Autor: Alejandro Sanz
Tan importante una función como la otra, recordar y olvidar resultan primordiales para la vida. Nuestra vida, tal y como la concebimos, sería imposible sin la capacidad de recuperar pasajes felices de nuestra memoria, pero también sin la posibilidad que nos brinda el olvido de mitigar el dolor que provocado por ciertos recuerdos.
Olvidar es una gran facultad. Sirve para recobrar nuestra habilidad de aprender; sirve para discriminar y seleccionar nuestras respuestas ante todo tipo de situaciones futuras; para actuar con madurez, sabiduría, altura y resignación frente a la adversidad. También sirve para perdonar nuestros errores, y seguir adelante sin culpas y sin remordimientos. Podríamos decir que recordar es volver a vivir y olvidar es recordar sin sentir y si miramos hacia atrás en nuestra vida, la memoria nos dirá que somos lo que recordamos.
El hombre común y corriente, merced a la llamada "curva del olvido", pierde a las 8 horas el 80% de la información. Frágil memoria, como vemos, pero aún más frágil nos puede parecer si, como ahora contaré, somos conscientes de que un simple acto que repetimos decenas de veces cada día, como es cruzar una puerta, incrementa el olvido.
Resulta que investigadores de la Universidad de Notre Dame, han realizado un experimento muy curioso donde demuestran que un acto tan simple como cruzar el umbral de una puerta puede incrementar el olvido. Según estos psicólogos, pasar a través de una puerta crea simbólicamente un nuevo episodio que dificulta recordar la información o las vivencias que pertenecen a la habitación que apenas se ha dejado atrás.
Para llegar a estas conclusiones seleccionaron a un grupo de voluntarios que fueron sometidos a un entorno creado en realidad virtual que contenía 55 habitaciones de diseños diferentes, algunas grandes y otras más pequeña, pero todas con una mesa. Cuando las personas entraban, debían tomar un objeto del extremo de la mesa y caminar para depositarlo en el otro extremo. Y esta acción la repetían hasta terminar de trasladar determinados objetos, obviando otros que no debían tocar. A continuación, algunos participantes salían de la estancia pasando por una puerta abierta que conducía directamente a una nueva habitación o simplemente se movían al extremo de la habitación.
Luego, sobre la pantalla se mostraban los nombres de algunos objetos. Cada participante debía determinar si este objeto en cuestión había sido trasladado por ellos o era de los que habían permanecido sin tocar encima de la mesa.
Lo curioso fue que el recuerdo de las personas que habían caminado a través de la puerta era peor que el de quienes habían recorrido la misma distancia pero no habían salido de la habitación. ¿Por qué? Los psicólogos presuponen que la puerta representa un límite que marca el inicio de un nuevo episodio en la memoria por lo que nuestro cerebro tendría el “permiso para archivar” la información precedente. Al contrario, las personas que permanecen en el mismo sitio recuerdan con más facilidad, porque las informaciones aún no han sido “archivadas” y permanecen en su memoria de trabajo.
Otra explicación posible se basa en el simple hecho de que mantenerse en la misma habitación donde se realizó la actividad potencia el recuerdo. Esta idea proviene de la sabiduría popular que nos sugiere que cuando olvidamos algo, nos resulta más fácil recordarlo si regresamos al lugar donde surgió la idea.
Atravesar las puertas tiene un significado simbólico que potencia el olvido y, mientras más puertas se atraviesen, más difícil será recordar los hechos anteriores.
Obviamente, esta idea se aplica solo para los recuerdos insignificantes, porque bien sabemos que los recuerdos emocionalmente significativos no se ven afectados de forma tan sencilla sino que se mantienen casi indelebles en nuestra memoria.
Reflexión final: "Se llama memoria a la facultad de acordarse de aquello que quisiéramos olvidar." (Daniel Gélin)
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