Callar, un
derecho y una virtud. También callando defendemos nuestro espacio personal y
nuestros ritmos.
Si bien los
maestros y filósofos de todos los tiempos han alabado el silencio como una
virtud, hablar poco está socialmente tan reprobado como hablar en exceso.
Las personas
que hablan poco se exponen poco y eso crea incertidumbre a los demás, ya que no
pueden prever sus reacciones, intenciones o propósitos ni su influencia sobre
ellos.
Permanecer en silencio es una muestra de respeto cuando no
tenemos nada bueno que decir y un derecho que bien ejercitado protege nuestra
intimidad,
nuestro espacio y nos evita conflictos que poco aportan al bienestar personal y
social.
El conflicto
aparece a veces cuando nos presionan para que demos nuestra opinión: “Si no digo
nada, se van a creer que soy tonto”, “Si no respondo, se va a enfadar conmigo”,
“Si no comento, creerán que no me intereso por ellos”.
Entre tu derecho a callar y su necesidad de saber, ¿qué eliges?
Nadie debería
enfadarse, juzgarte, apartarte o entristecerse porque en un momento determinado
no tengas ganas de compartir tus emociones, opiniones o conocimientos con
ellos.
Evitar un conflicto o situación tensa, el desconocimiento de un
tema, la falta de ganas… Cualquiera que sea el motivo por el
que eliges callar, no está de más que informes a tu interlocutor de tu elección
para que no se sienta herido y respete tu decisión:
·
No me apetece compartir mi opinión en
este momento, otro día hablamos de ello.
·
No tengo nada nuevo que añadir o
comentar sobre este tema.
·
Necesito pensar sobre ello antes de
comentarlo.
·
No tengo una opinión formada al
respecto, me gusta escucharos para poder tener más información.
·
Ahora no me siento con ganas de
hablar, en otro momento cuenta conmigo.
·
Me apetece está en silencio, me
encantará que me acompañes si te apetece.
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