Hay personas reticentes a las nuevas
tecnologías, y esto, en una sociedad cada vez más dependiente de ellas, les
puede plantear problemas diversos, tanto en el ámbito personal y familiar como
en el laboral, advierten algunos especialistas. Una clave para familiarizarse
con el mundo digital sin agobiarse puede ser iniciarse tomándoselo como un
juego
Sheila Ruiz tuvo su primer contacto con
la tecnología con unos 15 años. Obligada por su madre, se inició en un curso de
Windows 98. Tras acabarlo, no volvió a encender un ordenador hasta los 27 años.
“Sentía pánico cada vez que me
enfrentaba a él, era un querer y no poder”, asegura.
Bloqueo, nervios e impotencia eran los síntomas que la aquejaban al sentarse
delante de la pantalla, dice. Ahora, a sus 29 años, está presente en las
principales redes sociales y navega cada día por internet. Por fin ha superado
su tecnofobia.
Quizá el caso sea un ejemplo extremo,
pero, como esta mujer, muchas personas de diferentes edades padecen tecnofobia,
es decir, muestran una actitud de reticencia o miedo hacia las nuevas
tecnologías. Mientras tanto, la sociedad impone su ritmo digital. “Si no estás en Twitter, no existes”,
“hay que mantener una cierta reputación en internet” o “sólo a través de la red
puedes aprovechar tal descuento o comprar tal artículo” son frases que se repiten constantemente.
Cada vez las personas están más
obligadas socialmente a utilizar las nuevas tecnologías, sea con fines
laborales, lúdicos o comunicativos. Pero ¿qué sucede con aquellos que quedan
rezagados ante los nuevos avances tecnológicos? ¿Se está abriendo una brecha digital?
Aunque no se puede hablar de exclusión
social, “las
personas que no quieren o no pueden participar en este nuevo medio ambiente
cibernético pueden sufrir cierta dependencia hacia los otros o incluso padecer
aislamiento comunicativo”, señala José María Martínez Selva, catedrático de Psicobiología de
la Universidad de Murcia y autor del libro Tecnoestrés. “Dentro de poco, ¡hasta habrá que reservar vía on line los
viajes del Imserso! Muchos de nuestros jubilados dependerán de otras personas
para realizar ciertos trámites”, añade. ¿Cómo llevarán a cabo los
tecnofóbicos muchas de las tareas, ahora que hasta el DNI es electrónico? o
¿cómo se comunicarán con los demás, en un momento en que la carta parece ser un
documento en peligro de extinción?
A estos problemas se suman otros. En el
ámbito familiar, no entender la red o el uso de una tecnología puede ocasionar
problemas de comunicación entre padres e hijos. “Los padres que padezcan tecnofobia tendrán total
desconocimiento sobre qué hacen en internet sus hijos, hiperconectados a los
ordenadores y smartphones desde edades tempranas”, afirma Martínez Selva.
En términos laborales, la actitud de
rechazo o fobia hacia lo digital también puede jugar malas pasadas en el ámbito
profesional. Según el catedrático Martínez Selva, “una persona que fue competente durante años, al cambiar su modo
de trabajo por la introducción de las nuevas tecnologías, puede padecer presión
o ansiedad”. Él mismo se revela como exvíctima de
la tecnofobia, “me agobiaba tener que habituarme a cambiar ciertos aspectos de mi trabajo”, dice.
la tecnofobia, “me agobiaba tener que habituarme a cambiar ciertos aspectos de mi trabajo”, dice.
¿Cómo superar el miedo tecnológico? Para José María Prieto,
catedrático de Psicología Industrial de la Universidad Complutense de Madrid,
la clave está en “tomarse la tecnología como un
juego”.
Jugar, divertirse con ella, es el
mejor modo de perder la fobia. “Los jóvenes han entrado lúdicamente en el mundo digital”, dice Prieto. El psicólogo explica que la adaptación de mejor o
peor forma a la tecnología depende del tipo de persona. “El Homo sapiens, el hombre sabio, ha
convergido en la historia con el Homo faber, el hombre que crea o fabrica
–expone Prieto–. En la actualidad, quienes piensan como Homo sapiens utilizan
el conocimiento como fuente de sabiduría, mientras que aquellos que razonan
como Homo faber utilizan la tecnología como herramienta para solucionar
problemas. Mientras el sapiens se
angustia ante una nueva tecnología, el faber sabe que es una incógnita que
tendrá que resolver”.
Para conseguir una mentalidad abierta a
las nuevas tecnologías, según Prieto, “no basta con educarse o formarse en ellas (como haría el
Homo sapiens), sino que lo más importante es el entrenamiento, para aprender
que las nuevas herramientas son un medio y no un estorbo”. El objetivo del entrenamiento digital es que la persona llegue a
plantear la tecnología como un juego. “Steve Jobs o Bill Gates han jugado con la tecnología para
generar los productos de sus respectivas empresas”, dice Prieto.
El psicobiólogo Martínez Selva también se suma a esta teoría: “Muchas personas de la tercera edad,
franja a la que más le cuesta adaptarse, tienen una buena relación con las
nuevas tecnología porque las utilizan principalmente para su ocio personal”. Es importante “no sentirse obligado a interactuar con las tecnologías,
concienciarse de sus ventajas, de que pueden evitarnos mucho trabajo, y perder
el miedo a que en poco tiempo puedan volver a cambiar”, añade Martínez Selva, mientras señala, a la vez, un defecto en
el actual sistema de alfabetización digital. “Las empresas o la Administración se dejan llevar por lo
último, cambiando constantemente los sistemas informáticos, sin darse cuenta de
que estos cambios pueden repercutir negativamente en los usuarios”, concluye.
Claves para superar la tecnofobia
1. Asumir
que las nuevas tecnologías están aquí
para quedarse.
2. Pensar
que son instrumentos a los que se puede sacar mucho partido.
3. Tener
paciencia. La adaptación siempre conlleva tiempo.
4. Aprender
de otros usuarios que ya sepan manejar las herramientas.
5. Desconectar
un rato cuando aparezca la sensación de estrés o ansiedad.
6. No
pretender asumir todo. Centrarse sólo en las herramientas que pueden ser
útiles para cada uno.
7. Contactar
con la tecnología tomándola como un juego. Buscar la diversión al
interactuar con un ordenador, smartphone o tableta.
8. Mantenerse
actualizado. Estar informado de las novedades tecnológicas, aunque no se
sepa utilizarlas.
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