Autor: Ben Jonson
Hoy enlazo una cita con otra. “La vida no es fácil, para ninguno
de nosotros. Pero... ¡Qué importa! Hay que perseverar y, sobre todo, tener
confianza en uno mismo. Hay que sentirse dotado para realizar alguna cosa y que
esa cosa haya que alcanzarla, cueste lo que cueste”. (Marie Curie)
Sí, claro. Hoy se trata de la confianza. Esa cualidad sin la cual todo se
hace cuesta arriba, hasta el punto de hacer que nos sintamos perdidos e
incapaces de movilizarnos hacia ninguno de nuestros objetivos.
Bien es cierto, que con confianza el nivel de dificultad de las
empresas que nos proponemos no disminuye, pero también lo es que con ella
incrementamos la fe en poder alcanzarlas, lo que, más o menos, viene a significar lo mismo.
Y sí, obviamente, es crucial tener el respaldo ajeno, pero más importante
es poseer la formula que haga crecer y desarrollar por nuestros medios la
confianza propia. No siempre dispondremos de quien esté
dispuesto a apostar por nosotros, pero siempre se puede contar con uno mismo.
Hay
una historia, recientemente acaparó mucho espacio en los medios de
comunicación, que me fascina. Trata, aparentemente, de la concesión del Premio
Nobel de Medicina y Fisiología a Sir
John Gurdon, compartido con el científico japonés Shinya Yamanaka, por un trabajo pionero sobre la clonación.
Haciendo
un poco de historia, Sir John Gurdon, de 79 años, biólogo de la Universidad de
Cambridge, fue el primero en clonar un animal de una sola célula, prendiendo,
al hacerlo, una chispa lenta en el desarrollo de la tecnología de células
madre, capaz de revolucionar la medicina en el siglo XXI.
Hasta
aquí nada especialmente llamativo. Estupenda recompensa para gente que la
merece. Pero la historia de Gurdon se remonta a bastantes años atrás, cuando
apenas contaba 16 años. En aquella época, el ahora premio Nobel estudiaba en el
reputado colegio Eton, el colegio de la aristocracia inglesa, y su profesor de
biología escribió un feroz informe sobre él en el que le tildaba de "desastre
y fracasado." Alguien que insistía en "hacer el trabajo a su manera".
"Creo que
quiere ser un científico, seguía expresando en su informe el malhadado
profesor, lo cual es ridículo: aquel que no entiende simples hechos biológicos
no tendrá la menor posibilidad de ser un especialista...".
Ya
hemos comprobado lo bien que le fue al 'vago' de Gurdon años más tarde, por "hacer el
trabajo a su manera". De hecho, fue tan importante en su vida
aquel informe que lo condenaba para siempre a la mediocridad, que aún lo tiene
colgado en su oficina de Cambridge y fue lo primero que mencionó en la rueda de
prensa tras enterarse de que le habían dado el Nobel. "Así
también es la ciencia -dijo-, los experimentos fallidos son los que conducen al
acierto".
Si
Gurdon hubiera creído la profecía de aquel maestro, probablemente se hubiera
dedicado a algo vitalmente más asequible. Pero no. No hay que dar crédito a las voces que nos
denigran, nos deshinchan o nos recortan las alas. Ya somos
mayorcitos para saber hasta dónde podemos llegar, sin necesidad de que nadie
nos anticipe fracasos. El mejor consejo que podría darte es que apostaras
siempre por ti, ya que jamás perderías esa apuesta. Y si crees no
tener razones para apostar por ti, búscalas, nútrete de valor, persigue la
confianza haciendo cosas cada vez más grandes; estudia, progresa, construye y
no te quedes jamás parado ante la percepción -falible- de otro ser humano.
Colofón sobre el trabajo de Sir
John Gurdon
Según
el Instituto Karolinska de Estocolmo, Gurdon descubrió en 1962 que la "especialización
de las células es reversible". La técnica utilizada en su
estudio del renacuajo es considerada pionera y ayudó al desarrollo del estudio
de la clonación, en concreto la creación de la oveja Dolly, el primer mamífero
clonado.
Por
sus estudios, Gurdon
fue condecorado con el título de Caballero por la reina Isabel II de Inglaterra
en 1995, mientras que en el año 2004 el Instituto de Células Biológicas y
Cáncer pasó a ser llamado Instituto Gurdon.
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