Diversos expertos y estudios
coinciden en los beneficios de la meditación a la hora de combatir el estrés.
Adquirir la costumbre de practicar
meditación, requiere constancia, dedicación y paciencia
Desde que nos levantamos hasta que nos metemos en
la cama, e incluso mientras dormimos, miles de pensamientos pululan por nuestra
cabeza manteniéndonos mentalmente ocupados casi las 24 horas del día. Eso no
sería un problema si ese aluvión de pensamientos fuera compatible con el
equilibrio y la serenidad que necesitamos para vivir en un estado de bienestar
psíquico y emocional. Sin embargo, muchas personas se ven incapaces de manejar
ese día a día y se sienten arrollados por las innumerables responsabilidades asociadas
al trabajo, la familia o las relaciones personales.
Pero, ¿cómo conciliar el vertiginoso trajín cotidiano en el que
vivimos con la paz interior que necesitamos? La respuesta está en
las técnicas de meditación. Del mismo modo que cada día ponemos orden en casa o
en nuestra agenda, sería muy beneficioso para nuestra salud, que hiciéramos lo
mismo con nuestra mente. Así lo corroboran los resultados de numerosos estudios
como el del centro Johns Hopkins Medicine, según el cual practicar unos 30 minutos de meditación al
día puede reducir los síntomas de la ansiedad y la depresión. Así, Madhav Goyal, investigador de la
Universidad Johns Hopkins y director del estudio, publicado en la revista JAMA
Internal Medicine, afirma que “la meditación
parece proporcionar un alivio similar al constatado con antidepresivos en otros
estudios”.
En esta misma línea, Miriam Subirana, doctora por la Universidad de Barcelona, escritora
y profesora de meditación y mindfulness, asegura que “a
largo plazo, la práctica continuada de ejercicios de meditación contribuye a
afrontar mejor los baches de la vida, superar las crisis con mayor fortaleza
interior y ser más nosotros mismos bajo cualquier circunstancia”.
“La puerta de entrada a la
meditación es la respiración”, afirma Subirana. Y es que “focalizar nuestra atención en la respiración, en las
sensaciones que experimenta nuestro cuerpo, nuestros músculos, etc., facilita
los cambios temporales a nivel físico y psíquico”, apostilla la
psicóloga y experta en coaching Eva Hidalgo.
Hemos extraído del libro Serenidad Mental (Obelisco, 2011) de Miriam Subirana, un breve resumen sobre cómo realizar una
meditación básica:
1. Encontrar un lugar tranquilo y acogedor. Poner
una luz tenue y música suave pueden ayudar a conseguir crear el ambiente
adecuado.
2. Sentarse en el suelo con la espalda recta,
pero sin tensiones, respirando hondo y manteniendo los hombros y brazos
relajados.
3. Con los ojos abiertos, elegir un punto enfrente y dejar ahí la
mirada, mientras poco a poco todas las distracciones van
desapareciendo.
4. Observar los pensamientos sin juzgarlos ni retenerlos,
solo observándolos.
5. A continuación, crear pensamientos e imágenes positivas de
uno mismo, visualizarlos y mantenerlos durante unos minutos.
6. Para terminar, cerrar los ojos unos instantes creando un
silencio completo.
Eso sí, como cualquier otro hábito, adquirir la
costumbre de practicar meditación requiere constancia, dedicación y paciencia, ya que
antes de que podamos ser testigos de sus efectos a corto plazo, es necesario
que pase algún tiempo. De hecho, según Subirana, “21
días es lo que tardan en aparecer los primeros síntomas de que algo está
cambiando en nuestro interior”. Sin embargo, si lo que buscamos
es un cambio radical en nuestra vida, “debemos tocar
nuestras creencias limitantes y liberarnos de ellas. Si meditamos, pero no
cambiamos nuestro estilo de vida ni nuestros hábitos limitadores, conseguiremos
mejorar nuestra relación con el entorno y con los demás, pero no habrá una transformación
profunda”, asegura la experta.
No se trata, por tanto, de un cambio que ocurra de
la noche a la mañana, si no de una progresión a nivel emocional que comienza
con pequeñas sensaciones como “la disminución del estrés y la ansiedad o el crecimiento
de una actitud más abierta y relajada”, explica Subirana.
A medida que pasan los días, si hemos sido
disciplinados, comprobaremos cómo nos sentimos más seguros de nosotros mismos.
Tal como aclara la escritora, “al cabo de unas semanas, la actitud del
practicante de meditación ya es visiblemente distinta. Siente que es capaz de
llevar a cabo sus sueños porque está fuertemente conectado con lo que le
motiva. Y eso, al fin y al cabo, es lo que nos da la vida”.
Por si eso fuera poco, según la coach, los
beneficios de la meditación trascienden lo psíquico: “Las
mejoras afectan a todos los niveles, el sistema digestivo empieza a funcionar
mejor, somos más flexibles, reducimos los dolores de cabeza y nos sentimos más
vitales y energéticos”. Teoría en la que coincide Eva Hidalgo, quien se apoya en la
existencia de diversos estudios que corroboran esta afirmación. Uno de ellos es
el publicado en 2013 por la American Heart Association en el se afirma que la
Meditación Trascendental puede ser considerada como un tratamiento real para la
presión arterial alta, ya que se ha comprobado su efectividad para bajarla.
Conseguir llegar hasta ese anhelado estado de
bienestar gracias a la meditación no es magia, es fruto del esfuerzo y la
práctica diaria de unos ejercicios asociados a unas técnicas sistematizadas que
combinan aspectos físicos y psíquicos, y que, a grandes rasgos, se pueden
agrupar en las que “emplean más la respiración y el cuerpo, las se basan en
la visualización y las que se focalizan en los mantras”, explica
Subirana, quien practica la meditación creativa, una técnica que se centra en
la contemplación y la expansión de la consciencia.
Por su parte, Eva Hidalgo, que practica meditación
guiada y mindfulness (atención y conciencia plena), aconseja su ejercicio para
autorregular los pensamientos, calmar la mente y focalizar el presente.
Aunque insiste en la idea de considerar la meditación como una “buena herramienta complementaria que favorece nuestro
bienestar, pero que debe ir acompañada del resto de recursos que forman parte
del proceso terapéutico para asegurar sus efectos positivos”.
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