He encontrado este artículo en un muro de un amigo, me ha llamado la atención por la composición de la fotografía. realmente parece como si nada hubiera ocurrido, todos parecen estar en una situación normal. Sus gestos, posiciones, actitudes...., los que llen el diario, el que simplemente mira, la mujer del centro.... ¿una escena habitual?. Reproduzco el artículo entero porque el periodista describe magníficamente la escena y la reflexión.
Poco tiempo después de los devastadores terremoto y tsunami de Japón, este grupo de vecinos de Otsuchi trataban de recomponer su cotidianidad de una manera conmovedora.
Poco tiempo después de los devastadores terremoto y tsunami de Japón, este grupo de vecinos de Otsuchi trataban de recomponer su cotidianidad de una manera conmovedora.
Llamamos cotidiano a lo de todos los días. Su contrario es lo insólito, que a veces es bueno y a veces malo. No es lo mismo una lluvia ácida que un maná. Lo insólito suele borrar de manera provisional lo cotidiano, excepto cuando se prolonga y pierde su condición extravagante, provocando escenas como la de la foto, donde la nueva cotidianidad convive con la antigua. Aunque apenas había transcurrido una semana desde el tsunami de Japón hasta esta foto, sus víctimas (las de la imagen, por lo menos) parecen haberse instalado ya en el horror con naturalidad. Protegidas (es un decir) por los dioses que se han salvado de la quema, sus gestos, sus actitudes, sus maneras, recuerdan a los de cualquier martes o cualquier miércoles de cualquiera de sus vidas. Adaptados los objetos cotidianos del pasado (las sillas, por ejemplo) a la cotidianidad del presente, lo extraño y lo familiar se han fundido con una sencillez pasmosa. Observen la tranquilidad con la que leen la prensa, como si se encontraran en la cocina de su casa o en la sala de espera del médico. Fíjense en la mujer que hacia el centro de la fotografía, con un bolso en bandolera, compone, al arreglarse el pelo, un gesto usual. No se pierdan tampoco la expresión de paciencia del hombre de su izquierda, tocado con una gorra de las de visera y ligeramente repantigado en la silla, como si esperara algo o a alguien que empieza a retrasarse un poco, aunque no tanto como para perder los nervios. Si no supiéramos lo que les ha ocurrido, pensaríamos que llevan toda la vida alrededor de esa hoguera. ¿Se acostumbra uno a todo?
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