Hablando con un amigo del tiempo que vivimos, del que realmente aprovechamos, me he acordado de este cuento que relataba Bucay. Hemos de saber aprovechar estos momentos de felicidad, intentar que sean los más en nuestra vida porque son los que realmente vivimos. Muchas veces nos preocupamos por tonterías, por cosas que seguramente jamás ocurrirán y, si ocurren, no serán tan terribles como las hemos imaginado. Delante de un problema, una situación nos colocamos en la peor de las suposiciones y eso nos resta energía, nos impide ver las cosas claras y las soluciones.
Vivamos como si este fuera el último día de nuestra vida, con pasión!
Esta es la historia de un hombre al que yo definiría como un buscador...
Vivamos como si este fuera el último día de nuestra vida, con pasión!
Esta es la historia de un hombre al que yo definiría como un buscador...
Un buscador es alguien que busca, no necesariamente alguien que encuentra.
Tampoco es alguien que, necesariamente, sabe qué es lo que está buscando, es simplemente alguien para quien su vida es una búsqueda.
Un día, el buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. El había aprendido a hacer caso riguroso a estas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo, así que dejó todo y partió.
Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos divisó, a lo lejos, Kammir. Un poco antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó mucho la atención. Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores encantadoras; la rodeaba por completo una especie de valla pequeña de madera lustrada.
....Una portezuela de bronce invitaba a entrar.
De pronto, sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en ese lugar.
El buscador traspasó el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los árboles.
Dejó que sus ojos se posaran como mariposas en cada detalle de esta paraíso multicolor.
Sus ojos eran los de un buscador, y quizás por eso descubrió, sobre una de las piedras, aquella inscripción:
Abdul Tareg, vivió 8 años, 2 semanas y 3 días.
Abdul Tareg, vivió 8 años, 2 semanas y 3 días.
Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una piedra, era una lápida. Sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en ese lugar.
Mirando a su alrededor el hombre se dió cuenta de que la piedra de al lado también tenía una inscripción. Se acercó a leerla, decía:
Yamir Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas.
El buscador se sintió terriblemente conmocionado.
Este hermoso lugar era un cementerio y cada piedra, una tumba.
Una por una, empezó a leer las lápidas.
Todas tenían inscripciones similares, un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto.
Pero lo que lo conectó con el espanto, fue comprobar que el que más tiempo había vivido sobrepasaba apenas los 11 años...
Embargado por el dolor terrible se sentó y se puso a llorar.
El cuidador del cementerio pasaba por ahí y se acercó.
Lo miró llorar por un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar.
-No, ningún familiar- dijo el buscador- ¿qué pasa en este pueblo?, ¿qué cosa tan terrible hay en esta ciudad? ¿por qué tantos niños muertos enterrados en este lugar? , ¿cual es la horrible maldición que pesa sobre esta gente, que los ha obligado a construir un cementerio de chicos?
El anciano se sonrió y dijo:
- Puede usted serenarse. No hay tal maldición. Lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré...
Cuando un joven cumple 15 años sus padres le regalan una libreta, como ésta que tengo aquí colgada al cuello.
Y es tradición entre nosotros que a partir de allí, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abra la libreta y anote en ella:
A la izquierda que fue lo disfrutado... a la derecha, cuanto duró el gozo.
Conoció a su novia y se enamoró de ella. ¿Cuanto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla? , ¿una semana?, ¿tres semanas y media?...
Y después...la emoción del primer beso, el placer maravilloso del primer beso, ¿cuanto duró?, ¿el minuto y medio del beso?, ¿dos días?, ¿una semana?...
¿Y el embarazo o el nacimiento de su primer hijo? ¿Y la boda de los amigos...? ¿Y el viaje más deseado...? ¿Y el encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano?. ¿Cuanto tiempo duró el disfrutar de estas situaciones? ...¿horas?...¿días?...
Así vamos anotando en la libreta cada momento que disfrutamos...cada momento.
Cuando alguien muere, es una costumbre, abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo en su tumba, porque:
ESE es, para nosotros, el único y verdadero tiempo VIVIDO...
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