Foto de Rut Abrain. http://flic.kr/p/twwyh |
Lejos de lo que siempre se ha dicho, las palabras no se las
lleva el viento. Los reproches, las críticas destructivas, los comentarios
negativos e incluso humillantes, nos alejan de las personas, también de las que
queremos.
La
comunicación es la forma que tenemos las personas de hacer llegar nuestro
mensaje a los demás. El mensaje puede ser tanto en el ámbito laboral como lo
que nos decimos entre amigos o en familia. A medida que vamos cogiendo
confianza con los amigos y la pareja, o la relación de poder en el trabajo lo
permite, nos damos una serie de licencias en cuanto a la crítica.
En
el colegio no tenemos una asignatura en la que nos enseñen asertividad, ni
habilidades sociales, ni cómo realizar crítica constructiva, así que cada uno
la formula a su manera. Algunos, por su empatía o por su forma de ser
benevolente, intentan decir lo que les molesta con palabras bonitas, no
ofensivas y cuidando mucho de no herir al otro. Pero la verdad es que, la mayoría de
las veces, cuando expresamos crítica o le decimos a otra persona algo que no
nos gusta, lo hacemos en unos términos destructivos, desagradables incluso
humillantes.
OS VOY A PONER UN EJEMPLO.
Imaginemos
una escena en la que a la pareja se le ha olvidado traer los yogures a la
vuelta del trabajo. En esta escena tendremos dos opciones de decirle lo que ha
molestado:
La
negativa: “Hay
que ver, para una cosa que te mando la tienes que olvidar, no te importamos
nada, siempre estás pensando en lo tuyo, si es que eres un egoísta, contigo no
se puede contar para nada”.
Lo
normal es que ante esta crítica hiriente y destructiva, la persona que la
recibe intente defenderse, porque se está sintiendo atacado. Y además,
si este tipo de reproches son frecuentes, se terminará resintiendo la
autoestima.
La
alternativa no es callarte algo que te ha sentado mal, sino formularlo en
términos más constructivos: “Cariño, no has
traído los yogures que te había pedido. Necesito que te involucres un poquito
más en estas tareas, así yo podré estar más relajada y compaginar mejor la casa
con mi trabajo. Si pudieras acercarte un momento ahora, te lo agradecería
mucho”.
Como
podéis comprobar, el objetivo es “comprar los yogures”. Con la opción negativa
lo que conseguimos es un enfado que no sabemos cuánto se puede alargar en el
tiempo ni las consecuencias que va a tener. Además la pareja terminará
sintiéndose sin control y muy mal y no tenemos soluciones. Con la opción
asertiva conseguimos el objetivo, no nos enfadamos y seguramente que la pareja
termine dándose cuenta de que la otra parte tiene razón, y que tiene que
acordarse de lo que le han pedido.
Así
que aquí os dejo unas reglas muy sencillas para cuando tengamos que pedir a
alguien que cambien algo que pensamos que es justo cambiar y que además
beneficiaría a la relación, o cuando tengamos que decirle a alguien algo que
nos ha molestado:
Primero decide si
vale la pena hacer la crítica.
No todo puede ser una batalla, no todo se puede reprochar, no todo puede estar
mal. Debemos valorar lo que tiene importancia y ser más flexibles. El mundo no
puede ser siempre como deseamos que sea, ni podemos amoldar a la otra persona
como queramos.
Si
has decidido que sí vale la pena hacer la crítica porque para ti es importante
lo que te ha molestado, sé breve y dilo una sola vez.
Utiliza
un tono de
voz conversacional, con afecto. Así las críticas sientan menos mal.
Con cariño todo se comprende mejor. La agresividad se transmite también con el
volumen y la velocidad del habla.
No critiques a la
persona, critica lo que ha hecho o ha dejado de hacer. Si llamamos a nuestro hijo “vago”,
estamos generalizando. En cambio, si le decimos “tienes la ropa sucia encima de la cama,
por favor, recógela”, estamos criticando un hecho muy concreto, por
lo que la autoestima de la persona no se ve mermada. Recuerda que las
personas tienden a actuar según las etiquetas que les ponemos. Ten
especial cuidado con este tema con los hijos.
Di
a la persona, además
de lo que te ha molestado, lo que esperas de ella. A veces pensamos
que los demás deberían saber qué se espera de ellos, pero no siempre es así,
los otros no son adivinos.
Si
ves que la situación puede terminar en un enfado o que la persona a la que
intentas criticar de forma asertiva no es capaz de encajarlo, es mejor dejar la
discusión y volver a hablar del tema cuando estemos calmados. Una
vez que se dispara la ira o el enfado será muy difícil hablar en un tono de voz
conversacional y llegar a un acuerdo o negociar de forma democrática.
Y
no olvides, LAS
PALABRAS NO SE LAS LLEVA EL VIENTO. Cada vez que decimos algo hiriente, dejamos
una cicatriz en la persona. Las cicatrices cierran, cicatrizan, pero no
desaparecen. Cuidar el contenido y la forma en cómo nos dirigimos a la gente es
demostrar aprecio y respeto.
Hola,
ResponEliminaQueria comentarte que esta imagen http://flic.kr/p/twwyh
es mia..Solo para que pongas la fuente, la está utilizando mucha gente en internet..
GRacias
Saludos
Rut