La
comunicación política pasa por horas bajas. Aunque los votamos, no los creemos.
¿Qué falla? ¿Cómo podrían ganarse nuestra complicidad? Para empezar, escuchando
más y mejor.
Vivimos
tiempos dificiles, y la comunicación política está
en muchos casos complicando falsamente la realidad, buscando con ello
beneficios tácticos, y . . el resultado global es el desaliento de toda la sociedad.
"Muchos políticos nos hablan de su servicio a la gente, cuando escenifican a diario todo lo contrario"
“Sabemos qué es lo que hay que hacer, y lo vamos a
hacer.
Y por eso hacemos lo
que hemos
dicho que íbamos a hacer. Y por
eso seguiremos haciendo aquello que nos toca hacer, a
pesar de que alguno no
se crea que vamos a hacer lo que hemos dicho que íbamos a
hacer".
Esta es la transcripción
literal de una intervención de un político de primera línea en las últimas
elecciones, que tuvo lugar
en un polideportivo lleno a reventar de un enjambre de seguidores que aplaudían enardecidos. Un ejemplo de cómo decirlo todo sin decir nada, o de cómo, simple y llanamente, no decir nada.
La comunicación política se ha desconectado en muchos casos de los ciudadanos. Las
campañas electorales son un
gran teatro en el que cada partido moviliza a sus fieles seguidores, mientras la gran mayoría de la
gente trata de ignorarlas haciendo zapping a cada bloque electoral. ¿Qué está ocurriendo para que nos sintamos tan lejos de la mayoría nuestros políticos?
INVIRTIENDO LOS PAPELES.
Desde mi punto de vista, todo
comienza por un error
fundamental que algunos políticos cometen: en la comunicación política, en lugar de estar el político al servicio de la gente, ponen a la gente al servicio del político.
Observemos cualquier acto político,
desde inauguraciones hasta fiestas populares, pasando por cenas, celebraciones o cualquier
acto social. En
la mayoría
de los casos, la estrella es el político. Es el último en llegar y el primero en desaparecer. A él
todos le han de esperar. Él no
espera a nadie. Él habla y la gente escucha, cuando lo lógico sería que él quisiera escuchar, y animase a los ciudadanos a contarle, a hablar.
Muchos políticos han
confundido su papel.
Nos hablan de su servicio a la gente, cuando escenifican a diario todo lo contrario. He
asistido a actos de participación ciudadana en los que
el encadenado de parlamentos de cada
político se ha comido literalmente el
tiempo de debate, y en los que ni
un solo ciudadano ha tenido la más
mínima ocasión de abrir la boca. Y puedo contar con los dedos de la mano
los actos a los que he asistido (y he
asistido a muchos) en los que el político de turno se ha interesado de verdad por lo que los asistentes tuvieran que decir. Su
rol natural es el discurso, hablar a la
gente, "colocarles" su mensaje, cosa que da a entender, aunque no sea cierta, una falta de interés por los demás. Deberían entender que si
están al servicio de la
gente, la gente es la protagonista.
ACCIÓN-REACCIÓN.
El segundo error fundamental
(en mi opinión, claro está) consiste en la agresividad desmesurada de la comunicación, el uso y abuso del lenguaje vulgar, y el uso y abuso del insulto literal.
Basta
con ver una sesión de control en el Congreso. El nivel de confrontación, agresividad e insulto
es claramente mayor que
el que impera de forma
natural en nuestra sociedad. Es mucho más
agresiva la comunicación
que nos muestran algunos políticos que
la que tenemos cada uno de nosotros con
nuestros vecinos, conocidos,
competidores o clientes. Con la paradoja de que tras mostramos su
agresividad
en cada intervención, nos aleccionan con grandilocuentes campañas sobre la no violencia y el
respeto entre jóvenes o entre
parejas. ¿Y
si los viéramos debatir con educación y respeto? ¿No sería, acaso, un valioso ejemplo?
Sería injusto acusarlos
a todos
en este capítulo -conozco a
políticos exquisitos en su dialéctica-,
pero, desgraciadamente, los más agresivos
son los que gozan de mayor visibilidad.
RENUNCIA AL MATIZ... Y A LA VERDAD.
La comunicación política se rige hoy en día por la lógica del titular escandaloso. Tiene su explicación, y es que si no dicen nada especialmente
impactante, no salen en
los medios, y si no salen en los medios, no existen. Desde esta dinámica, es mucho más eficiente un
titular a trazo grueso,
una verdad parcial, mientras llame la atención, que la información completa y objetiva.
Se está construyendo
una comunicación en
la que solo vale el blanco y el negro, en la que se renuncia deliberadamente a toda la escala
de grises. Y detrás de ella
se instiga una dinámica de buenos contra malos, de "estás conmigo o contra
mí". Es curioso ver
cómo en esta dinámica los propios políticos que la llevan a cabo no toman consciencia de que cada ataque, cada titular escandaloso, cada denuncia exagerada, contribuye, en global, al desprestigio de todos
ellos. ¿Cómo pueden sorprenderse después de la tan comentada desafección?
Vivimos tiempos dificiles, y la comunicación política está en muchos casos complicando falsamente la realidad, buscando con ello beneficios tácticos, y . . el resultado global es el desaliento de toda la sociedad.
INMERSOS EN 'EL SHOW DE TRUMAN'.
Vista desde fuera, la
comunicación de nuestros políticos se parece a
la famosa película. Porque funciona para ellos y entre ellos, abriéndose una amplia y profunda brecha con el resto de la sociedad.
Cuando un político insulta a otro (y lo digo
así de claro porque así es como sucede a
diario), sus hooligans
de
partido están encantados, y así
se lo transmiten. Recibe el aplauso de los propios, ignorando que la mayoría asistimos perplejos al espectáculo. Así, poco a poco, se van encerrando en su realidad. Una realidad en la que las opiniones que reciben son las de sus compañeros de filas, en la que solo ellos comprenden exactamente qué es lo que nos dicen y por qué nos lo dicen. En la que importa más el contraataque que la
explicación de la realidad.
Es significativo observar
cómo muchos políticos acaban rodeados de
una maquinaria que los aparta del contacto con la gente. Cómo acaban percibiendo la realidad a través de
los ojos de sus gabinetes, en lugar de captarla en directo. El día en que el político deja de formarse la opinión a través de la experiencia
propia, franquea la entrada al plató
de este especial show
que se monta al margen de la realidad. Esto lo saben bien los que no han caído en ello, que, sin ser la mayoría,
son los que acaban siendo más queridos en la sociedad.
GANAR COMPLICIDAD.
No es cierto que despreciemos a los políticos. Estamos dispuestos a creerles, a dejarnos liderar por ellos. Porque hacen un
trabajo fundamental que necesitamos
y valoramos. Pero
mucho ha de cambiar la comunicación de muchos de ellos para que les creamos. Esto es lo que esperamos de ellos si quieren nuestra complicidad:
- Queremos que nos
respeten, que
no nos
hagan sentir que ellos son más importantes y que nosotros estamos
a su servicio.
- Queremos que se
expliquen más y se desacrediten
menos. Que
debatan serenamente y educadamente
con firmeza y convicción, pero sin agresividad. Mostrándonos que es posible
discrepar sin insultar.
- Queremos que nos digan la verdad con todos sus matices. Que no se escondan ni se queden en el titular grandilocuente. Y que en
momentos cruciales como el actual dediquen mucho tiempo y mucha energía a explicarnos
las cosas.
- Queremos que nos escuchen. Que no tengamos que gritarles la realidad de lo que nos ocurre. Que sintamos que están a nuestro lado, a pesar de que
sabemos que no todo lo van a poder solucionar.
La comunicación política en !a pequeña pantalla
La serie E/ ala oeste de la Casa Blanca es un magnífico retrato de as intrigas políticas y del
funcionamiento de los gabinetes de comunicación. Aun tratándose del Gobierno de Estados Unidos, es un manual en toda regia de cómo funciona
la comunicación política en cualquier democracia occidental.
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