Bill Talen (Reverendo Billy), actor y activista en contra del consumo
Tengo 53 años. Nací en Minnesota y vivo en Nueva York. Con mi mujer, Svitri D. , fundamos The Church of Stop Shopping (la Iglesia de Parar de Comprar). Tenemos una hija, Lena, de 12 meses. Debe haber una vida más allá del comprar y comprar. Creo en la vida misma.
El acicate del humor
El Reverendo Billy y su loco coro de gospel han cerrado el festival The Influencers de Barcelona. Festival que inauguraron hace ocho años entrando en un Starbucks y chuperreteando los dispensadores de bebidas. En esta ocasión han estado llorando en el Deutsche Bank por invertir en empresas que contribuyen a destrozar el planeta. Este activista incansable y su Iglesia de Parar de Comprar predican y cantan, con humor y sin violencia, los excesos de la sociedad de consumo. Su película ¿Qué compraría Jesús? (momentos estelares de sus performances) y su biografía ¿Qué debo hacer si el Reverendo Billy entra en mi tienda? le hicieron famoso. En el 2009 se presentó a la alcaldía de Nueva York.
Es usted un irreverente...
Utilizo esa manera de hacer de los cristianos apocalípticos, de los predicadores que se prodigan en las cadenas de televisión estadounidenses para denunciar la locura del consumo.
A eso me refería.
Lo irreverente es este círculo de explotación que nos incita a comprar cosas inútiles fabricadas sin respeto hacia los trabajadores y el medio ambiente.
¿Cómo se convirtió en reverendo?
Yo era un dramaturgo que en 1995 protestaba contra la tolerancia cero del alcalde Giuliani y que participó en las protestas antiglobalización de Seattle (1999). El reverendo Lanier vino a buscarme, me llevó frente a una tienda Disney y me dijo: "Necesitamos un predicador posreligioso, porque empresas como esta son los nuevos anticristos".
¿Y por qué un predicador?
Es una expresión muy genuina de la cultura americana, como el blues o el soul. Comprobé que Disney, la gran educadora de nuestros hijos, se enriquece explotando a trabajadores (pagándoles 0,16 dólares la hora en jornadas de 12 horas, incluidos sábados y domingos) en países como Sri Lanka.
...
Disney trabajaba codo a codo con Giuliani para limpiar el East Village y privatizar una gran zona en la que reinaban el arte y los espectáculos callejeros.
Entonces la suya es una comedia seria.
El humor deja sin capacidad de reacción al poder. Cuando entramos cantando en las sucursales de grandes bancos o centros comerciales no saben si reír o llamar a la policía, a la que jamás increpamos.
Y crucificó a Mickey Mouse.
De alguna forma Lanier se convirtió en mi director, con él comprendí que Jesucristo era un revolucionario que se resistió a las instituciones de su tiempo. Así que me propuse expulsar del templo a los filisteos. Empecé predicando en Times Square, la gente me seguía el ritmo, interactuaba conmigo.
Pronto tuvo un coro de gospel.
Sí, somos más de cien, todos uniformados y con banda de música. Ganamos el Off Broadway con nuestro primer espectáculo.
En un Starbucks de Barcelona usted y su coro chuparon todos los dispensadores de café y bebidas del establecimiento.
Esta cadena está ahogando los cafetales de todo el planeta. La idea es llamar la atención, que llegue el mensaje. "¡Oh, Señor, Redime a los pecadores y líbralos de las garras del consumismo! ¡Aleluya!".
Actúan como una auténtica Iglesia.
Sí, el público no sabe si lo que está viendo es una obra de teatro, un acto religioso o una manifestación política.
La Iglesia de Parar de Comprar.
Las tiendas de EE.UU. podrían vestir a todos los habitantes de América del Sur, América del Norte y Europa a la vez; somos auténticos adictos al shopping. Cualquier idea o sentimiento se convierte en un producto.
En eso son ustedes los reyes, sí.
El consumismo está destrozando este planeta. La respuesta son economías y comercios locales, saludables y sostenibles. Y para eso hay que boicotear las franquicias de las grandes cadenas.
... Pero dan trabajo a los locales.
Su sistema se basa en la expansión, cada trimestre su cuenta de resultados debe crecer, esa es su ley: el crecimiento continuo.
Nos hemos acostumbrado a esa locura.
Sí, ese es el problema, por eso yo hago el payaso, o como quiera llamarlo. Esas empresas son máquinas de creación de beneficios y están destrozando las comunidades.
Hizo una película sobre su gesta por todo Estados Unidos.
¿Qué compraría Jesucristo? Recorrimos Norteamérica la Navidad del 2005. Predicamos y cantamos en los grandes templos del consumo, y también de casa en casa.
Los norteamericanos se endeudan en Navidad para todo el año.
En Bloomington (Minnesota), hay un centro comercial con su propia fuerza policial, parque de atracciones, capilla para bodas y un campus universitario, todo ello rodeado de seis kilómetros y medio de escaparates.
Un modelo que triunfa y se impone.
Recibe más de 42 millones de visitas al año, más que el Capitolio, el monte Rushmore, el Gran Cañón y Disney juntos. Dimos a cientos de personas los trajes de gospel y juntos cantamos: "Creemos que en Navidad somos consumidores, pero somos consumidos".
También se ha ocupado de la cultura.
Querían derribar la casa de Edgar Allan Poe, en el centro de Nueva York, para construir un rascacielos. Nos colamos en el edificio junto a algunos periodistas, improvisé un discurso a favor de la imaginación que se emitió en todo el país y la salvamos. Fue una de las más de 50 veces que he sido arrestado, pero me soltaron sin cargos.
¿De qué viven?
¿No tendrá un par de dólares por ahí?
Entiendo.
Hay fundaciones que nos apoyan y cuando hacemos performances en el teatro, una iglesia desacralizada en el corazón de Manhattan con una larga tradición de movimientos sociales, cobramos una pequeña entrada. Pero el autobús en el que recorrimos América no tenía ni calefacción.
¿No exagera?
Los telepredicadores que llevan este disfraz que yo llevo tienen el apoyo de los grandes.
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