Autor: Pierre Teilhard
de Chardin
No
por manida y ampliamente difundida, la frase de hoy pierde su valor. Es una de
mis citas favoritas, y si no la he incluido ya antes en esta antología, ha sido
por el pudor que me provoca recurrir a lo que se ha repetido demasiadas veces
con riesgo de hipertrofia. Pero le llegó su momento.
Cuando
alguien me pregunta sobre el contenido de Frases para cambiar vidas, de entre todas las
respuestas posibles, a mí me gusta siempre decir que se trata de un blog
espiritual. No religioso, no de motivación o superación, no de autoayuda;
espiritual.
Si
profundizamos en el concepto de espiritualidad, podríamos afirmar que se trata
del camino
interior que permite a una persona descubrir la esencia de su ser; los valores
y significados más profundos por los que vive. La creencia de que
hay otra realidad, más allá de la material representada por el espíritu.
La
espiritualidad existe dondequiera que luchamos por entender cómo encajan
nuestras vidas en el gran esquema de las cosas. Encontramos temas espirituales
a cada momento y nos preguntamos de dónde procede el universo o el no menos
recurrente por qué y para qué estamos aquí, o qué sucede cuando morimos.
También nos volvemos espirituales en el momento en el que, conmovidos por valores como la belleza, el
amor, o la creatividad, nos parece descubrir que guardan un significado o un
poder más allá de nuestro mundo visible.
Los
filósofos, a través de muchas tradiciones, desde el estoicismo hasta el
budismo, han sugerido que una práctica espiritual es esencial para el bienestar
personal. Tales prácticas no incluyen, necesariamente, la creencia en seres
sobrenaturales. Los autores contemporáneos también sugieren que la
espiritualidad desarrolla la paz interior y crea una base para la felicidad.
Y,
en fin, la espiritualidad posee un significado algo diferente para cada uno.
Para algunos, se trata de participar en la religión organizada: ir a la
iglesia, sinagoga, mezquita, etc. Para otros, es más personal: algunas personas
se ponen en contacto con su lado espiritual mediante la oración privada, el
yoga, la meditación, la reflexión tranquila, o también largas caminatas.
Incluso los más escépticos no pueden prescindir del sentido de que hay algo más
grande que el mundo concreto que vemos.
Termino
la entrada de hoy con un texto... espiritual. La escritora estadounidense Oriah
es su autora, al igual que de varios best-sellers que la han hecho célebre.
Este poema espiritual, La invitación, ha sido traducido a más de quince idiomas
y es la aportación literaria más popular de Oriah.
La
Invitacion - Oriah Mountain Dreamer
No me interesa lo que haces para ganarte la vida.
Quiero saber lo que
ansías, y si te atreves a soñar en satisfacer el deseo de tu corazón.
No me interesa tu edad.
Quiero saber si te
arriesgarías a parecer como un tonto por amor, por tus sueños, por la aventura
de estar vivo.
No me interesa cuáles planetas están en armonía con tu luna.
Quiero saber si has
tocado el centro de tu pesadumbre,
si las traiciones de la vida te han abierto, o si te has marchitado y cerrado por
el miedo al dolor futuro.
Quiero saber si puedes sentarte
con el dolor, el mío o el tuyo,
sin intentar esconderlo, desvanecerlo o arreglarlo.
Quiero saber si puedes
estar con la alegría, la mía o la tuya,
si puedes bailar con locura y permitir que el éxtasis te llene
hasta la punta de los dedos,
sin advertirnos que seamos cuidadosos, que seamos realistas,
o que recordemos las limitaciones de los seres humanos.
No me interesa si la historia que me cuentas es verdadera.
Quiero saber si
decepcionas a otros para serte fiel a ti mismo,
si puedes soportar la acusación sin traicionar a tu propia alma.
Quiero saber si puedes ser fiel, y por lo tanto ser confiable.
Quiero saber si puedes ver
la belleza, aún cuando no sea bella todos los días,
y si puedes originar tu
vida desde su presencia.
Quiero saber si puedes vivir
con el fracaso, el tuyo o el mío,
y no obstante pararte a la orilla del lago y gritarle a la luna "¡Sí!"
No me interesa saber en dónde vives o cuánto dinero tienes.
Quiero saber si puedes
levantarte después de una noche de pesar y desesperación,
cansado y golpeado hasta los huesos,
y hacer lo que se tiene que hacer por los niños.
No me interesa quién eres o cómo llegaste a estar aquí.
Quiero saber si te
pararás en el centro del fuego conmigo sin rehuir.
No me interesa en dónde o qué o con quién has estudiado.
Quiero saber qué es lo
que te sustenta desde adentro cuando todo lo demás desaparece.
Quiero saber si puedes
estar solo contigo mismo,
y si verdaderamente te
agrada la compañía que buscas en los momentos vacíos.
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