En la vida, pedir ayuda a a los demás puede resultar embarazoso y para algunos incluso una experiencia muy dolorosa. Solicitando ayuda dejamos en evidencia ante los otros, sin dobleces ni artificios, muestra nuestra propia debilidad a la par que nos exponemos también a un eventual rechazo. Y sin embargo, a pesar de todos los miedos, prevenciones y recelos que podamos sentir deberíamos interiorizar que para la mayoría de los seres humanos es un alivio decir sí.
El resultado de una investigación de la Universidad de Columbia, publicada en el Journal of Personality and Social Psychology, ha llegado a la conclusión de que la mayoría de nosotros subestimamos cuán dispuestos están los demás a ayudarnos. Esto se explica por nuestra tendencia egocéntrica, que nos hace difícil entender lo que otros piensan y sienten al estar atrapados en una maraña de prejuicios e ideas preconcebidas.
Es un hecho que cuando le pides a alguien que te ayude, es mucho más incómodo y vergonzoso para ellos decir 'no' que lo que pensamos habitualmente. Y es aún más que eso: no entendemos hasta qué punto la presión social apremia a la gente a dar una respuesta afirmativa a nuestra petición.
Visto así, si deseamos ayuda solo deberíamos pedirla, dejando a un lado el temor anticipado a una negativa. La gente es mucho más propensa a ayudar de lo que admitimos, especialmente, y como es lógico, si la solicitud es relativamente pequeña. El ser humano, a pesar de sus múltiples egoísmos, necesita sentir el placer de ayudar a los demás de vez en cuando. Nunca lo olvidemos.
Reflexión final: "El que puede socorrer a quien va a perecer y no lo socorre, lo mata." (Séneca)
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