Autor: Don Marquis
"Si crees que se puede hacer en cualquier momento, no lo
harás en ningún momento. Mañana es el día más ocupado de la semana. El momento
perfecto para empezar la mayoría de todas las cosas es hace diez años.
Demasiado pronto, demasiadas veces, se convierte en nunca."
Todas
estas máximas hablan directamente sobre la necesidad de no postergar los
asuntos más de lo conveniente o, si es posible, nunca.
Un
término, ahora en boga, procrastinación,
nos advierte sobre ello. En pocas palabras, la procrastinación es el hábito de
aplazar las cosas que deberíamos hacer, enredándonos en tareas menos
importantes o incluso gastando nuestro tiempo, deliberadamente, en cuestiones
que nos obligamos a creer que son más perentorias. Todo ello por
miedo, por pereza, porque analizar demasiado algo nos lleva a la parálisis… o
quizá porque nuestro cerebro está diseñado así
Procrastinar
es muy fácil. Las distracciones son tan poderosas que nos permitirían evadirnos
de por vida de todo aquello que no tenemos ganas de hacer. Tal vez somos una
máquina perfecta con este gran fallo de falta de voluntad, que nos permite
obviar, retrasar, o eliminar todo lo que debemos hacer, pero no nos apetece.
Las
estadísticas precisan que, por ejemplo, entre el 80 y el 95 por ciento de los
estudiantes universitarios postergan sus obligaciones, y dos tercios de todos
los estudiantes consideran una costumbre en sus vidas demorar tareas. Según
otros cálculos, entre el 15 y el 20 por ciento de todos los adultos, se ven
crónicamente afectados por el fenómeno de dejar para mañana lo que sí es
posible, pero no queremos hacer hoy.
Y
todo esto a pesar de que a la mayoría de las personas les preocupa la tendencia
a postergar; en general, la describen como algo malo, perjudicial y estúpido.
Y, sin embargo, casi todos incurrimos en ella.
Y
¿cuáles son
las razones que suelen excitar nuestra procrastinación al máximo?
Las tareas más susceptibles de ser postergadas reunen, por lo general, dos
condiciones: no
nos divierten y no es obligatorio realizarlas ahora mismo.
El
profesor Piers Steel, investigador de la Universidad de Calgary, ha
desarrollado una fórmula (bautizada como teoría de la motivación temporal, que,
según asegura, explica la procrastinación: U=EV/ID.
U es la Utilidad de la tarea
una vez realizada, y su valor es proporcional al producto de las Expectativas
(E) por el valor que le concedemos a terminar el trabajo (V), e inversamente
proporcional a la inmediatez (I) y a la sensibilidad de cada persona a los
retrasos (D).
Es
decir, que según esta fórmula las tareas que queremos que se lleven a cabo
mejor y a las que más importancia otorgamos, son las que más frecuentemente
demoramos. Más que pereza, dice Steel, lo que hay detrás de la procrastinación
es un exceso de perfeccionismo.
El
profesor Piers Steel, que ha pasado más de 10 años estudiando este fenómeno,
establece que los procrastinadores crónicos representan el 20 por ciento de la
población.
¿Y si antes de empezar lo que hay que hacer, empezamos lo que
deberíamos haber hecho?
(Quino)
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