La sociedad patriarcal genera unas altísimas dosis de violencia
Permitiendo que el corazón guíe nuestro comportamiento podemos
ser más amorosos y benevolentes
El resquebrajamiento de nuestra sociedad primermundista del bienestar se hace cada día más
evidente. Las estructuras sociales vigentes, incluyendo la económica, la
política o la educativa, no están dando respuesta al callejón sin salida en el
que nos metimos hace tiempo. Sin embargo, seguimos reforzando esas mismas
estructuras, con la vaga y vana esperanza de alcanzar un ideal de sociedad que
se revela como progresivamente ilusorio, a medida que más individuos son
abandonados en las cunetas de las autopistas que supuestamente nos dirigen
hacia el endiosado progreso económico y la abundancia material.
Difícilmente podemos rebatir las palabras de Jiddu Krishnamurti:
“Nuestra sociedad es el resultado de
la astucia, el engaño, la codicia y la mala voluntad del hombre. Para crear una nueva sociedad hay que comprender y examinar la estructura
que está desintegrándose, y
para ello tenemos que comprender el proceso psicológico del ser. Adaptarse a
una sociedad enferma no es ningún síntoma de salud”.
Quizás por ello el psiquiatra húngaro Thomas Szasz, uno de los padres
de la llamada antipsiquiatría,
afirmaba que “la
locura es la única reacción sana a nuestra sociedad enferma”.
Del mismo modo, Jutta
ten Herkel nos dice que “la
estructura social actual es la raíz de las enfermedades sociales y personales”. Jutta ten Herkel, psicóloga formada en distintas
terapias humanistas, desarrolla desde 1993 una intensa actividad en distintos
países europeos en el campo de la psicología sistémica (constelaciones
sistémicas). Esta terapia profundiza en las dinámicas que se dan en familias y
organizaciones, entre los individuos que las componen y como éstas afectan a
las relaciones y a la posición de cada uno en la sociedad y en el mundo. En
línea con el trabajo de Claudio
Naranjo, ha analizado desde la perspectiva sistémica la estructura patriarcal
de nuestra sociedad. En La mente patriarcal dice Naranjo:
“La sociedad patriarcal existe en
interdependencia con la mente patriarcal: Una forma de organización psíquica
que perpetua el dominio masculino en la sociedad haciendo que predomine la agresión sobre la ternura, la competición sobre
la colaboración, la explotación sobre el cultivo, y
en la que milenios de dominio del padre en la familia ha generado el reemplazo
de los sanos vínculos fraternales por vínculos de obediencia y dependencia por
parte de personas crónicamente infantilizadas”.
“Tenemos que evolucionar hacia valores como la
cooperación”
Para Ten Herkel, que en España fundó el Centro de
Estudios Sistémicos en Canarias y en Madrid, “aunque
la cara más visible del patriarcado es el dominio del hombre sobre la mujer, su
fundamento básico es la preponderancia del intelecto sobre el corazón y los
instintos”. Si no queremos seguir atrapados en el tiempo, como
en la conocida película protagonizada por Bill Murray y Andie
MacDowell, obteniendo los mismos resultados, "en nuestras relaciones debemos
poner el énfasis en el equilibrio entre el dar y el tomar y en el respeto por
las diferencias, asumiendo cada uno su parte de responsabilidad cuando las
cosas no van bien. Como padres y educadores necesitamos ser
conscientes del efecto que la estructura social ocasiona y de la oportunidad de
transmitir valores diferentes a los niños”. En este sentido,
ella no ve grandes diferencias entre la educación en España y en otros países
europeos, “donde
prima la transmisión de conocimientos y el profesorado está muy ‘quemado’. No
creo que en España, en términos de cantidad de conocimientos, los alumnos estén
peor que en el resto de Europa. Los docentes están muy frustrados y presionados
en casi todas partes”.
Los grandes males de nuestra sociedad son el miedo a cambiar la manera de hacer las
cosas que nos mantiene atenazados, y
una codicia sin límites que nos lleva a acumular, a amasar continuamente
pero sin que esto nos de ninguna satisfacción ni alegría. “La estructura social actual se basa en la codicia, la
competitividad, el abuso de la fuerza, la manipulación, la lucha por la
supervivencia y la compulsión del hacer. Tenemos una gran oportunidad para
evolucionar hacia valores
como la cooperación, la solidaridad, el equilibrio entre el ser y el hacer, la
sensibilidad, el respeto y la coherencia.Podemos dar más oportunidades a la
alegría frente a la seriedad, a
la espontaneidad y la libertad frente a la adaptación, la norma y la disciplina,
a la intuición frente a la memoria, a las conciencias corporal y emocional
frente a la intelectualidad y el conocimiento científico, a la tranquilidad y
la calma frente a la rapidez y la urgencia, y al autoconocimiento frente a lo
externo. No se trata de que unos valores anulen a los otros, sino de
equilibrarlos. De esta manera se generan personas autónomas con capacidad para
relacionarse de manera sana”.
La competencia existencial como eje curricular
El modelo educativo que conocemos, sobre el que se
asienta el patriarcado, concibe el hacer como el medio más útil e
incuestionable para alcanzar el fin supremo de la sociedad patriarcal: tener. “Como ha dicho de manera muy bella Eckhart Tolle, necesitamos todo
este materialismo para tener una identidad. Identidad del coche o la casa que
tengo (aquí podemos incluir todos nuestros consumos, incluyendo la cultura o el
colegio de nuestros hijos y llegando hasta la pareja o los amigos). También ocurre con el conocimiento,
cuya acumulación supone una huida de uno mismo, de la verdadera sabiduría.
¿Qué hago conmigo mismo si no estoy haciendo algo? También la terapia puede ser
una fuga de mi mismo y esperar que otro me de la solución. El objetivo sería caminar hacia la congruencia, entendiendo a ésta como
SER, y que este ser sea el resultado de que el pensar y el sentir (vida
interna) coincidan con el expresar y el hacer (vida externa)”.
La sociedad patriarcal genera unas altísimas dosis
de violencia, cuya cara más visible es la violencia de género que se cobra dos
muertes a la semana en Europa. Esta es sólo la punta del iceberg de todo el
drama y violencia que resulta de un sistema de oprimidos y opresores en todos
los ámbitos sociales. “El modelo educativo que
proponemos pretende que hombres y mujeres sean conscientes de sus emociones y
se responsabilicen de ellas. Trabajamos por lo que hemos llamado ‘Paz de Género’. Este concepto
pasa por permitir a las mujeres
explorar, conocer, sentir, mostrar y hacerse cargo de su rabia, su ira y su
violencia, y lo mismo a los hombres con su vulnerabilidad, su tristeza y su
dolor. Suprimiendo o reprimiendo todas estas emociones el resultado es una
agresividad latente que a menudo estalla violentamente”. La propuesta de
Ten Herkel para padres y profesores y para el conjunto del sistema educativo,
pasa por introducir el “concepto de competencia existencial como eje curricular, explicado como
competencia integradora de nuestras tres voces internas: la razón, la emoción y el instinto. Una educación creativa y
amorosa facilitará el tránsito hacia generaciones más pacíficas y amables que
la nuestra”.
Amar a otra persona no significa perdernos en ella
¿Cómo podemos contribuir cada uno de nosotros a
esta alternativa?
“Yo me sentí muy inspirada por
alguien a quien escuché en Londres y a quien admiro, el arzobispo sudafricano y
Premio Nobel de la Paz, Desmond
Tutu, que varias veces respondió a la pregunta de qué podemos hacer para
acabar con el racismo, de manera bien simple, cada uno en su pequeño rincón. La
otra opción sería deprimirnos mucho y sentirnos fatal, pues si miramos hacia
fuera todo parece un desastre. El estado de la educación es catastrófico, todo
lo que apoya el desarrollo humano de la persona, al no traducirse en resultados
inmediatos, se recorta, la inspección educativa es cada vez más opresiva y
controladora, etc. Hay
alternativa, desde nuestro pequeño lugar, y ésta se traduce en ser más
conscientes de nuestra manera de ser y de reaccionar, lo cual nos permitirá tener más oportunidad de elegir. Permitiendo
que nuestro corazón guíe nuestro comportamiento, podremos ser más amorosos,
amables y benevolentes. Esto no
significa ser débiles ni perder nuestro lugar o nuestra identidad, del mismo
modo que asumir nuestro
poder interior no significa dominar al otro, y que amar a otra persona no significa perdernos en ella ni delegarle
la responsabilidad de nuestro bienestar”.
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