Tengo 61 años. Nací y vivo en Barcelona. Soy un nómada en todos
los aspectos, incluido el amor. No tengo hijos.
Soy profesor de Humanidades en la Pompeu Fabra. Me
considero ilustrado, antibárbaro y antimafioso, esa es mi idea sobre lo
político. Creo en dioses transitorios.
Una
luz distinta
"El día de la
agonía de mi padre me fijé en que mis manos eran igual que las suyas, y esa
asociación desencadenó una necesidad de ajuste de cuentas conmigo mismo", así nació Visiones desde el fondo del mar
(Acantilado), un libro compuesto de fragmentos de viajes, hondas reflexiones
con las que el lector puede dialogar y recuerdos sin nostalgia, en el que el
filósofo ha invertido siete años y que ya va por la segunda edición. El
conocimiento, dice, es reexplorar las cosas con una luz distinta, y en realidad
conocerse a uno mismo es reconciliarse con uno mismo.
"Nacemos habiendo olvidado la mitad de la frase y nos pasamos la vida
tratando de escribir, o recordar, la segunda mitad".
Hábleme de sus naufragios.
El naufragio es la situación
del ser humano. Aspiramos a ser un orden, un cosmos, pero vivimos en la tensión
del desorden, del caos.
¿Y cómo lo vive?
He desarrollado una conciencia
nómada, es decir, la idea de que la patria no es tanto el lugar donde uno ha
nacido, sino
lo que uno ha construido a través de lo que va rescatando tras los sucesivos
naufragios.
¿Desde cuándo lo sabe?
Cuando yo empezaba a nadar
siempre le daba la tabarra a un viejo pescador: "¿Qué hago si me atrapa un
remolino?". "Déjate succionar por él, al llegar al fondo él mismo te
impulsará hacia fuera". Ese es el principal consejo que he
recibido en mi vida.
¿Qué sabe del amor?
El amor es siempre una segunda oportunidad en la que puedes ser
más libre que en la primera. No somos un monólogo, siempre somos una polifonía. Me
parece un gran error intentar conocerse a uno mismo sólo a través de uno mismo.
Nos conocemos a través de los otros.
Sí. Casi dividiría la humanidad
en dos tipos de personas, las que están pendientes de que el mundo les pregunte
cómo están y las que le preguntan al mundo cómo está.
¿Qué ha aprendido de la muerte?
Siempre nos acompaña, está aquí
mientras hablamos. La muerte forma parte de la vida, pero a menudo estamos
muertos en vida, y la palabra que sintetiza la resurrección es ilusión.
¿Qué ha comprendido de la maldad?
Que sólo existe en el corto
plazo. ¿Quién se acuerda de la maldad de Gengis Kan?
¿Nos mueven pensamientos o emociones?
Los pensamientos son emociones enfriadas; y las emociones son
pensamientos sin domesticar. Lo bueno sería esa unidad
emoción-pensamiento, que implicaría algo ideal: la unidad cuerpo y espíritu,
que son lo mismo visto desde dos vertientes distintas.
¿Ha conocido a algún hombre feliz?
En un lugar donde se produce el
crepúsculo sobre el mar únicamente durante los diez últimos días de enero había
siempre un hombre que ante aquella maravilla empezaba a aplaudir y decía "¡bravo!". Para mí, este es el modelo de felicidad.
¿Se puede conquistar la felicidad?
En el momento en que no buscas es cuando se te da el don de la
felicidad, y así es con todas las grandes cosas.
¿Qué más ha comprendido?
La importancia del silencio, de la hospitalidad, de la
conversación, de mantener un estado de alerta del espíritu, ser un poco
felino: lento, lento, para ser el más veloz.
...
Para los griegos la ética, el
ethos, era la construcción de tu carácter, y ese fue un descubrimiento
fundamental: uno
tiene que actuar no según la moral de los demás, sino según el criterio propio.
Colectivamente vivimos en una sociedad en la que la gente prefiere mil veces estar en la
grada juzgando que estar en la arena actuando.
Hay que estar en la arena.
Sí. A los 16 años hice un
descubrimiento esencial: sentí que debía hacer un camino solitario porque no me
gusta ni la moral de los fuertes ni la de los débiles, y aún me gustan menos
las frecuentes alianzas entre fuertes y débiles. Se necesitan mutuamente.
¿Escoge un bando sin nombre?
Es que el bando más interesante
en todos los campos no tiene nombre, incluso desde el punto de vista social,
político o de las identidades. En el momento en que tú le pones nombre estas
poniendo todos los mecanismos para que se convierta en un engranaje mafioso.
Fíjese en el amor.
Mejor no darle nombre.
En cuanto le colocas noviazgo o
matrimonio, te estás introduciendo en el mundo de los intereses.
¿Poseer es un error?
Es el error en el que incurrimos en cada momento. Y el menor de
ese error son las posesiones materiales, el peor son las morales y
espirituales.
Creo que una de las grandes dificultades que emanan de la ley de la sangre, que
es la ley familiar, es que es un amor que a menudo se manifiesta como posesión.
Poseer es el mantra de hoy.
No solamente se predica la
posesión, sino
la posesión inmediata. Hemos creado un monstruo, la sociedad, que está muy seguro
de sus derechos y completamente ignorante de sus deberes.
Al final resulta que la magia o la
alegría están en el mismo atardecer de siempre.
Si tuviéramos aquí la balanza
de Osiris, veríamos que cada generación produce el mismo peso de las almas, es
decir, el mismo tipo de sensibilidad, de inteligencia, de audacia, de
curiosidad y también de estupidez, de muerte en vida... Creo que nuestra época
no es mejor ni peor, se trata del mismo amanecer desde posiciones distintas.
Como todos, se habrá preguntado qué
sentido tiene el transcurrir.
Reconozcamos que el sentido del
sentido de la vida varía mucho según el día e incluso la hora. Pero el sentido
de la vida como absoluto mejor no preguntárselo.
¿...?
El sentido de la vida es vivir de manera que el mañana tenga
envidia del hoy. Nos vamos construyendo y hay que restituir a la vida lo que te
ha dado multiplicado.
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