La capacidad de asombrarse por lo imposible es uno de
los elementos clave de la inteligencia espiritual. Sin esta capacidad nos
perdemos lo más importante de nuestra experiencia.
Los gestos
pequeños son detalles que dan valor a la vida. Pequeñas dosis de felicidad hacia
los demás que revierten en la nuestra.
Todos recordamos la ilusión cuando
éramos niños y esperábamos la llegada de los Reyes Magos. Esa capacidad por
imaginar que podía ser, aunque pareciera imposible. Tampoco olvidamos el
momento en que descubrimos o nos cuentan
su verdadera naturaleza. La desilusión, la decepción, las ganas de algunos
de seguir aferrados a la magia de lo imposible, sin querer aceptar la revelación
del secreto.
Las experiencias de ilusión forman parte de
nuestra vida. Ilusionarse tiene que ver
con verbos como soñar, animar, alentar, desear. Con la capacidad de asombrarse.
Cuando somos niños es más simple, porque nos asombramos de lo desconocido, de
lo que despierta nuestra curiosidad, de lo que hay por descubrir. Con los años
perdemos esta capacidad de comprender y reconocer el mundo y todo lo que nos
envuelve. Pero asombrarse también es una de las facultades clave de la
inteligencia espiritual. Las personas que cultivan esta inteligencia siguen
maravillándose por las cosas y las personas.
ILUSIONARSE SIN SER ILUSO
"El asombro es la experiencia emocional que
activa todas las formas de inteligencia y mueve a la persona a la comprensión y
a la creación" (Francesc Torralba)
Tal como afirma Torralba: "Las personas
espiritualmente inquietas e indagadoras se asombran por todo: de cómo son las
cosas, de la misma existencia de la realidad, de uno mismo en el mundo".
Sin esta capacidad nos perdemos lo más importante de nuestra experiencia. Esa facultad de reconocer,
de indagar, de descubrir v de agradecer. Sin caer emn la ingenuidad, bi ser
ilusos, simplemente descubrir i saber apreciar. Cuando nos asombramos, saboreamos la vida. Ilusiones
como proyección de futuro.
LA SAL DE LA VIDA
"La vida es un misterio a vivir, no un problema a resolver". (Oriol Pujol
Borotau)
La reconocida antropóloga
francesa Françoise Héritier recibe
una postal de un amigo que le comenta que le ha "robado" una semana
a la vida y que está de vacaciones. Esa misiva es la desencadenante del libro La sal de la vida, después de la indignación
y el compromiso por la felicidad.
Héritier, a sus 80 años,
después de una larga carrera profesional nos brinda un texto tan sencillo como
penetrante ¿Cómo convertir los momentos de nuestra
vida en pequeñas joyas para proporcionarnos fuerza y nuevas ilusiones?
Recuerda y enumera todo lo que le ha dado sentido, sal e ilusión a la suya:
sabores, olores, un simple paseo, subir a una montaña, ver un amanecer, escuchar
ciertas canciones, hacer mayonesa, compartir con los amigos sueños, la
familia...
Es un ejercicio de
reconocimiento y de balance al proceso vital que ejerce una fuerza impulsora de
volver a ilusionarse, entendiendo esta existencia justamente como un misterio a vivir, no como un
problema a resolver. Esta actitud, tal y como nos recordaba el maestro Oriol
Pujol Borotau: "Supone
aprender a vivir cada momento y tener paz y tranquilidad para afrontarlo que
venga". En momentos llenos de incertidumbre, de complejidad, de
inestabilidad, solo se puede tener calma e ilusión sintiendo cada momento,
dándonos cuenta de lo que pasa dentro de nosotros, valorando esas pequeñas
cosas que dan sentido a nuestra existencia. Saber gestionar esos
intangibles como son la ilusión, los sueños y los proyectos de futuro, reconociendo
el pasado.
Vivir no debe limitarse a
buscar insaciablemente las causas de lo que nos ocurre en nuestro proceso
vital. Lo que nos sucede no tiene que ver con una carrera de obstáculos, ni
son problemas a descifrar. Ante la carencia de respuestas razonables a lo que
buscamos nos angustiamos, perdemos la ilusión de vivir y nuestros sueños. O
como dice la canción del musical de Los Miserables I dreamed a dream, con el paso de los años, las expectativas de juventud no se corresponden
con la realidad y hay que volver a proyectar el futuro sabiendo apreciar los
gestos mínimos.
DOSIS DE FELICIDAD
"Lo pequeño puede ser imperceptible. Sin embargo,
buena parte de la humanidad si no toda, ha ido moviéndose a su compás" (Carlos
Skliar)
Los gestos pequeños son
aquellos detalles que dan valor a la vida. La sal de la que nos hablaba
Héritier. La gestualidad mínima puede ser, desde un buenos días con una
sonrisa, un silencio en un momento dado, una flor en una mesa, un simple ¿cómo
estás?, una llamada a alguien que hace tiempo que no sabes de él, un email diciendo
te deseo un buen día, dedicar tiempo a los hijos, a los mayores, escuchar
atentamente a un amigo, acompañar a alguien.
Son pequeñas dosis de felicidad hacia los
demás que revierten en nuestra propia felicidad. Todos hemos recibido gestos de amabilidad y todos
hemos ofrecido alguno. Estos detalles encierran el secreto de lo pequeño, la
ilusión de lo posible, la fascinación yel asombro por lo diminuto. O como
mantiene Laurence Cornú: "Gestos que
nos llegan sin apenas percibirlos, expresiones del cuerpo y del rostro que
expresan una hospitalidad concreta y sensible". Y siguiendo el
efecto mariposa, esos mínimos guiños pueden producir grandes cambios y
sorprendentes respuestas en los demás y en nosotros mismos. En unos
momentos en los que todo parece más oscuro, más gris, más desesperanzado, donde
el futuro aparece más incierto, cualquier pequeña señal de vida toma más
fuerza. Por eso, más que nunca, lo pequeño, lo mínimo, tiene sentido.
LA PARADOJA DE STOCKDALE
"Uno puede prevalecer... y al mismo tiempo hacer
frente a los hechos más adversos de la realidad actual, cualesquiera que
sean" (Jim Collins)
Jim Collins, en su libro Las
empresas que sobresalen, explica la paradoja de Stockdale de
manera muy ilustrativa. Collins entrevistaba al almirante Stockdale por haber
sobrevivido a más de ocho años de prisión en la guerra de Vietnam. Le
preguntaba admirado cómo había conseguido sobrevivir a las torturas y al
comportamiento infrahumano. El almirante responde rotundamente que siempre supo que
lo conseguiría.
A continuación, Collins le
preguntó quiénes fueron los que no lo lograron, y ahí llegó la respuesta
sorprendente: para Stockdale, los
optimistas fueron los que no sobrevivieron. El almirante explica que los
optimistas eran aquellos que mantenían una fecha de liberación: "Nos
liberarán en Navidad, en Pascua...", cuando esa fecha llegaba y
no eran liberados, su frustración crecía y su confianza se anulaba. Para Stockdale la
confianza debe ser realista, contextualizada. Todo lo que
planeemos, o las estrategias vitales que diseñemos han de estar sostenidas por
el realismo de la esperanza. Tocar el suelo con los pies, pero proyectando futuro. •
SUMANDO VOCES
- Lugares y compañías; de Laurence Cornu.
Jorge Larrosa Editores (2007).
- La sal de la vida; de Frangoise Héritier.
Editorial Aguilar (2012).
- Nada por obligación, todo con ilusión;
de Oriol Pujol Borotau. Amat Editorial (2004).
- Lo dicho, lo escrito, lo ignorado; de Carlos Sklia. Editorial
Miño y Dávila. (2011). Ensayos mínimos, entre educación, filosofía y literatura.
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