Muchas veces
nos falta ánimo para seguir adelante. Nos sentimos cansados y sin poder ver luz
en el horizonte. Es humano, de vez en cuando, sentirse así, tal como está de
complicado nuestro día a día. El árbol no nos deja ver el bosque, como las
circunstancias -muchas veces pasajeras y/o triviales- no nos dejan disfrutar de
la vida, en toda su plenitud. A veces solo bastaría que levantáramos
la mirada y, mirando hacia atrás, viéramos cuántas situaciones de nuestra
historia que un día nos preocuparon realmente incidieron significativamante en
nuestra vida de entonces o si hoy persisten en ella, como pensamos en su día…
Seguramente
hay momentos en que perdemos la perspectiva. Pero también hay otros momentos en
que se nos cae encima esa perspectiva de nuestra vida y nuestra mente nos
invita a acumular los hechos que nos hicieron sufrir y extraer la conclusión de
que la vida completa nuestra ha sido y es solo sufrimiento. Si lo pensamos
bien, esa afirmación es injusta, con nosotros mismos y con la propia vida. Lo
recordemos o no, en nuestra vida han habido momentos felices tanto como
infelices, aunque no siempre lo recordemos o lo tengamos presente. Pero la sesgada
mente nos invita a restringir esos recuerdos y solo incide en los
-aparentemente- negativos…
Ni que decir
tiene que la mayor parte del sufrimiento sirve para que despertemos a la
realidad! Sufrir,
nos guste o no, es aprender! Pero, independientemente de esta
función del sufrimiento, es incierto que nuestra vida completa esté solo llena
de él, como si no hubiéramos tenido jamás situaciones de felicidad, aunque solo
fuera efímera. La verdad es que tanto la felicidad como la infelicidad son -por
definición- efímeros, como lo es todo en nuestra vida cambiante. Lo que
precisamente convierte -o lo pretende- en crónica la alegría o la pena es
nuestra actitud ante la vida!
La actitud es precisamente lo que nos ayuda
a ver y valorar las diferentes circunstancias como lo que son, oportunidades… o
solo dificultades. En todo caso, ambas tienen su propio sentido, aunque no
siempre seamos capaces de verlo y apreciarlo así. A veces basta que pase el tiempo suficiente
para poder juzgarlas como lo que en realidad significaron, significan o
significarán en nuestra vida. Pero no podemos hacer que el tiempo
pase a nuestro antojo, por lo que es más práctico depositar nuestra confianza
en la vida y reconocer que todo en ella tiene su sentido profundo y su esencial
por qué. Así que mejor no juzgar de antemano, mejor confiar… y tener confianza
en lo que venga, sea lo que sea! Con el tiempo, la vida nos ayudará a
interpretar su profundo y verdadero significado y nos agradecerá esa confianza!
Pero no siempre es fácil confiar
gratuitamente y esperar que pase el tiempo para poder entender y aceptar lo que
nos trae la vida! Así que muchas veces deberemos buscar remedios
paliativos para soportar una situación que vivimos con sufrimiento. El mejor
recurso es, sin duda, buscar el significado profundo de nuestra vida,
lo que nos dará esa perspectiva necesaria o nos recordará que en ella todo
pasa, nada permanece. O, como mínimo, nos recordará que toda la vida no es más
que un continuo aprendizaje…
Otro recurso -más inmediato- es aprender de
los niños a vivir el aquí y ahora, con ilusión. Ellos son los verdaderos maestros de la vida, pues no acumulan
experiencias y creencias que socaven su razón, ni tienen en cuenta el futuro,
que ya llegará. Viven
simplemente el hoy! Y para ello se concentran en sus
emociones y sus sensaciones más inmediatas, sin tener en cuenta lo que ya pasó
o lo que tal vez llegará. Los niños sin duda viven con ilusión cada momento… lo que
para nosotros los adultos cargados de lastre del pasado o con expectativas de
futuro, ya sería todo un lujo o, como mínimo, una gran oportunidad.
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