María Franco, creadora y directora de la Fundación
Lo Que De Verdad Importa (LQDVI)
Tengo
47 años. Nací en Salamanca y vivo en Madrid.
Estudié Secretariado Internacional, pero mi vocación es ayudar a los demás. Casada, tengo tres hijas adolescentes. No creo en los partidos, creo en las
personas, en lo que te dicen cuando te miran a los ojos. Soy creyente
Lecciones
de vida
Le
diagnosticaron un cáncer y comenzó a preguntarse por el sentido de la vida. Fue
entonces cuando cayó en sus manos el testimonio de Nicholas Fortsmann, quien,
enfermo de cáncer, escribió sus últimas reflexiones sobre los asuntos que de
verdad le importaban en la vida. Conmovida, María decidió que tenía que hacer
algo para que, en especial los jóvenes, descubrieran lo esencial sin necesidad
de pasar por la enfermedad o la desgracia, y creó su fundación (Loquedeverdadimporta.org),
que organiza congresos gratuitos para preuniversitarios y universitarios en
ocho ciudades españolas donde pueden escuchar testimonios impactantes que les
hacen reflexionar sobre sus prioridades.
Qué es lo que de verdad
le importa?
Todas
esas cosas y personas que a menudo no valoramos cuando las tenemos al alcance y
el sentirte bien cada noche cuando repasas el día. A mí me ocurrió algo...
¿Qué le ocurrió?
A
los 33 años tuve un cáncer. Mi hija pequeña tenía un añito, la mediana tres y
la mayor cuatro. En esos momentos te das cuenta de lo que merece la pena en la
vida; ya no hay pegas: todo te parece maravilloso.
¿Qué le pasó por la
cabeza?
Que
tenía que hacer algo con mi vida, ser útil, y creé una empresa para ayudar a
comunicar proyectos solidarios. Estaba feliz, pero en el 2007, tomando un té
con una amiga como estamos usted y yo ahora...
...
me
contó que un amigo suyo, Nicholas Fortsmann, un multimillonario norteamericano
a quien también le habían diagnosticado un cáncer y que tenía tres niños
pequeños, había escrito un libro para ellos con sus reflexiones sobre lo que de
verdad importa.
Murió.
Sí,
y su viuda editó el libro para familiares y amigos. Me tocó profundamente,
porque un cáncer se puede superar pero afortunadamente no se olvida.
Hay quien lo intenta a
toda costa.
Cuando
me dijeron que lo había superado fui a tirar las pastillas que estaban en el
cuarto de baño, pero rectifiqué: "Aquí se quedan, para verlas cuando me ponga
tontorrona", me dije, y ahí están todavía.
Buena medicina.
El
diario de Fortsmann era el de un tipo normal con sus defectos y sus dudas de
todo tipo, como tenemos todos, pero su perspectiva era la de alguien que sabe
que ha llegado su fin. Lo que leí me llegó directo al corazón y decidí que
debía hacer algo, que las personas no debían descubrir lo que de verdad
importa en la vida cuando se están muriendo o cuando les ha ocurrido una
tragedia.
Ya.
Y
es que, además, eso
que importa nos une a todos, tengas la edad que tengas y vengas de donde vengas;
y cuanto antes lo descubras, mejor. Estaba decidida a hacer algo para ayudar a
los jóvenes a reflexionar sobre ello.
Y nació su fundación.
De
entrada, un congreso gratuito, Lo Que de
Verdad Importa, en el que personas de manera testimonial les dicen: "Esto me ha pasado a mí, ojalá te sirva".
Reservamos el palacio de la Castellana de Madrid con más miedo que otra cosa,
recorrimos todas las universidades para ver si daban créditos a los jóvenes que
asistieran y buscamos entidades que nos apoyaran económicamente.
Se llenó.
Sí,
el primer año (2007) tuvimos una lista de espera de 5.000 jóvenes para escuchar
a gente como Kyle Maynard, que nació
sin brazos ni piernas y es campeón de lucha libre contra gente sin ninguna
discapacidad.
Impactante.
Subió
al escenario gateando, el primer comentario fue "pobrecito",
pero cuando salieron de ahí querían ser Kyle Maynard: cero complejos, se come
el mundo... Son testimonios que te llegan directos al corazón; ahí no hay
filtros de nadie que intente venderte nada, pero no queremos que se convierta
en un circo de desgracias superadas.
Es el peligro, sí.
Buscamos
testimonios positivos. Y es muy bonito ver como todos los ponentes acaban
siendo amigos, se convierten en una gran familia, muy implicados con el
proyecto. Actualmente el congreso ya se celebra en ocho ciudades españolas, y
los ponentes van rotando; cuando las han recorrido todas, insisten: "¿Para
cuándo una ciudad nueva?".
Deben de trabajar mucho
para organizar ocho congresos.
Somos
cinco mujeres, y como también queremos llegar a los niños, organizamos otras
actividades para ellos (Kliquers), en las que intentamos darles pautas para que
desarrollen su personalidad. Trabajamos como bestias, pero como una de las
cosas que de verdad importan es la familia, estamos en la oficina de 9 a 15 y
por la tarde teletrabajamos.
¿Cuál es el premio?
Poder
ir a los congresos. Los patrocinadores nos pidieron que fuéramos a sus empresas,
así que desarrollamos una iniciativa de charlas para los empleados de las
empresas. Y desde hace un año mantenemos contactos con varias organizaciones
locales en países de África, como Guinea Ecuatorial y Etiopía, a los que
mandamos jóvenes voluntarios a enseñar a los niños, pero obviamente reciben
mucho más de lo que dan.
Suele ser así.
El
17 de septiembre llevaremos Lo Que De Verdad Importa a Ecuador y en noviembre a
Chiapas (México). Recibimos cientos de peticiones de ciudades.
¿Qué ha aprendido?
A no
juzgar. He tenido prejuicios con gente y empresas que al conocerlas se han
disipado; he descubierto a los jóvenes: son solidarios, comprometidos y
tolerantes.
Y de cada uno de los ponentes (ya llevamos unos treinta) me ha llegado la
capacidad de perdón y la humildad... Y he descubierto algo esencial.
¿...?
Cuando
tienes una ilusión y te atreves a ir por ella, la propia vida te empuja y te
protege. He oído a mucho agorero, pero el camino ha sido llano.
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