan de
referencia para construir nuestros valores, objetivos e ideales. Padres,
hermanos, amigos e incluso compañeros de trabajo nos inspiran en un momento u
otro de nuestra vida, nos ayudan a crecer, a aprender, a evolucionar. Es una
función tan valiosa como necesaria. De hecho, todos los seres humanos tienen el
potencial necesario para convertirse en referentes.
Buen ejemplo de ello es el catedrático
de Neurología y Psiquiatría de la Universidad de Viena, Viktor Frankl (1905 – 1997). En el año 1942, durante la invasión
nazi liderada por Adolf Hitler, Frankl decidió quedarse en Viena para no dejar
a sus ancianos padres, a pesar de que tenía la posibilidad de emigrar a Estados
Unidos con su mujer. Pocas semanas después, fue deportado junto al resto de su
familia a un campo de concentración.
Tras meses de impronunciables
vejaciones presenció la muerte de su padre, y también tuvo que renunciar a su
único consuelo: una libreta que contenía su exhaustiva investigación
profesional, que fue requisada y destruida por los soldados nazis. Dado que no tenía
medios para seguir escribiendo su obra, Frankl decidió ponerla en práctica. Las
extremas situaciones que estaba soportando le llevaron a ahondar en la
condición humana y en su eterna búsqueda de sentido. Su brillante
capacidad de observación y análisis le condujeron a una revolucionaria
conclusión: los seres humanos son capaces de conquistar su propia felicidad
mediante la conquista de la mente, es decir, de la actitud que toman frente a sus
circunstancias.
Él mismo puso en práctica esta premisa
al enfrentarse a la soledad y las privaciones del campo de concentración, y
sobrevivió. Finalmente, fue liberado el 27 de abril de 1945 por el ejército
norteamericano. Había perdido a sus padres, a su hermano y a su mujer, además
de incontables amigos y compañeros. Al regresar a Viena, escribió ‘El
hombre en busca de sentido’.
En esta obra autobiográfica, Frankl
afirma que “al hombre se le puede arrebatar todo,
salvo una cosa: la última de las libertades humanas, -la elección de la actitud
personal que debe adoptar frente al destino- para decidir su propio camino”.
Y añade: “Es precisamente esta libertad interior y
espiritual la que nadie nos puede arrebatar, la que confiere a la existencia
una intención y un sentido”.
De ahí brota la verdadera libertad: la
capacidad de elegir quién queremos ser en cada momento, por
adversas que resulten nuestras circunstancias. Para conseguirlo tan sólo
necesitamos compromiso,
coraje y entrenamiento. Y recordar que los referentes que escogemos,
las personas a las que admiramos y que nos inspiran… son un reflejo de quienes
podemos llegar a ser.
En
clave de coaching
- ¿Quién quieres ser?
- ¿Por qué y para quién vives?
- ¿Cómo quieres ser recordado cuando mueras?
Libro
recomendado
‘El hombre en busca de sentido’, de Victor
Frankl (Paidós)
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