La palabra egoísmo siempre tiene una acepción negativa. A ninguno de nosotros nos gusta que nos llamen egoístas, ya que ello quiere decir que sólo pensamos en nosotros mismos y que siempre nos ponemos por delante de los demás. Sin embargo, hay un tipo de egoísmo que todos deberíamos practicar, porque redunda tanto en nuestro beneficio como en el de los que nos rodean, que es el egoísmo sano.
Aunque parecen dos palabras incompatibles, no lo son. El egoísmo sano consiste en algo tan beneficioso para nuestra autoestima como respetar nuestras necesidades y nuestros sentimientos aunque los demás no lo hagan.
Frente al egoísmo, siempre se ha visto la dedicación abnegada hacia los demás como una virtud. Pero si siempre ponemos por delante las necesidades de los demás acabaremos por generar un gran nivel de estrés que, a la larga, supondrá un alto coste emocional para nosotros, hasta el punto que podemos terminar cayendo en una depresión.
Frente al egoísmo, siempre se ha visto la dedicación abnegada hacia los demás como una virtud. Pero si siempre ponemos por delante las necesidades de los demás acabaremos por generar un gran nivel de estrés que, a la larga, supondrá un alto coste emocional para nosotros, hasta el punto que podemos terminar cayendo en una depresión.
El egoísmo sano se basa en la idea de que la base de las relaciones es la reciprocidad, es decir, que haya un equilibrio entre dar y recibir. Esto no quiere decir que cuando demos lo hagamos con la intención de recibir, pero sí significa que tendremos que llegar a pactos y acuerdos tanto con nuestros familiares, pareja o amigos que nos permitan lograr un equilibrio entre sus demandas y las nuestras.
También debemos tener en cuenta que el egoísmo sano no significa pensar sólo en uno mismo. El egoísmo sano significa hacer lo que es mejor para cada uno para que nuestras relaciones con los demás sean beneficiosas y enriquecedoras para todos. Si somos egoístamente sanos no necesitaremos ser manipuladores, ni practicar chantaje emocional o comportamientos pasivo-agresivos para lograr lo que queremos, lo que redunda en relaciones personales más sanas.
Relaciones con egoístas
El egoísmo, en una relación es la causa subyacente de la mayoría de relaciones fallidas. Nada puede ser más dañino que una pareja que no se preocupe por ti, que no te cuide o que no se preocupe por la relación en general. El egoísmo en una relación va apareciendo en pequeños incidentes y, a continuación, va tomando forma de hábito en el que uno de los dos sufre excesivamente.
¿Qué es el egoísmo, en una relación? Las relaciones de pareja son una manifestación maravillosa de amor. Mientras que una relación basada en los sólidos cimientos de amor y compromiso crece día a día, una relación marcada por las huellas del egoísmo y la falta de respeto por parte de uno de los dos, es una verdadera pesadilla. Si bien no se puede esperar la perfección completa de una persona, hay que buscar el punto medio entre los dos que convierta la relación en algo maravilloso.
El egoísmo, en una relación comienza, cuando cualquiera de los está demasiado preocupado con sus necesidades físicas y emocionales, dando menos enfoque y pensando menos en el otro. Una pareja egoísta, comenzará a dominar la relación, y cargará diferentes situaciones de premisas ilógicas.
La gravedad del problema se intensifica, cuando la pareja que sufre es incapaz de averiguar la causa de este comportamiento irracional del egoísta. Cualquier charla y discusión sobre la relación es refutada por el egoísta y poco a poco la relación se irá destruyendo.
Me parece una visión acertada, pero me chirría el termino "egoísmo sano". El egoísmo, por definición, es inmoderado, excesivo y desmedido. Yo utilizaría el término respeto (hacia uno mismo y hacia los que comparten la relación).
ResponEliminaGracias Joan.
...más allá de terminologías, coincido en que es imprescindible que la premisa sea procurarnos el bienestar propio. Igual que las ondas que provoca una piedra al caer sobre la superficie plana de un lago, así nuestro bienestar se extenderá desde nosotros en círculos concéntricos infinitos. Naturalmente desde un punto de partida maduro y generoso, no basado en un enfermizo YO, YO, YO... Este planteamiento A MÍ me vale para todas las relaciones, las que viene "de serie", como la familia por ejemplo, y para aquellas con las que me comprometo durante el camino. Naturalmente a veces me resulta más fácil escribirlo que vivirlo, pero en eso estamos, no?...
ResponEliminaUn abrazo, Cristina.