El sueño olvidado
“La ilusión” (Planeta) es una pequeña fábula que cuenta cómo Esperanza recupera la ilusión y nació de la vivencia personal de su autor: “Yo pensaba que quería ser un alto ejecutivo atareado, con mi portátil, mi móvil y siempre de viaje. Pero algo no cuadraba porque empecé a tener ataques de pánico y caí en una depresión. Recordé que de niño -yo vengo de familia humilde- les pedí año tras año a mis padres una máquina de escribir. Finalmente me la compraron a plazos y escribí un pequeño relato que regalé a mis padres sobre un castillo embrujado. Todo eso lo había olvidado, escribir era mi ilusión enterrada por años de sentido común". ¿Todos albergamos un sueño olvidado?.
Tengo 41 años. Nací en Barcelona y vivo en l´Ametlla del Vallès. Estoy casado y tengo dos hijos, de 11 y 7 años. Licenciado en Ciencias de la Información. Aborrezco la injusticia, y los políticos actuales me parecen flojos. Prefiero la espiritualidad a la religión.
Y la ilusión se va… Porque dejamos de atenderla, y porque vivimos vidas que no nos corresponden, nos resignamos a vivir la vida que otros conciben para nosotros: "Deberías hacer esto y lo otro"...
Usted, ¿cuándo perdió la ilusión?
En el momento en que entendí la vida como un lugar duro en el que había que sobrevivir y hacer lo que tocaba hacer en lugar de aventurarme a realizar lo que me pedía el corazón, que era escribir.
¿Qué ocurrió?
Tenía 28 años, trabajaba en una empresa de relaciones públicas porque pensaba que lo que había que hacer era ganar dinero, ascender, tener una familia… Así estuve once años, pero el cuerpo empezó a darme avisos: crisis de pánico, tristeza súbita, depresión.
¿La sensación de que la vida no tiene sentido?
Sí, pero cualquiera que hubiera visto mi vida desde fuera hubiera dicho "¡qué suerte!". Tenía un buen trabajo, una familia estupenda..., quizá por eso me costó tanto salir de la depresión. Socialmente tenemos la obligación de ser felices y ocultamos todo aquello que representa una emoción negativa.
Eso es ser civilizado.
Mejor desenmascarar lo negativo: la tristeza, la rabia o el miedo hay que afrontarlos. Me llevó tiempo empezar a escuchar a mi cuerpo y aún más entenderlo.
¿Qué le decía?
Que no hay que renunciar a los sueños.
A veces, simplemente los olvidamos.
No hay que sustituir la ilusión por esos pésimos actores secundarios: el positivismo o el conformismo. Hay que aceptar la realidad y a uno mismo con sus limitaciones, pero no hay que dejar de escuchar lo que nos dice el corazón, esas cosas que te hacen vibrar. Y cuando pierdes la ilusión, tienes que pararte e intentar recordar qué es lo que en algún momento te hizo vibrar y reconducir tu vida hacia eso.
Solemos colocar fuera de nosotros las cosas vibrantes, los deseos.
Cuando estás deprimido, y yo lo he estado durante años, no ves más allá. Te construyes una celda, cierras y te tragas la llave. Convencido de que no puedes salir de ahí, te identificas con esa situación y temes que si sales perderás tu identidad.
Entiendo.
Durante años fui una persona taciturna, tristona, con tendencia a la nostalgia, estaba identificado con esa imagen. Pero también te puedes identificar con la imagen contraria porque también eres la contraria: la alegría, las ganas de vivir, la ilusión. Tiene mucho de actitud.
¿Cuál cree que es el camino?
Primero detenerte, buscar la serenidad, permitirte sentir lo que sientes.
¿Incapacidad?
Pues sí, contémplala. El segundo paso es rastrear en tu pasado, pero sin buscar las justificaciones a tu depresión porque caes en el victimismo. Quizá se trate de aceptar el pasado pero decidir que quieres vivir de otra manera y atreverte a imaginarlo.
¿Qué significa eso?.
Que las elecciones de tu vida las puedes tomar siendo coherente con tus ilusiones y deseos. Hay que recomponer la ilusión con los pedazos que hayan quedado, siempre es posible volver a soñar. Hay que ir a la infancia.
Suena tópico.
Lo sé, pero es cierto: mientras somos niños nos tomamos la vida como un juego, pero cuando crecemos nos dicen: "Se acabó el juego", y nos quitan algo muy valioso: entender que la vida tiene mucho de juego.
En el juego hay reglas.
Sí, y ganadores y perdedores, cosas buenas y malas que hay que aceptar con la distancia del jugador. Ilusión viene de illudere, que significa jugar. Sin juego no hay ilusión.
Lo decisivo de la ilusión es la anticipación.
La ilusión no sólo es proyectarte hacia el futuro pensando que aquello que deseas algún día se hará realidad, sino alimentar el presente con ilusión. La ilusión no huye del presente, significa estar en tu camino, haciendo lo que tú quieres hacer. Tendemos a pensar que la ilusión es una huida del presente.
Solemos colocar las ilusiones fuera de nosotros: una casa con jardín, un descapotable…
En ese caso, hay que preguntarse: ¿realmente es eso lo que me hace ilusión, o me hace ilusión lo que vendría con eso?. ¿Me hace ilusión tener una casa, o estar a gusto en un lugar rodeado de la gente que quiero y que vengan mis amigos a visitarme?.
Así es.
Yo distingo entre las pequeñas ilusiones y las grandes. Las pequeñas no te llenan la vida, son como pequeños afluentes que van a dar al gran río de la ilusión, que es ni más ni menos que darle sentido a tu vida. La ilusión por los objetos, en última instancia, tiene que ver con sentirse querido; esa es la gran ilusión de la mayoría.
¿Qué ejercicio propone para conseguir vivir ilusionado?.
La conciencia, tomar conciencia cada día de cómo estás, de cómo te sientes y ser consciente de que tú eres algo más que eso que estás sintiendo. Tendemos a identificarnos con nuestras emociones, pero nosotros somos algo más que nuestras emociones, así que podemos transitar por ellas y decidir si queremos seguir estando tristes o cambiar.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada