Tengo 70 años y nací en Barcelona, donde vivo. Soy abogado, economista, expolítico... y un curioso especializado en la comprensión pública de la ciencia. Estoy casado y tengo tres hijas y cuatro nietas. ¿Ideas políticas? ¡El método científico! ¿Dios? Si existe, se manifiesta poco. Ahora publico ‘El viaje al amor’ (Destino)
VIAJAR POR LOS AFECTOS
Encuentro siempre a Punset embebido en las más hondas reflexiones. Le pregunto qué tal está, y me suelta: “¿Qué razones estrafalarias y antievolutivas nos llevan a esta capacidad infinita nuestra para hacernos
infelices?”. Toma ya. Esto es lo que ocupa su mente ahora tras
publicar su último libro, ‘Viaje al amor’ (Destino). La ciencia, ahora, también investiga el amor. Y Punset, que está al tanto, te lo explica. Recoge y compendia lo que los científicos están descubriendo sobre el amor, igual que hizo con el popular ‘Viaje a la felicidad’, su anterior libro. Entre otras cosas, me explica que quienes más plena capacidad de amar tienen son aquellos que no distinguen amor y deseo. Vivimos marcados por los afectos, y Punset enamora.
—¿Cuántas veces se ha enamorado en su vida?
—No más de cinco.
—¿Y cómo sabe uno que está enamorado?
—Lo estás si eres incapaz de encontrar un solo defecto en la persona amada. El amor inhibe al cerebro para percibir nada más.
—Del amor, ¿qué dice la ciencia?
—Que nació hace 3.000 millones de años, con la primera bacteria.
—¿Cómo fue la cosa?
—La bacteria lanzó un mensaje químico de «¿hay alguien ahí?», aterrorizada de estar sola.
—¿Y quién había?
—Una espiroqueta, una célula que se desplaza rápido: «Quédate conmigo, espiroqueta, que juntos estaremos mejor», dijo la primera bacteria. En fin, sucedió hace 3.000 millones de años, lo mismo que hoy entre dos personas en un ascensor.
—¿Se trata de no estar solo?
—Sí.
—¿Qué es el amor?
—Un instinto. El más primigenio de todos, evolutivamente. El instinto de fusión de un organismo con otro para garantizar la supervivencia.
—¿Es lo mismo amor y sexo?
—Durante los primeros 2.000 millones de años, era amor sin sexo. Hace 700 millones de años, aparece el sexo.
—Pero el amor fue primero.
—Sin el amor no habría vida. El amor precedió al alma, a la conciencia, al cerebro, a la inteligencia...
—Los animales, ¿aman?
—Claro. Y hay especies monógamas, como el ratón de la pradera o el 70 % de los pájaros.
—¿Y los humanos no?
—Somos monógamos un rato. Cuatro, cinco años... Tiempo necesario para criar al bebé humano, indefenso.
—¿Amor equivale a felicidad?
—La neurobiología lo demuestra: nadie es más feliz que una mente enamorada (y correspondida).
—¿Amar y ser amado es felicidad?
—Sí. Un bebé que babea ante su madre, un joven de 18 años enamorado o un anciano de 80 años enamorado, ¡tienen activados los mismos circuitos neurales!
—¿El amor no tiene edad?
—No perdemos la capacidad de amar cuando envejecemos. Al revés: ¡envejecemos si dejamos de amar!
—¿Y qué pasa si no eres correspondido, si te abandonan?
—El sentimiento de desamparo de un adulto en tal caso es idéntico al de un bebé desamparado. Se han estudiado los circuitos neurales en ambos casos, ¡y son idénticos!
—Pero el adulto tiene más recursos.
—No. No hay armas. No sirve hablar.
—¿Y por qué me enamoro de fulanita y no de menganita?
—De modo inconsciente, sopesas si ese otro individuo te conviene, mides su grado de disponibilidad y evalúas su capacidad de amor. ¡Una tarea muy compleja!
—¿Y la belleza no interviene?
—Sí. Y es un factor menos cultural que biológico: nos atraen los rostros simétricos. Y los que nos resultan más reconocibles, más familiares.
—El de mamá es el más familiar.
—Poca broma: hoy se sabe que el bebé que ha recibido cariño, saldrá al mundo confiado, será un adulto con mayor capacidad para amar, para explorar, para enamorarse.
—O sea, que vivirá una vida más rica, más intensa.
—Por eso digo a muchas madres que acaricien aún más a sus bebés... Harán que sean más empáticos. Porque la antítesis del amor no es el odio: es el desprecio. ¡No hay peor castigo para un ser humano que sentir el rechazo de los demás!
—¿Hay personas incapaces de amar?
—Los psicópatas: son incapaces de empatizar.
—¿Aman igual hombres y mujeres?
—Si se refiere a la libido, es distinta en hombres y mujeres. Para entregarse al sexo, la mujer necesita sentirse emocionalmente sosegada, a gusto, sin ningún tipo de angustia. En el hombre, en cambio, la excitación sexual resulta más independiente de la esfera emocional.
—¿Qué implicaciones evolutivas tiene eso?
—Quizá el instinto del amor irá extinguiéndose: la mujer necesita menos al hombre cada día.
—¿Cómo se lleva con el amor la inteligencia humana?
—Nuestra inteligencia es hija del amor, hija del roce con el prójimo. ¡El mayor reto para el ser humano ha sido su vecino! La relación social nos ha hecho inteligentes.
—«Te enamoras del otro por lo que no es, y te desenamoras por lo que es», dijo Gainsbourg.
—¡Pues la ciencia hoy le corrobora! Los neurólogos están descubriendo que el cerebro decide en función de lo que cree, no de lo que ve. Es decir, que vemos el mundo según creemos que hay que verlo.
—Nuestro cerebro, entonces, ¿está inventando el mundo?
—Puede decirse que sí, que ves el mundo en la medida en que lo imaginas, y no puedes verlo de otro modo. Inventas, sí, inventas a tu amada. De algún modo, te enamoras de una invención de tu cerebro.
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