El momento que más miedo
me da es siempre justo antes de empezar. Stephen King
Creemos que todo está perdido en los
momentos en los que nuestra vida llega a una encrucijada que nos dificulta
saber adónde ir, qué hacer o cómo solucionar el caos… Entonces es cuando
acabamos creyéndonos que ya no hay destino ni solución, disfrazando a nuestras
fuerzas de desesperanza.
Es en estos momentos que algunas
voces, algunos recuerdos o algunos escritos nos dirán “tienes que empezar de cero”.
Pero, ¿es realmente posible empezar de cero? ¿Puede llevarnos la vida a un
laberinto de donde es imposible salir?
Racionalmente es casi imposible
empezar de cero ya que.., ¿cómo podríamos dejar atrás ser nosotros mismos?
Incluso si llegásemos a cambiar totalmente nuestra forma de ser se produciría
por un cambio en la historia anterior que marcó nuestro “ser
en el mundo”.
Desde la lógica racional es casi
imposible “empezar de cero”, pero sí
es posible implicarnos en un nuevo rumbo, en un nuevo destino, en llevar
nuestro barco a otro puerto con el que previamente no contábamos.
Vivir implica activar soluciones, tomar decisiones. El
precio de poder respirar cada día es tener que elegir cuando nos lo dicta la
vida. Pero ahora llega la pregunta del millón: ¿cuándo debemos de hacerlo?
Sencillamente cuando nuestro balance es negativo;
es decir, cuando no percibimos nuestra estabilidad positiva y las consecuencias
negativas se acomodan ante nosotros y todo aquello que rodea nuestras
condiciones de vida.
¿Y es posible conseguir aquello que
llamamos “felicidad” con este cambio de rumbo? Pues la respuesta es clara, sí.
Aunque los cambios conllevan esfuerzos y sacrificios, al menos al principio.
Elegir implica luchar contra la
adversidad, contra incluso aquello que nos duele y que formó parte de nosotros,
contra la frustración de recordar cosas que nos reconfortaban o nos daban
estabilidad…
Pero pasada esta marea, ese tsunami
emocional que implica tomar decisiones y elegir nuestras condiciones de vida,
es posible volver a recuperar ese concepto tan personal como es la “felicidad”
y, por supuesto, llegar sentirla.
Empezar de cero también requiere tomar
decisiones dentro de la información que manejamos, decisiones que
implican un riesgo, un disconfort.
Tomar esas decisiones que cambian
nuestra vida requiere que seamos concienzudos a la hora de valorarlas ya que,
muy posiblemente, va a generar consecuencias importantes en nuestro entorno, consecuencias a
las que también deberemos enfrentarnos.
Empezar de cero no implica olvidar
sino de aprender;
aprender de nuestro pasado y de nuestro presente y estar dispuestos a generar un
nuevo futuro, puesto que con cada aprendizaje ampliamos nuestra
oportunidad de elegir, aumentamos nuestro bagaje y generamos oportunidades de
vida.
¿Quién no ha experimentado un cambio
de pareja, un cambio de trabajo, una mudanza o un cambio de valores? Este tipo
de sucesos suelen ir de la mano con un “me toca empezar de cero”.
También hay que entender que empezar
de cero no siempre significa romper con lo anterior, sino que puede ser tan
solo un cambio de perspectiva y de herramientas para enfrentarnos a aquello que
antes no podíamos.
Posiblemente en muchas ocasiones
habremos podido escuchar las experiencias de personas que han sobrevivido a una
enfermedad o a un accidente atroz y, como consecuencia, algo ha despertado en
ellos, dándoles la fuerza necesaria para cambiar el rumbo de sus vidas.
Estas personas empezaron a vivir de un
modo más inteligente a raíz de un suceso traumático, que por desgracia son los
que nos suelen hacer espabilar. Y, ¿qué es lo que ellos cambian? En primer
lugar comienzan
a hacer las cosas con las que siempre soñaron, comparten su tiempo
con las personas que aman o realizan los viajes que de otra forma nunca harían.
Estas personas empezaron de cero o
quizá, y digo quizá, valoraron desde otra visión el increíble viaje de su
existencia, de saborear cada segundo que pasa y de respirar tan hondo hasta
sentir que cada momento de nuestra vida es un regalo.
Porque cada día de nuestra vida es un
nuevo comienzo, una nueva oportunidad de ser quienes queremos ser, de sentir el
aire, el sol y las estrellas; pero, sobre todo,
es
una nueva oportunidad de sentir el rumbo que nos dicta nuestro corazón.
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