Cuando rompemos los límites marcados, nos sentimos culpables. Pero esto
puede ser bueno, hacernos corregir nuestros fallos y ser la base para un cambio
positivo.
Crear sentimientos de culpa ha sido históricamente una manera de ejercer el
control y la represión.
Nos sentimos
culpables cuando no hacemos lo que nos hemos propuesto, cuando transgredimos
una norma que hemos interiorizado como válida, cuando nuestra reacción es
desmesurada. Impulsados por un anhelo de libertad, de transgresión o de
curiosidad, traspasamos los límites marcados. Al cruzarlos, surge un
sentimiento de culpa. La culpa es un autorreproche moral: hice algo mal cuando
podría haberlo hecho diferente. Un acto de integridad puede enderezar la culpa
que surge por haber quebrado la integridad.
La dificultad surge cuando la culpa nos hace sentir indignos, porque
entonces no permite la corrección, solo deja espacio para el castigo. Para ello es necesario ser honestos, reconocer nuestro error y, asentados en nuestra
dignidad, actuar con humildad.
Cuando la culpa brota de un
pensamiento crítico, genera autocastigo. Uno se siente mal y encima se castiga,
atrapándose en una espiral de culpa y castigo que puede elevar la situación a
dimensiones de tragedia. Por ejemplo, en un programa nocturno de radio al que llama
la gente para pedir consejo, he oído a mujeres maltratadas llorando desesperadas.
Algunas se sienten culpables: “Quizá hice algo o quizá me lo merecía”. En
algunas ocasiones, ellas han denunciado a su pareja, incluso lo han echado de
casa o se han separado, o él ha tenido una orden de alejamiento. Luego a la
mujer le da pena, quiere volver atrás, quisiera deshacer lo que ha hecho y
retirar la denuncia o acoger de nuevo al hombre. Ellas mismas no entienden su
culpabilidad. Dicen:
“No
sé por qué me da pena”.
“Pero ¿no te maltrató?”, responde el locutor. “Este hombre es maltratador, pero tú ¿cómo puedes aceptar que te trate
así? ¡Hasta tuviste que ir al hospital, te dejó malherida! ¿Cómo puedes
aceptarlo?”.
Él les quita la culpabilidad y ellas
siguen insistiendo:
“No
me siento bien y, por tanto, quisiera retirar la denuncia porque si no tampoco puedo
sentirme bien”.
Caen
en la trampa de la compensación, en la que la culpa las empuja hacia el pasado, para intentar complacer a las personas por las que se
sienten culpables.
DARSE CUENTA DE
NUESTRAS FALTAS
“Quienes buscan la perfección en todo no la logran en nada”. (Eugène
Delacroix)
La
culpa nos avisa de que hay algo que arreglar. Si nos disponemos a verlo, a dialogar y a aclararnos, vamos bien
encaminados. Darse
cuenta es bueno: es la base para cualquier cambio positivo. Es importante
no martirizarse. “La culpa permite
reconocer nuestras faltas, permite un intercambio, un respeto al otro”, afirma
Guillermo Kozameh, “pero si la culpa es
enfermiza, bloquea nuestra creatividad, nuestra espontaneidad y la fortuna de
realizar nuestros sueños”.
Cuando nos proponemos algo y no lo hacemos,
nos sentimos culpables. La pregunta que debe plantearse es: ¿dónde pongo
los límites, las normas de lo correcto?, ¿Cuáles son mis pautas internas en
base a las que me juzgo a mí y a los demás?
Cuando aparece la culpa, es momento de
revisar nuestras normas interiorizadas como buenas. Una parte de nosotros nos
impulsa a traspasarlas y otra nos frena con la culpabilidad. Quizá
deberíamos ampliar nuestros límites y cuestionar las creencias que los mantienen,
para que la próxima vez no sintamos que estamos transgrediendo. Si decidimos mantener
esos límites, entonces tengamos la voluntad de no cruzarlos. En esencia:
para salir de la culpa, ampliemos nuestros límites o bien decidamos no
traspasarlos más. Esto a veces nos cuesta. Decimos mentiras
piadosas, aunque creamos que está mal. Traspasamos las normas y mentimos,
aunque después nos arrepintamos. Sin embargo, no cambiamos nuestro
comportamiento.
Para no caer en la culpa una y otra vez,
debemos sanar las relaciones y liberarnos de los malos sentimientos. Si mantenemos
rencor, seguiremos actuando en contra de lo que consideramos que está bien. El rencor nos
mantiene en el “se lo haremos pagar” y entonces actuamos sin integridad con nuestros
valores. La ira nos domina. Luego nos sentimos culpables por cómo
hemos actuado.
La vía de salida de esta espiral de
rabia, resentimiento y culpa pasa por aceptar y perdonar. Aceptar lo que ha
ocurrido. Aceptar que le engañaron, aceptar su error y/o el del otro o aceptar
que le hirieron. Superar las ofensas es importante porque la venganza y las
culpas pueden envenenar la vida. El perdonarse y perdonar abrirá las vías para que eso
no ocurra.
DE LA CULPA A
LA RESPONSABILIDAD
“No puedes cambiar nada de lo que tú no seas responsable”. (Sergi Torres)
La culpabilidad puede emerger en
tres dimensiones: la personal, la interrelacional y la que está conectada
con las instituciones religiosas, los mandamientos y lo que es bueno
o es malo según lo que culturalmente se nos ha enseñado. En la dimensión religiosa,
cultural y/o tradicional tenemos interiorizado lo que son el bien y el mal, lo
correcto y lo incorrecto, lo perfecto y lo imperfecto, lo permitido y lo
prohibido. Nos sentimos culpables cuando traspasamos la línea entre ambos. Además
se da la posibilidad de sentirnos castigados por el grupo, la comunidad, las
instituciones o por las personas que las representan. Entonces no actuamos con
libertad. Por temor a la culpa o al castigo, nos reprimimos. Crear
sentimientos de culpa ha sido históricamente una manera de ejercer el control y
la represión. Estar en contacto con la naturaleza puede ayudarnos a
relativizar y a deshacernos de culpas innecesarias.
VALORARSE
“Muchas personas bloqueadas son personas creativas a quienes se les ha
hecho sentir culpables por sus talentos y sus dones”. (Julia Cameron)
Cuando traspasamos el límite de lo que
se considera aceptable (expresa o tácitamente), nos sentimos culpables. No
hemos seguido la norma “del clan”, sea este familiar, amistoso, profesional o
comunitario. Aparece la culpa y el miedo al rechazo. En casos así es útil
hablar para aligerarnos de la culpabilidad. Si no nos expresamos, crece en nuestro
interior y creamos malos sentimientos que podríamos evitar.
A veces preferimos sentirnos culpables
a cambiar. Preferimos culparnos a cambiar un patrón de comportamiento. Con esa
actitud nos sentimos pesados, rígidos y sin ligereza. Nos cuesta huir y
adaptarnos. Revise una situación que se repite en su vida por la que se siente
culpable. Piense en el precio que paga por mantener este comportamiento. Nadie le obliga
a comportarse así excepto usted mismo, atrévase a cambiar asumiendo la
responsabilidad de sus propias acciones.
Cuando uno se ve según le valoran
los demás y no cumple sus expectativas, se castiga a sí mismo sintiéndose
culpable. ¿Por qué nos autocastigamos? Cuando uno se siente culpable por sus
dones y talentos, a menudo esconde su luz por miedo a herir a los demás y acaba
hiriéndose a sí mismo. Restauremos a la persona que hemos abandonado: a
nosotros mismos. ¿Es creativo castigarse? Sea creativo para ser amoroso consigo
mismo desde la aceptación y la comprensión.
DEJAR DE MARTIRIZARSE
La culpa implica elección y
responsabilidad, sea o no consciente de ello. Debe tener claro lo que está o no
en sus manos. Lo que es o no una transgresión o quiebra de su integridad. Sin
esta comprensión, puede llegar a asumir la culpa de forma inadecuada. La culpa nos
tira al suelo, y con ella nos sentimos pequeños, encogidos, indignos. En cambio,
cuando nos sentimos responsables, nos levantamos. Cuando nos liberamos de la culpabilidad, vivimos
en paz en nuestro interior. Asumimos la responsabilidad y dejamos de
martirizarnos. Asumir la responsabilidad es constructivo, permite que nuestro
potencial permanezca despierto.
REFLEXIONES SOBRE LA CULPA
1. LIBROS
– ‘Un puente a la
realidad’, de Sergi Torres. Nos invita a asumir nuestra responsabilidad
y conectar con nuestro potencial.
– ‘El camino del
artista’, de Julia Cameron. Un libro en el que se nos dan las
pautas para liberarnos de la culpa, la rabia, la vergüenza, el resentimiento,
desbloqueando nuestro potencial creativo.
– ‘Un mundo nuevo
ahora’, de Ekhart Tolle. Nos invita a conectar con quienes somos
y a reflexionar sobre nuestra falsa identidad, el ego, que es quien
culpabiliza.
2. PELÍCULA
– ‘El árbol de la
vida’, de Terrence Malick. Nos invita a reflexionar sobre las dimensiones
de la culpa, la responsabilidad y el perdón.
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