William Browder, financiero en guerra por la defensa de los
derechos humanos.
Tengo 48 años. Nací en Nueva Jersey y vivo en Londres. Cofundé y dirijo un fondo de inversiones: Hermitage Capital. Vivo amenazado, no puedo hablar de mi familia. Me he topado con muchos políticos irresponsables, mi objetivo es
denunciarlos. Creo en la bondad humana
Cruzada millonaria
Ha amasado una fortuna mediante su gestión del fondo de
inversiones británico Hermitage. Asiduo del Foro Económico Mundial de Davos, su
influencia es notable. Tras diez años haciendo negocios en Rusia denunció las
corruptelas que fue encontrando. La respuesta del Gobierno ruso fue expulsarlo
del país. Su abogado, Serguéi Magnitsky, fue asesinado por denunciar un caso de
malversación de fondos de altos cargos policiales y funcionarios. Desde
entonces, Bill dedica su fortuna a acabar con la impunidad en la violación de
los derechos humanos. El Festival de Cine y Derechos Humanos de Barcelona
presentó el documental Justice for
Sergei (galardonado en Berlín y Bruselas) sobre este caso.
Un financiero en busca de justicia?
Tengo dos propósitos: uno es hacer justicia en el caso del asesinato de
mi amigo y abogado Serguéi Magnitsky en Rusia; y el otro, que la gente buena
como él, que quiere denunciar abusos, no corra su misma suerte.
Y lo hace poniendo entre la espada y la pared a líderes
mundiales.
Les planteo un dilema: "¿Qué es más
importante: sus relaciones con el Gobierno ruso o la defensa de los derechos
humanos?". Y si optan por lo
primero, recurro a la prensa y han de responder públicamente.
Muy listo.
En 1996 establecí en Rusia un fondo de inversión de Hermitage Capital,
del que soy el jefe ejecutivo, y que se convirtió en el más grande del país. Me
di cuenta de que en muchas de las empresas en las que quería invertir había
corrupción, y decidí denunciarlo.
Y le expulsaron de Rusia.
Sí. Un año y medio después mi oficina en Moscú fue asaltada por 18
policías. Se llevaron todos los documentos y se apropiaron de todas las
empresas en las que invertíamos. Fue entonces cuando contraté a Serguéi
Magnitsky, que descubrió un enorme fraude contra el propio Gobierno ruso.
¿Por parte de quién?
Policía corrupta que junto con redes mafiosas y altos cargos
ministeriales desvió 230 millones de dólares. Serguéi testificó contra estas
personas. Un mes después, los policías implicados le detuvieron, le torturaron
y le recluyeron en condiciones inhumanas.
Murió.
Sí, tras 358 días de infierno, a los 37 años. Dejó mujer, dos hijos y una madre que dependía de él. Lo supe a la mañana siguiente y fue como una puñalada en el corazón.
Sí, tras 358 días de infierno, a los 37 años. Dejó mujer, dos hijos y una madre que dependía de él. Lo supe a la mañana siguiente y fue como una puñalada en el corazón.
¿Por qué?
Lo cogieron a él porque no pudieron cogerme a mí. Prometí a su familia y
a mí mismo que ese crimen no quedaría impune, así que llevo dos años y medio
con esta campaña, que tiene tres patas: legal, política y mediática, para que
se haga justicia en este caso y no se repita.
¿La hace personalmente?
Sí, yo soy el que da la cara, pero también he creado un equipo de
juristas. Quiero demostrar la gran impunidad del poder.
Impune hasta el punto de que lo que extraña no es que
asesinaran a Serguéi, sino que usted haga lo que hace.
Soy un emprendedor exitoso y aplico mis cualidades a la defensa de los
derechos humanos, y como no sufro ningún tipo de burocracia, como les ocurre a
las grandes oenegés, ni tengo que pedir dinero a nadie porque invierto el mío,
y estoy muy motivado, siento que puedo mover montañas que otros no pueden.
Visita personalmente a políticos por todo el mundo.
Primero intenté hacer justicia dentro de Rusia, pero el Gobierno
protegió a sus altos cargos, así que decidí buscar justicia fuera de Rusia.
Como el crimen que se cometió contra Serguéi fue financiero y la gente que lo
cometió invierte su dinero fuera de Rusia, pensé que ese era su punto débil.
¿...?
Quitarles la posibilidad de viajar a Europa o Estados Unidos, de educar a sus hijos en Oxford o de comprar pisos en las capitales europeas es un castigo enorme para ellos. Trabajo con políticos de Estados Unidos, Canadá y Europa para congelar los bienes de esta gente y prohibirle los visados.
Quitarles la posibilidad de viajar a Europa o Estados Unidos, de educar a sus hijos en Oxford o de comprar pisos en las capitales europeas es un castigo enorme para ellos. Trabajo con políticos de Estados Unidos, Canadá y Europa para congelar los bienes de esta gente y prohibirle los visados.
¿Con éxito?
En Estados Unidos se ha aprobado la llamada ley Magnitsky con esos
fines, y he convencido a las autoridades suizas para congelar las cuentas
bancarias de algunos de ellos.
Debe de ser usted muy persuasivo.
El Parlamento Europeo también aplicará esta medida en todos los países
miembros, pero no puede obligar a los países a aplicarla, por eso viajo y me
entrevisto con todos los políticos. Hablé en el Parlamento holandés y todos
votaron a favor, igual que en el británico, el sueco y el polaco. Ayer estuve en
el Parlamento español y esta mañana en Portugal. La próxima semana me voy a
Italia.
En dos años ha conseguido usted lo que no ha conseguido la
ONU.
Mi objetivo es cambiar cómo los países
condenan la impunidad en derechos humanos. No se trata sólo de condenar, sino también de
actuar, y esta ley es un acto concreto.
En estos años de intensa relación con los políticos, ¿qué ha
entendido?
No hay ni un solo ministerio de Asuntos
Exteriores en el mundo que quiera hacer lo correcto. La única manera de conseguirlo es
avergonzándolos sacándolo a la luz pública con la colaboración de la prensa.
¿Y personalmente?
Esta tragedia me ha hecho ver el lado
bueno del ser humano, que creía que no existía, porque en Wall Street, mi
mundo, a nadie le importan los derechos humanos. Nadie hace nada por otro si no hay un beneficio
económico. En cambio, en el mundo de la justicia hay gente que se mueve por
valores.
¿Es el único financiero con corazón?
¿Es el único financiero con corazón?
Alguno más habrá, pero no muchos.
¿Qué les pasa a sus colegas?
Que están descontrolados, hacen y
deshacen a su antojo. No confíe en los banqueros, no nos sacarán de esta
crisis, es un sálvese quien pueda, pero también los arrollará.
Vive amenazado de muerte.
Sí, pero no siento miedo, siento rabia.
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