No es nada fácil ser
ciudadano en el mundo de hoy. Solo protestar y echar la culpa no asegura el
futuro. Es el momento de tomar las riendas.
El primer paso para emanciparnos es difícil.
Consiste en atrevernos a asumir el protagonismo de resolver los problemas.
Hoy día sobran los motivos para estar
enfadados. Aumentan los impuestos. Sube la inflación. Trabajamos más horas.
Cobramos menos. Se alarga la edad de la jubilación. Y cada vez más personas
engordan la lista del desempleo... En paralelo, presenciamos a través de la
pantalla del televisor un sinfín defraudes, escándalos y estafas por parte de
políticos corruptos y empresarios codiciosos. Y como colofón, estamos siendo
testigos de cómo está desmoronándose el sector financiero, poniendo en peligro
la salud y la soberanía económica de todo el país.
Frente a semejante panorama, el miedo y la
confusión no solo se han apoderado de la población activa española, sino que
se han convertido en un virus de lo más contagioso. Y como reacción
mayoritaria, muchos seguimos esperando que de algún modo u otro el Estado se
encargue de solucionar nuestros problemas. Y tiene sentido que sea así. El paternalismo
y el victimismo son los dos principales legados psicológicos que nos ha dejado
la era industrial. Ambas actitudes se retroalimentan; se necesitan mutuamente
para poder existir.
El quid de la cuestión es cómo los ciudadanos
dependemos absolutamente del Estado, de las empresas y de los bancos. Sin ellos,
muchos no podríamos ni sabríamos cómo sobrevivir económicamente. Y esta
dependencia ha dado lugar a nueva forma de esclavitud contemporánea. Y dado que
la presión ejercida por quienes nos gobiernan es cada vez mayor, en los últimos
años unaparte de la ciudadanía ha salido de su aletargamiento, expresando su
inconformismo a través de manifestaciones, pancartas y megáfonos.
INDIGNACIÓN E INDIFERENCIA
"La
libertad conlleva responsabilidad. Por eso, a la mayoría de personas les aterroriza"
(George Bernard Shaw)
Muchos de los que pretenden cambiar el orden
social establecido suelen atravesar cuatro estados anímicos diferentes. El
primero es el que hace más ruido; de ahí que también sea el más conocido: la indignación.
Y aparece cuando sentimos que las decisiones y los actos de otras personas o instituciones
perjudican nuestros intereses. Esta emoción mueve a la queja y la protesta que
ponen de manifiesto el creciente malestar de los ciudadanos, pero no suelen cambiar
el modo en que funciona la sociedad.
Esta es la razón por la que la indignación
suele dar lugar a un segundo estado anímico: la frustración. Esta emoción
puede definirse como el sentimiento de decepción que nos invade cuando no se
cumplen nuestras esperanzas y expectativas.
Una vez nos sentimos sin fuerza ni energía
para seguir combatiendo, la frustración se convierte en un tercer estado de
ánimo: la
resignación. Fruto del cansancio físico y el agotamiento mental,
experimentamos una profunda impotencia por no poder cambiar el sistema en el
que vivimos. Y con el tiempo, esta emoción vuelve a mutar, dando lugar al
cuarto y último estado de ánimo: la indiferencia. De pronto nos volvemos
completamente insensibles, tratando de que lo que pase en el mundo nos afecte
lo menos posible.
Más allá de victimizarnos o
de indignamos, lo
que necesitamos es comprender que la manera en la que el mundo ha venido
funcionando está cambiando. Las reglas del juego profesional van a
ser cada vez más diferentes a las que estamos acostumbrados. De ahí que para
obtener nuevos y mejores resultados en el ámbito económico sea necesario
experimentar un profundo cambio de mentalidad, aprendiendo a relacionarnos
con el mercado laboral de una manera mucho más madura, libre y responsable. Y esto pasa por
depender lo menos posible del Estado, las empresas y los bancos para obtener
los medios económicos que necesitamos para vivir dignamente.
En muchos
casos, la raíz de nuestra situación de dependencia emocional y económica es el
miedo a la libertad. Es decir, el temor a
adentrarnos en la incertidumbre que implica seguir una senda profesional
alternativa,
más acorde con la persona que intuimos
que verdaderamente somos. El primer paso para emancipamos es
el más difícil. Consiste en atrevemos a asumir la responsabilidad y el
protagonismo de resolver por nosotros mismos nuestros propios problemas
laborales y financieros. Y es precisamente esta declaración de intenciones lo que
nos lleva a tomar las riendas de nuestra vida.
LA HORA DE LA
RESPONSABILIDAD
"Sé tú el
cambio que quieres ver en el mundo» (Mahatma
Gandhi).
Parece una decisión fácil, pero no lo es.
Curiosamente,
cuanto mayor es nuestro miedo, más larga es nuestra lista de excusas y
justificaciones para no cambiar. Y es que cuesta tanto, que muchos
solo nos atrevemos a dar este primer paso después de haber padecido una saturación de sufrimiento.
Más que nada, porque solo entonces sentimos que no tenemos nada que perder.
Si bien no se habla de ello en las noticias,
está surgiendo una nueva tendencia ciudadana mucho más silenciosa: "el movimiento de los responsables".
Se trata de una minoría de ciudadanos cada vez más numerosa que están adoptando
una visión más proactiva. Forman parte de una revolución silenciosa. En vez de
preguntarse qué puede hacer el Gobierno por ellos, invierten su tiempo y
energía en formación para reinventarse profesionalmente, descubriendo qué pueden hacer ellos por la
sociedad. Principalmente porque se han dado cuenta de un hecho que
muchos siguen obviando: que quejarnos, protestar y culpar a los demás no ha traído
ningún cambio positivo ni constructivo a nuestra vida. Tan solo
sirve para enfurecemos y debilitamos todavía más.
Por todo ello, la misma energía que antes
utilizábamos para indignarnos y tratar de cambiar el sistema, es más eficiente
emplearla en modificar lo único que sí podemos transformar: nuestra mentalidad,
nuestra actitud y, en definitiva, las decisiones con las que construimos día a
día nuestras circunstancias laborales y económicas. Eso sí, quien diga que
este camino alternativo es fácil y está exento de obstáculos, miente. Además,
nadie puede asegurarnos y garantizarnos que saldremos adelante. Pero por lo
menos es una senda que sí depende de nosotros, de nuestro esfuerzo, de nuestro
compromiso y de nuestro talento.
En el mundo de hoy, más allá de la crisis,
sigue habiendo muchos problemas por solucionar y muchas necesidades por
saciar. Y gracias a las nuevas tecnologías relacionadas con la comunicación y
la información, así como a las redes sociales, nunca antes en la historia había
habido tantas oportunidades para emprender nuevos negocios y proyectos que
beneficien a otros seres humanos.
Una de las revoluciones que podemos hacer hoy
es reflexionar sobre cómo ganamos y gastamos nuestro dinero,
conductas que dicen mucho acerca de la persona que somos. Y una buena manera
de empezar esta senda hacia la madurez y la coherencia es tratar de responder,
con más hechos y menos palabras, a la pregunta ¿qué puedo hacer yo para cambiar aquello de
lo que me quejo?.
¿Cómo
arreglar el mundo?
Un científico vivía preocupado
con los problemas del mundo. Pero pasaban los años y no encontraba la solución.
Cierto día, su hijo de siete años invadió su laboratorio decidido a ayudarle a trabajar. Y
ante la imposibilidad de sacarlo de ahí, el científico arrancó una página de
una revista en la que aparecía, una imagen del mundo y la recortó a modo de
puzle en decenas de pedazos.
"Mira. hijo, aquí tienes el mundo todo
roto. El juego consiste en que lo recompongas de nuevo".
El científico calculó que por lo menos
tardaría un par de días. Sin embargo, solo unas horas después oyó la voz de su
hijo entusiasmado:
"¡Papá, ya está arreglado!"
Completamente estupefacio,
comprobó que todos los pedazos estaban en su sitio exacto.
"¿Cómo
es posible que lo hayas terminado tan rápido?".
Y el niño le contestó:
"Cuando arrancaste el papel de la revista
para recortarlo, me fijé que en el otro lado de la hoja aparecía la figura de
un hombre. Y cuando me dijiste que arreglara el mundo, lo intenté, pero no
supe. Entonces di la vuelta a los pedazos de papel y empecé a arreglar al
hombre, que sí sabía cómo era. Y una vez que conseguí arreglar al hombre, le di
nuevamente la vuelta a la hoja y encontré que había arreglado el mundo".
Gràcies !! Joan per pujar a la xarxa aquestes articles tant interessants de psicolgia publicats setmanalment a El Pais, en soc un fidel seguidor.
ResponEliminaMuchas gracias. Me gusta mucho la historia final.
ResponEliminaGracias a vosotros por comentarlos!
ResponEliminaUn abrazo!
Gracias por tu artículo!
ResponEliminaCreo que es la base de todo: responsabilidad personal y conciencia. En mi experiencia, suelo atribuir la falta de responsabilidad a una evitación de esfuerzos y sufrimientos, que si bien pueden llevar a un bien mayor, pero este no se suele ver...o simplemente no se desea ver. Las recompensas de hoy en día vienen por algo cercano,instantaneo y que nos satisface de forma casi directa, pero en el fondo banal. Esto tiene que cambiar.
Un saludo