Tengo 55 años. Nací en le Mans y vivo en París. Soy director de investigaciones sociológicas del CNRS, especializado en el estudio de la pareja y la vida cotidiana. Estoy casado y tengo dos hijos. Rechazo apriorismos ideológicos. Soy agnóstico. Lo que pasa a la mañana siguiente de la primera noche de amor determina el futuro de la pareja.
MAÑANA TRISTE
Una mañana siguiente triste: Elisabet y Rodolfo ligan en una noche de gran juerga y a la mañana siguiente despiertan –con migraña- juntos en una cama. Se miran: son unos desconocidos… Él decide que ella no le gusta: le dice que sale a buscar unos crusanes… y no regresa. “Terrible para ella, que se ha entregado y se ve rechazada sin saber por qué: ¡lo peor!”, me explica Kaufmann. Es uno de los casos que en el 2003 recogió en el ensayo La mañana siguiente, sobre sociología de la pareja. “La pareja se decide a la semana siguiente”, entre váteres, cruasanes, calzoncillos, duchas, gestos, miedos…
—¿Qué es «la mañana siguiente»?
—La primera mañana que una pareja vive tras su primera noche juntos en la cama.
—¿Un sociólogo estudia eso?
—¡Es una mañana importantísima! Esa mañana determina el futuro de esa pareja, ¡y eso influye en el tejido social! Como sociólogo, me interesa mucho analizar qué sucede exactamente desde que ambos abren los ojos, qué reacciones se dan...
—¿Y qué sucede?
—¡Muchísimas cosas! En esa primera mañana, dos universos desconocidos colisionan. Si encajan, hay futuro para esa pareja.
—Y, por ejemplo, ¿qué circunstancias podrían impedir que encajasen?
—Si en esa primera mañana en la cama uno deja escapar una ventosidad, está dinamitando la viabilidad de esa pareja. En esa mañana, un pedo puede dinamitar el amor.
—Muy buen ejemplo, muy explícito...
—¡Hay millones de cosas que suceden en esa primera mañana, millones de negociaciones conscientes e inconscientes! De ellas depende que nazca una historia de amor... o que todo se quede en una noche de sexo loco.
—¿Ahí nace el amor? ¿No en la noche antes?
—Desear al otro es el motor del amor, es verdad (y es un momento, por cierto, que suele darse con ocasión de una fiesta)... ¡Pero es en la primera mañana cuando se forja la posibilidad (o no) de una convivencia amorosa!
—¿Y en qué aspectos se cimenta eso?
—He estudiado muchas parejas... Una chica, Juliette, me explicaba que al ver los calzoncillos Carrefour de aquel chico, ¡supo que nada sólido habría ya entre ambos...!
—¿Un calzoncillo puede más que el amor?
—Cada detalle, cada gesto, es decisivo... En esa mañana uno decide si se ve capaz de encajar (o no) en su vida todo eso que va descubriendo del otro: su ropa, gustos, hábitos...
—Ejemplos, ejemplos...
—Una chica, Agatha, va al baño y descubre que es horrible, ¡sin calefacción, sin jabón, con la toalla sucísima, la ducha muy corta!
—Horror.
—Ella es francesa, y esto le sucede en Londres con John, un chico inglés. ¡Y, encima, él pone música tecno muy alta y para desayunar le prepara un sándwich de salchichón!
—¿Y qué hizo Agatha?
—Estaba en verdadero estado de shock: sintió impulsos físicos de huir de allí...
—No me extraña.
—¡Pero no huyó! Se frenó porque pensó que podía perder la ocasión de su vida: ¡John era tan comprensivo, tan amable con ella, la escuchaba...! Y ella se esforzó, y aguantó.
—Ajá, pero la pregunta es: ¿aquel cuarto de baño tenía razón o no?
—La respuesta es: el cuarto de baño casi siempre tiene razón.
—Ah, interesante...
—Es que una persona se construye sobre objetos: los objetos no son externos, ¡son una parte de nosotros! Por eso en la primera mañana descubrimos muchas cosas del otro a través de sus objetos. Y de sus gestos. No hay dos personas con el mismo sistema de gestos.
—Yo, cuando me levanto, directo a orinar.
—Bien, eso puede ser bastante universal, pero ¿deja la puerta abierta, o la cierra? ¿Se asea primero y luego desayuna, o al revés?
—Bah, son minucias...
—¡No lo son! Son microculturas individuales... y chocan. Colombine tenía costumbre de ir desnuda al baño y dejar la puerta abierta, pero Frank de taparse y encerrarse. Ahí empezó una negociación, un ajuste.
—¿Algún otro ejemplo de microcultura?
—Juliette gustaba de desayunar sentada en una mesa bien provista de cosas apetitosas, mientras que Peter se lavaba los dientes en la ducha y no desayunaba. Lo descubrieron en la primera mañana, y fue motivo de fricción.
—¿Y qué pasó con Juliette y Peter?
Están juntos, haciendo cada uno lo suyo.
—Por lo que veo, sólo el pedo es insalvable...
—En la primera mañana, difícilmente se perdona. Pero en una pareja ya instalada...
—Ah, entonces... en la primera mañana, ¿estamos actuando? ¿Somos insinceros?
—Escenificamos, sí... En la cama estuvimos desatados, pero a la mañana siguiente estamos incómodos. Y la mujer sale de la cama temiendo la mirada del hombre.
—¿Por qué la teme?
—Por miedo a no estar a la altura de patrones de belleza física... Y suele taparse. Pero en mis estudios he descubierto algo: esa mirada masculina matutina no es crítica, no rastrea defectos: ¡es sólo una mirada curiosa!
—¿Diría que la autoestima de la mujer es más frágil que la del hombre?
—¡También hoy empiezan los hombres a temer la mirada de la mujer! Esto es nuevo.
—¿Qué no soporta un hombre de una mujer?
—Sentir que ella le cerca, que le agobia.
—¿Qué no soporta una mujer de un hombre?
—Que él deje de mostrarse seductor y atento. ¡Esto suele ser motivo de separaciones!
—Dé un consejo para la primera mañana.
—Vividla en presente, disfrutadla, relajaos más, recelad menos de la mirada del otro.
—¿Cuántas mañanas necesitamos hasta sentirnos verdaderamente relajados?
—Muchas... Conozco casos en que, al tener necesidad de ir a defecar en la primera mañana, la persona coloca una gran bola de papel higiénico en el váter para evitar el sonido «pluff» de sus heces al caer en el agua...
—Qué derroche, si mantiene ese hábito...
—Tomamos miles de microdecisiones que son la base de un futuro «estilo conyugal».
—Pero ¿cómo saber si es tu media naranja?
—El amor empieza si ambos individuos se transforman un poco. ¡El amor es violento!: te transforma, mata tu vieja identidad... y es otra nueva la que nace. ¿Estás dispuesto?.
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