¿El amor lo justifica todo? Pensar que
sí puede llevamos a sostener relaciones insatisfactorias, cuando no dañinas. No
podemos renunciar al amor, pero tampoco podemos aceptar el amor a cualquier precio,
anteponiéndolo a nuestra realización o incluso a nuestra dignidad personal.
Walter Riso nos cuenta cómo detectar el
mal amor y desprendemos de él para ser más libres y felices.
“Haría cualquier cosa por ti, si me lo
pidieras."
¿Quién no ha
dicho esta frase alguna vez en su vida bajo el efecto hipnótico del
enamoramiento? ¿Y cuántos no se han arrepentido luego? Aspiramos a un amor sin
límites, más allá del bien y del mal, hecho para valientes, para quienes están
dispuestos a entregarse hasta la médula y sin recato. La consigna del amor que
no sabe poner límites es categórica: "Si no hay
abdicación del yo, si la subordinación al amor no es radical, entonces ese amor
no es verdadero". ¡'Qué gran error!
Obviamente,
no se trata de vivir sin amor. Nadie desdeña la experiencia amorosa en sí misma
sino las secuelas de una idealización afectiva sin fronteras. No se trata de
destruir el amor sino de ponerlo en su sitio y acomodarlo a una vida digna, más
pragmática e inteligente. Se trata de vivir un amor justo y
placentero, que no implique la autodestrucción de la propia esencia ni excluya
de raíz nuestros proyectos de vida.
EL AMOR NO ES SACRIFICIO
Parecería que
todo vale cuando se trata del "milagro del amor". Amor estoico,
dispuesto a todo, cuanto más insensato, mejor. No importa si debes sacrificar
estudios, profesión, vida social y hasta las ganas de vivir. En una relación
convencional, bajo el amparo de la tradición sentimentalista y del espíritu de
sacrificio, los intereses personales se colocan en segundo lugar y el "vivir
para el otro" se convierte en lo primero.
En los amores enfermizos, cuya norma
es la dependencia y la entrega sin miramientos, el desinterés por uno mismo es
la regla.
De hecho, la
propuesta afectiva, implícita que persiste en la mayoría de las culturas
amantes del amor desesperado sigue siendo la misma: "Amar es dejar de ser uno
mismo". No se trata de vincularse en libertad sino de dejarse
absorber y desaparecer en el ser amado.
Si asumimos
que el amor de pareja no tiene límites, si hacemos de la abnegación absoluta
una forma de vida, es natural que no sepamos cómo reaccionar ante una situación
afectiva que nos hiera o degrade. Y, una vez que pasamos determinados límites,
volver atrás no es tan fácil. ¿Qué se supone que deberíamos hacer cuando la
persona que amamos viola nuestros derechos? Si el costo de amar a nuestra
pareja es renunciar a los proyectos de vida en los cuales estamos implicados,
¿habrá que seguir amando? Y si no podemos dejar de amar, ¿habrá que seguir
alimentando el vínculo?
Nadie niega
que hay momentos en los que el "yo" pasa a un segundo plano, pero sí esta
renuncia se realiza de una manera compulsiva y sistemática, habremos entrado en
la terrible codependencia. Cuando establecemos las condiciones que
debe reunir un amor de pareja saludable, definimos una zona -una demarcación
más realista que romántica- a partir de la cual una relación debe terminarse o
transformarse. Pasar los límites de lo razonable (maltrato, infidelidades, dudas,
desamor..) implica que el amor por sí solo no justifica ni valida el vínculo
afectivo debido a los costos psicológicos, morales, físicos y/o sociales
implicados.
CUÁNDO DECIR 'BASTA'
Existen al
menos tres situaciones en las que el amor de pareja pierde su sentido vital. La primera es
cuando no te quieren. Si es así, ¿por qué sigues en una relación
insana a sabiendas de que no te aman? Si no te quieren, no es negociable. ¿Qué acuerdos
vas a proponer si no hay sentimiento ni ganas? ¡Qué mala consejera
puede ser a veces la esperanza! Si bajara un ángel y te dijera que tu pareja
nunca podrá amarte de verdad, ¿seguirías manteniendo la relación? Para mí está
claro que si
alguien titubea o duda del amor que siente hacia mí, no me ama. "Dame un
tiempo", "déjame pensarlo" o "no estoy seguro":
excusas o
mentiras. Si es evidente que no te quieren y sigues a la espera de
la resurrección amorosa, dispuesto a responder ante cualquier insinuación, te
has extralimitado.
La segunda
situación que marca el límite del amor es cuando tu realización se ve obstaculizada. El
psicólogo Abraham Maslow decía: "Un músico
debe hacer música; un pintor debe pintar; un poeta debe escribir si quiere ser
feliz. Lo que un hombre puede ser, debe serlo. A esta necesidad la llamamos
autorrealización". La felicidad es enemiga de la represión.
La pregunta
que surge es obvia: ¿por qué motivo el amor que sientes por tu pareja debe
impedir la expansión satisfactoria de tus talentos y potencialidades
personales? Todo lo que nos haga crecer como seres humanos -mientras no sea
destructivo ni para uno ni para otros- debe llevarse a cabo si no queremos
sentirnos incompletos. Sin obsesionamos con ello, la búsqueda de la excelencia
(superación no egocéntrica) y el perfeccionamiento (mejoramiento continuo)
definen el arte de vivir
¿Cómo avanzar
en la vida si la persona que amas se resiste a tu crecimiento? Si por hacer
feliz a la persona que amas has renunciado a tus deseos íntimos, has reprimido
tu esencia o has adoptado una "imagen" prestada que distorsiona tu
verdadero yo, has pasado el límite del buen amor. O peor: si ésa fue la "prueba de
amor" que te han exigido, no te han amado o no te aman lo
suficiente. Un
amor que exija la castración motivacional e intelectual del otro para que
funcione no es amor sino esclavitud.
Por último,
la tercera situación es cuando tus principios se vulneran. Reflexiona
un momento: ¿qué estás dispuesto a negociar por amor? Hay cosas que no puedes
entregar, porque si lo haces te traicionarías a ti mismo.
El límite de lo negociable es la
dignidad personal; es decir, la opción de ser valorado, honrado o respetado. Sentirse
digno es aceptar que uno es merecedor de respeto. Y a ese valor no podemos
ponerle precio.
¿Cómo saber cuándo alguien afecta tu
dignidad? Suele ser evidente para quien se observa a sí mismo. Lo que se siente
es indignación, que puede definirse como cólera ante la injusticia. Cuando la
indignación tiene lugar, sientes que se ha violado lo entrañable y que los
intereses más íntimos han sido maltratados.
La premisa es
conservar tu ser moral y negarte a ser objeto. Y un buen comienzo para ello es
aceptar que tu pareja no es más que tú ni más valiosa, al menos en lo que se
refiere a la posibilidad de recibir consideración y respeto. Los seres humanos
somos iguales en derechos y en dignidad, a pesar del culto a la entrega y al
sacrificio por amor.
DIGNIDAD PERSONAL
La defensa de
la dignidad personal merece especial atención. Existen, al menos, dos factores
clave que afectan en las relaciones afectivas:
Convertirse en un instrumento para
satisfacer a otros. El sacrificio exigido en aras del amor puede ser
una excusa para utilizar al otro. En muchas culturas, el usufructo obtenido por
amor ha sido visto como una consecuencia natural del matrimonio. Si lo tuyo es
mío y lo mío es tuyo, si establecemos una relación basada en la
despersonalización y el canibalismo afectivo e intelectual, entonces tu cuerpo
es mío, tu mente me pertenece. tu libertad es parte de mi patrimonio, y
viceversa. Este intercambio de identidades es definitivamente tenebroso.
La pérdida de independencia. El
equilibrio entre "tus derechos" y "mis derechos" es
delicado. Por ejemplo, ¿tiene que pedirse permiso a la pareja para salir a
algún sitio, desempeñar una actividad nueva o hacer un viaje?
Una señora ya
entrada en años me decía: "Mi marido es encantador, generoso y nada machista;
siempre me da permiso para salir". Obviamente, no se trata de
"desaparecer" sin dejar rastro, pero ¿pedir permiso...? ¿Qué tipo de
vínculo amoroso puede haber cuando uno de los dos posee la autoridad de otorgar
indultos y aprobaciones? Lo que debe pesar a la hora de tomar decisiones
no es la ley del más fuerte sino la fuerza de los argumentos. Si todo va bien,
tendremos una red de posibilidades funcionando al mismo tiempo: mis planes, tus
planes y nuestros planes.
AMAR DE IGUAL A IGUAL
Acoplarse a
las exigencias razonables de cualquier relación afectiva, acercarse al otro sin
perder la propia esencia, amar sin dejar de quererse a sí mismo... requiere de una
revolución personal, cierta dosis de subversión amorosa que permita
cambiar el
paradigma tradicional del culto al sacrificio irracional por un
nuevo esquema donde el respeto mutuo y recíproco ocupe el papel central. ¿Amar
con reservas? Sí, con la firme convicción de que amar no implica negociar con mis principios
sino relacionarnos de igual a igual. Un amor horizontal, dentro y fuera de la
cama.
El amor no escucha a la razón. Es un sentimiento tan poderoso que permanece en el corazón eternamente.
ResponEliminaEso es amar de verdad. Amar al otro más que a ti mismo. Como amar a un hijo. Incondicionalmente.
Corazón y razón, el eterno dilema, a quien hacer caso?. Muchas gracias!
ResponEliminaGracias a ti Joan, por tus publicaciones. Me aportan luz y esperanza todos los días.
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