Las razones que llevan a los hombres y las mujeres a enamorarse son distintas. Y los errores que cometen también. Durante años el modo de actuar tras el flechazo de Cupido dibujó una foto fija que empieza a cambiar.
Dicen los tópicos que los hombres se enamoran por los ojos y las mujeres por el oído; que ellos las prefieren jóvenes y ellas a alguien a quien admirar; que las mujeres dan mucha más importancia al amor que los hombres; que ellas son más enamoradizas; que ellos pueden desligar con más facilidad el amor del sexo… ¿Hay algo o mucho de verdad en estos tópicos?, ¿qué les motiva a enamorarse?, ¿tan diferentes son cuando pierden la cabeza por amor?
“Creo que el enamoramiento puede estar motivado por razones distintas en hombres y mujeres”, considera Antoni Bolinches, psicólogo y sexólogo y autor del libro El arte de enamorar (DeBolsillo, 2010). “El amor y el enamoramiento son construcciones sociales. Son una forma de canalizar el instinto sexual. Por eso, cuando se enamora, el hombre es muy pulsional y ve a la mujer más como un sujeto erótico”. Según una investigación de la Academia Internacional de Investigación sobre Sexo, los hombres se fijan más en el físico de ellas, que a su vez dan más importancia al estatus de ellos. “Para la mujer –apunta– siguen importando más, en general, los aspectos psicológicos”.
¿Existe algo parecido a un hombre ideal? ¿Cómo lo moldearían si pudieran elegir las piezas? Bolinches razona que, en general, “la mujer se fija primero en la inteligencia; luego, en la simpatía, si se divierte con él; y, por último, en la personalidad, en que sea un hombre maduro, magnético”. Pero también añade que con todo, la inteligencia masculina que enamora es “la constructiva, la que hace que una mujer se sienta bien, no la inteligencia que apabulla”.
¿Y los hombres?, ¿de qué se enamoran? “Al principio, se enganchan por el atractivo femenino, pero, con el tiempo, esa atracción disminuye. Y, entonces, necesitan que esa relación sea más o menos cómoda. Buscan una compañera de viaje que suponga un apoyo emocional”. Pese a seguir siendo así, las pautas están cambiando. Para Victoria Ferrer, profesora de Psicología Social de la Universitat de les Illes Balears, “las mujeres cada vez se fijan más en el físico y los hombres, en aspectos como la inteligencia o el estatus. Podríamos decir –completa– que ambos necesitan ingredientes parecidos para enamorarse y que lo que cambia son las proporciones”.
La mujer se ha incorporado al mercado laboral y no se conforma con los roles de madre y esposa. Por tanto, las formas de enamorarse e iniciar una relación también están cambiando. “Actualmente conviven el mito de la princesa, que ha imperado hasta hace poco, y la mujer autosuficiente”, explica Ferrer. Es decir, conviven el deseo de encontrar un príncipe azul “que te salvará y será el centro de tu existencia” y el deseo de encontrar un hombre que sea fuerte pero también “sensible, tierno, comprensivo…” con el que compartir la vida.
Vivimos en un único escenario en el que se pueden representar diferentes guiones. Por un lado, aún gozan de buena prensa el amor romántico y la pasión arrebatada. Pero, por otro, hay un enamoramiento regido por leyes contables, más pragmático, vinculado a las propias necesidades, a lo que uno quiere recibir y está dispuesto a dar. Y esta mescolanza entre tradición y posmodernidad, entre el mito de la media naranja y el individualismo que antepone lo personal al amor para siempre, es lo que despista a ambos sexos. Para Marina Subirats, catedrática emérita de Sociología de la Universitat Autònoma de Barcelona, “el desencuentro actual entre hombres y mujeres está vinculado a una diferente velocidad de cambio de los modelos de género. Las mujeres –ilustra– han cambiado muy rápidamente, han aceptado nuevos roles y responsabilidades. Y quieren que los hombres sean capaces de hacer lo mismo: que sean compañeros, que sepan cuidar de la familia, querer, compartir. Y, sin embargo, el ritmo de cambio del género masculino está siendo mucho más lento”.
Aun así, los expertos consultados señalan que el amor sigue siendo un aspecto más importante en la vida de las mujeres. Lo que explica, por ejemplo, “que ellas sean más enamoradizas”, señala Antoni Bolinches. “Por tanto, cuando son infieles se enamoran más de sus amantes que los hombres, que pueden desligar sexo y amor con más facilidad”. Y para estos “continúa siendo prioritario el reconocimiento social, mientras que el amor o la relación de pareja queda en un segundo plano”, añade Ferrer.
Mientras hombres y mujeres evolucionan, también cambian los motivos y las formas del enamoramiento. Pero, para ambos, enamorarse tiene mucho de proyectar deseos inconscientes que no se pueden dominar. Deseos diferentes en hombres y mujeres porque la socialización es diferente. Como señala Marina Subirats, “hombres y mujeres se enamoran de manera diferente, porque los modelos de género son diferentes. Socialmente, una mujer sin pareja ha sido desvalorizada durante muchos años, por lo que el amor es en muchos casos una necesidad vital para existir como persona”.
Tirando del hilo de esos deseos inconscientes llegamos a la infancia y a cómo nos han educado, a los cuentos que nos han explicado, a las carencias que hemos sufrido… “Al enamorarnos nos sentimos atraídos por aquello que nos va a ir bien con esos deseos inconscientes”, certifica Isabel Menéndez, psicóloga y psicoanalista y autora del libro La construcción del amor (Espasa-Calpe, 2010). Ese deseo se materializa, por ejemplo, en “la admiración hacia una persona de más edad, una forma más femenina de enamorarse”, explica Bolinches. El típico caso de la chica que se enamora de un hombre 15 o 25 años mayor que ella. ¿Qué veríamos si pudiéramos radiografiar su psique? “Suele ocurrir que ella necesita y busca más un padre que un hombre”, apunta Isabel Menéndez. “Y cuando una mujer joven dice que los hombres de su edad le causan inseguridad, quizás está hablando de su propia inseguridad, que quiere compensar con un hombre mayor”. Y, en principio, más maduro.
También es interesante plantearse por qué un hombre de 50 años se puede enamorar de una mujer de 25. Un motivo obvio puede ser el enganche por un cuerpo joven que promete una segunda juventud. Pero, ¿hay algo más? “Suele pasar que el hombre es incapaz de sentirse bien con una mujer de su edad porque ve amenazada su identidad masculina y busca una mujer más joven y, por tanto, más dominable”. Como remarca Antoni Bolinches, “los hombres suelen preferir que las relaciones sean cómodas. Las mujeres todavía realizan una mayor inversión emocional en el enamoramiento”.
Por eso, el estudio El concepto de amor en España, realizado por Victoria Ferrer y otros investigadores de la Universitat de les Illes Balears, muestra que los hombres prefieren el estilo de amor lúdico, caracterizado por interacciones casuales, con poca implicación emocional, ausencia de expectativas futuras y evitación de la intimidad y la intensidad. “Para los hombres todavía está menos penalizado ir de relación en relación –explica Victoria Ferrer– y muchas mujeres siguen creyendo que el amor es para siempre, que existe una persona predestinada para ellas”. Otra conclusión es que hombres y mujeres de más edad valoran mucho el amor amistoso, un compromiso basado en los valores comunes y la amistad. Asimismo, las mujeres son más partidarias del amor pragmático, una mezcla de amor amistoso y amor lúdico. “Es la búsqueda racional de la pareja ideal, que cuadra con la idea de muchas mujeres del amor como refugio, aunque esto está cambiando y cada vez se ve menos”, recalca Ferrer. El amor se entiende como refugio, como centro de la vida y como principio y final de un proyecto vital. O “el amor como el opio de las mujeres”, considera Marina Subirats. En el sentido de que (parafraseando la famosa frase de Karl Marx: “La religión es el opio del pueblo”) muchas mujeres malviven en una relación de pareja, pero se aferran a la idea de que aman y son amadas para resistir. “El amor, como la religión, es una palabra transcendente. A menudo no es el afecto real a una persona, sino a un ideal alimentado por toda la sociedad y definido como lo más bonito que podemos vivir”.
Los expertos señalan que para muchas mujeres el enamoramiento es una culminación de su proyecto vital, una forma de establecer un vínculo estable, que les permita desarrollar su afectividad y construir su casa, su familia, sus afectos... En cambio, “para los hombres puede ser un momento de debilidad, de concesión ante la mujer, pero en general esto dura poco, y es más bien vivido como una conquista. De aquí una de las dificultades para entenderse, puesto que el horizonte temporal en el que se proyectan los enamoramientos es a menudo muy distinto para unas y otros”.
Con todo, y como considera Isabel Menéndez, “cuando muchas mujeres se dan cuenta de que el hombre no responde a lo que ellas necesitan o les gustaría se empeñan en cambiarlo porque se sienten fuertes, ya que él las quiere tanto”. Este es, a juicio de los expertos, uno de los errores más frecuentes que cometen las mujeres al enamorarse. Mientras que, para Antoni Bolinches, uno de los grandes errores de muchos hombres es su “tendencia a volverse como niños cuando inician una relación con una mujer, a dejarse llevar. Para un hombre, si la relación no está mal él ya está bien; para la mujer, si la relación no está muy bien, ella está mal. No hay que olvidar que el 80% de las rupturas de pareja se producen por iniciativa de ellas”. Y, como ellas suelen realizar una mayor inversión emocional, cuando las relaciones acaban suelen tardar más en enamorarse y emparejarse. “Si no han podido elaborar y resolver lo mal que lo han pasado en la relación –apunta Isabel Menéndez–, las mujeres prefieren la libertad de no emparejarse. Por su parte, los hombres prefieren estar acompañados, porque se permiten más libertad que ellas cuando están en pareja. No se sienten tan agobiados”.
¿Cuál sería entonces la manera correcta de enamorarse? Para Antoni Bolinches, sería necesario fundamentar ese enamoramiento “en las aportaciones recíprocas, no en las demandas recíprocas. Cada uno de nosotros somos tres: el padre, que dice lo que deberíamos hacer; el niño, que quiere hacer lo que le apetece; y el adulto, que es el intermediario entre ambos”. ¿Qué pasa cuando nos enamoramos? “En realidad, se enamora el niño. Pero es el adulto –concluye el psicólogo– el que debería gestionar ese sentimiento”.
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