Hay personas tan distraídas y preocupadas que ni siquiera ven lo que tienen enfrente.
Es frustante tomar un café con alguien que está todo el rato hablando por el móvil y no contigo.
No
acabo de comprender la expresión «tengo que desconectar». No sé ustedes, pero
yo me paso el día viendo a gente desconectada.
No
me refiero a personas que desconectan después del trabajo (las afortunadas que
lo tienen), ni a las que desconectan durante este, las que practican la llamada
«dimisión interior».
Es como si dijeran: «Estoy a disgusto con este trabajo y mentalmente he
dimitido, aunque sigo por el sueldo, y mientras, me escaqueo o voy mirando mi
perfil de Facebook, que es lo único que meproporciona alegrías». Me
refiero a las personas que todo el santo día están desconectadas. ¿A qué se conectan?
A todo y a nada. Pero aparentemente están muy ocupadas.
Dice
el médico Jon Kabat-Zinn, profesor
de la Universidad de Massachusetts y uno de los máximos divulgadores de la
llamada «atención
plena», que cada vez hay más gente desconectada. Gente tan «distraída y
preocupada» que ni siquiera ve lo que tiene enfrente, ni escucha los
sonidos que registra su aparato auditivo. Y permanecen ajenas al mundo de los
olores, los sabores el tacto...
William James escribió en Principios de Psicología: «la facultad de dirigir
deliberadamente nuestra atención errante, una y otra vez, constituye el
fundamento mismo del juicio, el carácter y la voluntad. Nadie puede ser dueño
de sí mismo si carece de ella. Cualquier educación que mejore esta facultad
será una educación excelente».
El
psicólogo William James escribió este fragmento en 1890. Si hoy viese a tanta
gente desconectada y, aparentemente, conectada -a través de los ordenadores,
teléfonos móviles y tabletas-, probablemente llegaría a la conclusión de que
este es un mundo de zombis. «Prestar
atención es algo que hacemos de manera tan selectiva y fortuita que no solemos
ver lo que se halla frente a nuestras propias narices» dice Jon
Kabat-Zinn en el libro La práctica de la
atención plena (editorial Kairós).
Ya
hemos hablado aquí de lo frustrante-y habitual, por desgracia que resulta
quedar con alguien para tomar un café y que esté todo el rato hablando por el
móvil y no contigo. El único modo de restablecer el contacto con lo real,
dice Kabat-Zinn, pasa por los sentidos. Los sentidos son la única
ventana que permiten acceder al «paisaje interno
del ser» y «al paisaje
externo de lo que llamamos mundo», y del que estamos
desconectados. La intuición, según este médico y según el budismo, sería una
especie desentido. Y la mente también. Una especie de sexto sentido. Pero solo
eso. Un
sentido más. No el único.
Cuanto
más mal uso hagamos de la tecnología, cuanto más interrumpamos una
conversación, un paseo, una lectura, para mirar el móvil -imposible desconectar
si no paramos de leer los correos electrónicos que nos llegan del trabajo;
nuestra mente tarda unos segundos en regresar al paseo o a la lectura, o quizá
ya no regresa-, más necesario será, según Kabat-Zinn, que nos preguntemos: ¿Cuándo
tendremos tiempo para nosotros? ¿Cuándo nos permitiremos simplemente ser?
¿Sabríamos, en tal caso, qué hacer con el tiempo? ¿Podemos estar conectados con
nosotros mismos?
LA NATURALEZA
He
aquí la cuestión: conectarse con uno mismo. Qué susto, dirán
algunos. Qué aburrido, dirán otros. Pero atención: conectarse con la naturaleza
también es conectarse con uno mismo. A Jon Kabat-Zinn le sucede esto cuando
pasea por un campo que está cerca de su casa: "Cuando
más conectado estoy con mis sentidos, menor es la separación que existe entre
la visión que me ofrece el campo y yo"
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