Es necesario aprender a vivir los símtomas o la insatisfacción de manera útil, para que nos puedan llevar a un nuevo orden.
Quizá el producto que Estados Unidos ha exportado más al resto del mundo ha sido la idea de felicidad. Y de violencia; pero ese es otro tema, del que no hablaremos aquí. Así pues EEUU ha exportado sonrisas y dientes blancos y casas adosadas con piscina y matrimonios que aparentemente son felices... cuando en realidad, como escribió Vladimir Nabokov -exagerando bastante-allí nadie quiere a nadie.
Quizá el producto que Estados Unidos ha exportado más al resto del mundo ha sido la idea de felicidad. Y de violencia; pero ese es otro tema, del que no hablaremos aquí. Así pues EEUU ha exportado sonrisas y dientes blancos y casas adosadas con piscina y matrimonios que aparentemente son felices... cuando en realidad, como escribió Vladimir Nabokov -exagerando bastante-allí nadie quiere a nadie.
Precisamente, un estadounidense, Eric C.Wilson, profesor de la Universidad de Wake Forest, cansado de la llamada «dictadura de la felicidad», escribió hace pocos años el ensayo Contra la felicidad: en defensa de la melancolía (Taurus). En el libro afirma que no se diferencian entre sí quienes están comprometidos con la felicidad a toda costa y los que se inclinan por la tristeza a cualquier precio. Ambos temen el confuso término medio, "esa fértil y con frecuencia febril ambigüedad entre los polos y el cosmos", escribe. «Ninguno de los dos grupos, el de los tipos felices y el de los tipos tristes, soportan el limbo crepuscular, así que saltan a una luminosidad chillona».
Por todo ello, Wilson apuesta por un término medio, y defiende la melancolía. Un estado que según él nuestra cultura trata como si fuese aberrante, una amenaza. «El melancólico presiente que todas las cosas del mundo se acaban». No es extraño que ese estado no se vea reflejado en los anuncios de publicidad, ni sirva para vender coches u ordenadores. Los anuncios prefieren la luminosidad chillona.
Pero la luz no siempre es rabiosa; no todos los meses son julio y agosto. La psicóloga Cristina Llagostera recuerda que la infelicidad es un estado natural y necesario. Se lo recuerda al amigo y escritor Francesc Miralles en su último libro 365 ideas para cambiar tu vida (Planeta/Pórtic). «Reivindico la importancia de otros estados desagrada bIes, como la insatisfacción o el malestar», dice.
«La idea es: sin desequilibrio no se avanza. Si siempre fuésemos felices, no progresaríamos». Por eso, según Cristina Llagostera, es necesario aprender a vivir los síntomas o la insatisfacción de manera útil, para que nos puedan llevar a un nuevo orden, a un nuevo equilibrio. Según esta psicóloga, a veces buscar solo la felicidad puede ser la mejor forma de no encontrarla.
Francesc Miralles compara la infelicidad a la fiebre; una fiebre que califica de «espiritual» y que nos invita a movilizar nuestros recursos para restablecer el equilibrio y entrar en una etapa más evolucionada. El otro día, por cierto, el doctor Miquel Masgrau me comentó que él estaba muy a favor de la fiebre. Que es necesaria, que el cuerpo la agradece, y que no tiene sentido luchar contra ella sistemáticamente come nos recomiendan las compañías farmacéuticas.
A lo mejor lo que tenemos hoy en este país, y en Occidente, es la fiebre alta. Y quizá lo mejor no sería tomar aspirinas como estamos tomando -con parches y recortes-, sino empezar de nuevo. Lo dice también Francesc Miralles en su libro, citando a D.D. Eisenhower; «Si un problema no tiene solución, hazlo mayor». A veces la solución a una crisis matrimonial no es otra que la ruptura. Gracias al divorcio, regresa el orden a nuestras vidas.
La frase de Eisenhower guarda relación con un proverbio chino que asegura; «Cuando mayor es el caos, más cerca estamos de la solución». O sea, un mensaje de esperanza para Occidente: cada vez estamos más cerca de la solución. Abróchense los cinturones.
Completamente de acuerdo. Solo gracias a las Crisis tenemos oportunidad de despertar nuestras capacidades latentes.
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