Lilian Thuram, exfutbolista, campeón del mundo con Francia y
jugador del FC Barcelona
Tengo
40 años: entiendo mi vida como un aprendizaje de la libertad. Nací en las Antillas: allí descubrí que el conocimiento
emancipa y la ignorancia esclaviza. Tengo dos hijos y una hija. Las mujeres y los hombres podemos mejorar el mundo si
hacemos política sin complejos
Sin prejuicios
El origen no
determina el destino de los hombres libres. Me lo dice Lilian Thuram, quien también nos anima
a liberarnos de las "cárceles identitarias". Juan
Campmany me lo presenta no como "un futbolista que piensa", sino
como "un
pensador que juega al fútbol". Y acierta: Thuram ha cuajado en
Mis estrellas negras una selección de personajes que nos liberaron a los
africanos y a todos los humanos del racismo y demás prejuicios de exclusión.
Hoy recorre los colegios para combatir complejos de superioridad e inferioridad
étnica y demás falsedades que nos roban el goce de la infinita diversidad de lo
humano. Me despido de Thuram con un abrazo emocionado.
Mi
madre nos tuvo a cinco hijos de cinco padres diferentes... ¿Y sabe por qué?
¿...?
Porque,
según el código de la esclavitud, era la madre la que transmitía a los hijos la
esclavitud o la libertad. No importaba si el padre era libre o esclavo. Por
eso, la madre antillana es allí la institución familiar: mujeres fuertes como
mi madre.
La primera heroína de su libro.
Yo
tenía cinco años cuando mamá nos dijo que se iba a trabajar a París y que
volvería a buscarnos. Tuvo el coraje de perseguir un sueño, con sus
contradicciones también.
Cuéntenos.
Cuando
llegamos a París, en la tele daban unos dibujos de una vaca negra muy tonta y
una vaca blanca muy lista. Y los niños del cole se reían de mí. Yo le pregunté
a mi madre por qué a los negros nos hacían aparecer como estúpidos en todas
partes.
¿Qué le respondió?
"Hijo,
la gente es racista y eso no cambiará".
¿Y usted se resignó como ella?
¡Jamás he
aceptado aquella frase! Y le he
dado muchas vueltas. Al final, he llegado a la conclusión de que algunos
humanos no desprecian a otros seres humanos por ser negros, azules o
amarillos...
¿Por qué los desprecian
entonces?
Porque hay grupos
que aprenden a aplicar esa lógica para explotar a los otros. Necesitan, por tanto,
inventarse siempre un los otros. Y una vez se convencen y logran convencer a
los otros de que son diferentes -diferentes siempre quiere decir inferiores-
intentan aprovecharse de esa diferencia.
Todo muy humano, en efecto.
Da igual la razón
por la que te incluyan o te excluyan de un grupo: por ser negro, mujer,
homosexual, judío, gitano, llevar gafas o ser del pueblo de al lado. Es lo de menos.
Pero si no lo crees, es falso.
Pero
si se interioriza esa lógica acomplejada, los negros o los homosexuales o los
que llevan gafas acaban sintiéndose y por tanto siendo inferiores de verdad. Y así te convierten
en prisionero de su cárcel identitaria.
Pues ya puestos, mejor ser
superior.
No,
porque esa lógica esclaviza también a los superiores: al aceptarla, aceptan que siempre tienen a
alguien más superior todavía; igual que los inferiores siempre encuentran otro
grupo que despreciar. Los negros antillanos creían que los negros
africanos eran "salvajes incultos" y los blancos criollos se sentían
superiores a los negros, pero inferiores a los "blancos de París".
Siempre hay alguien con mejor
acento o una genética más pura que tú.
Sólo
si entras en su juego. Pero si te educas y lees y estudias, descubres que esa
lógica es una estupidez, porque no hay naciones ni razas mejores o peores, pero
sí que hay personas que se esfuerzan por educarse -y así liberarse de
complejos- más que otras.
Y toda pureza es una mezcla
olvidada.
Si estudias tus
raíces y descubres esa gran verdad, puedes reírte un rato de los puros.
Por ejemplo...
¡El
mito del pene gigante de los africanos!
¡...!
Es
una proyección perversa de ese complejo de superioridad blanco.
¿En qué sentido?
Lo
describió muy bien el psiquiatra Franz Fanon, otro de los héroes negros de mi
libro, al revelar los mecanismos del complejo de superioridad-inferioridad
colectivo.
¿El tamaño acredita o
desacredita?
Quien
propala esa sandez lo hace porque lo cree un atributo monstruoso que provoca o
miedo o hilaridad y confirma el "salvajismo" y el peligro de los
africanos. De paso, excita su morbo con fantasías masoquistas.
Cuando habrá de todo, como en
todo.
Serían
idioteces si no fueran peligrosas: esas tonterías de que los franceses son así
y los españoles asá, o los catalanes o los italianos o los turineses...
trabajan más o menos...
Entre un francés y cualquier
otro francés hay más diferencias que entre el grupo de los franceses y el de
los españoles.
Pero
podemos combatir esos perversos clichés con una educación para la libertad que
afirme la igualdad en la diversidad. Todos tenemos los mismos derechos y deberes aunque seamos
diversos en nuestras identidades.
¿Cómo combate usted los
prejuicios?
Ayudo
a explicar a los niños que ser de un color, nación, barrio o escalera no te
hace mejor que ser de otro, porque si aceptas que eres mejor que los de otro país, también
aceptarás que eres peor que los de otro.
¿Por qué una persona puede
llegar a aceptar que es inferior a otra?
Por pura
ignorancia. Y
citaré con orgullo aquí a Harriet Tubman, otra de mis heroínas: "Los únicos
esclavos que no he podido liberar son los que no sabían que lo eran".
Hoy somos
esclavos de malos políticos que inventan superioridades para establecer un
poder del que se apropian.
¿Sarkozy le ofreció un
ministerio?
El
de "Diversidad", pero le dije que no, porque su gobierno no la
protegía. Y felicito a Obama, pero también les recuerdo que si hoy hay un Obama
es porque en 1872 hubo un Douglass: primer candidato negro a la presidencia de
Estados Unidos.
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