Autor: Louise Hay
No, me temo que
no hay una escuela, salvo la escuela de la propia vida, en la que uno tenga la
posibilidad de graduarse, y a ser posible Cum laude, en esa bendita
asignatura llamada optimismo.
Ser optimista es una lección que se
asume mientras uno va viviendo y quizá con mayor provecho cuanto peor uno vive. Sí, porque ser optimista con el viento a favor azuzando fuerte y las velas
desplegadas surcando millas marinas sin parar, es muy fácil. Lo difícil es mantener la confianza y la fe en que todo
cambiará, cuando estamos sumidos en la desgracia y en una especie de fatalidad
sinfín.
Yo soy
realista, después de todo, y me preocupo por cosas en las que no soy capaz de
hacer casi nada directamente: la injusticia económica, las guerras y los
repetidos fracasos para aprender de la historia y hacer del mundo un lugar más
justo y mejor. Pero me he dado cuenta que la vida es mucho más agradable, y llevadera, cuando uno
mira el lado bueno y supones que la razón, el equilibrio y la
justicia, finalmente prevalecerán.
El optimismo, podríamos afirmar, es la creencia de que
las cosas buenas nos van a pasar y que los acontecimientos negativos son solo
reveses temporales que uno debe superar. Pero ser
optimista, quede claro, no significa que debamos ser ciegos a los hechos que
nos rodean e ignorar la realidad más nefasta. Según señala Elaine Fox,
psicólogo de la Universidad de Essex en Inglaterra: "El optimismo no es tanto acerca de sentirse
feliz ni, necesariamente, la creencia de que todo va a estar bien, sino de cómo respondemos cuando los tiempos se
ponen difíciles. Los optimistas tienden a seguir adelante, incluso cuando
parece como si todo el mundo estuviera en contra de ellos".
La famosa ley de Murphy:
"Todo lo
que pueda salir mal, saldrá mal", es la antítesis del
optimismo. En un libro llamado Rompiendo la ley de Murphy, Suzanne C.
Segerstrom, profesora de psicología en la Universidad
de Kentucky, explicaba que el optimismo no se trata tanto de ser
positivo como de estar motivado y ser persistente. Segerstrom y otros
investigadores, han descubierto que en lugar de
renunciar y alejarse de situaciones difíciles, los optimistas atacan y encaran
los problemas de frente. Planean un curso de acción, recibiendo
consejos de los demás y mantienen la concentración en las soluciones. Los optimistas
tienden a reaccionar mediante la construcción de "recursos existenciales";
por ejemplo, mediante la búsqueda de algo positivo en una situación negativa.
En su libro El optimista racional, Matt Ridley
escritor y científico británico, hace la siguiente y muy lúcida apreciación: "Más de
10.000 años atrás había menos de 10 millones de personas en el planeta. Hoy en
día hay más de 6 mil millones, el 99 por ciento de los cuales están mejor
alimentados, mejor protegidos, más entretenidos y mejor equipados contra las
enfermedades que todos nuestros antepasados de la Edad de Piedra. La
disponibilidad de casi todo lo que una persona podría querer o necesitar, ha
ido creciendo casi exponencialmente durante 10.000 años y se ha acelerado
rápidamente en los últimos 200: calorías, vitaminas, agua potable, las
máquinas, la privacidad, la manera de viajar más rápido de lo que hubiera
imaginado el más despierto de nuestros ancestros, y la capacidad de
comunicarnos a través de distancias más largas de lo que es posible
gritar. Sin embargo, por mucho que mejoran las cosas respecto a como
estaban antes, la gente todavía se aferra a la creencia de que el futuro será
más que desastroso."
Por último,
algunos sencillos pasos para, si aún no lo eres, poder alistarte al ejercito de
los optimistas. Ya sabes: los que no dan ni una batalla por perdida...
1. Encuentra la oportunidad en cada
dificultad.
2. Rodéate de personas positivas.
3. Da amor, recibe amor, e invierte en
el amor.
4. Sé realista, y espera subidas y
bajadas.
5. Inspírate con una sonrisa y con
recuerdos positivos.
6. Trabaja sobre las cosas que puedas
controlar.
7. Cuenta tus bendiciones.
8. Percibe y asume que en la vida nada
es permanente.
9. Céntrate en el presente.
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