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dissabte, 22 de desembre del 2012

"En un segundo todo puede cambiar: no controlamos nada". Las Contra de La Vanguardia.


Marie Lise Labonté, psicoterapeuta.
Tengo 60 años. Nací en Montreal (Canadá) y vivo entre la República Dominicana y París. Soy viuda y tengo pareja. Ponemos nuestra esperanza en el Estado y eso nos convierte en víctimas, debemos ser más activos políticamente. Lo humano y lo divino está en nosotros

Instinto
A esta psicoterapeuta psicoanalizada, con más de 30 años de experiencia y que acompaña a moribundos, le ha tocado enfrentarse a la muerte. "Yo tenía la impresión de que controlaba mi vida, pero no controlamos nada". La Nochebuena del 2000 un ladrón entró en su casa y mató a su marido, que un minuto antes dormía abrazado a ella. El trauma, la superación, el aprendizaje vital de esta mujer bregada en tratar con traumas ajenos es el contenido de Detrás de la cortina (Luciérnaga). "No hablo de la desesperación, demuestro que uno puede superar un trauma y que es esencial reconocer las fuerzas instintivas que entran en acción: antes, durante y después del hecho".

Si quiere vivir con una apertura desconocida...

Sí...
... debe asumir con la mente, con el corazón, con las tripas...

Vale, con todo mi ser.
... que la muerte nos acecha, nos rodea, está pegada a la vida, en un segundo todo puede cambiar. No controlamos nada, y el otro -tu amor o tu hijo o lo que más quieras- puede desaparecer de repente; todo está bien y al minuto siguiente ocurre lo inesperado.

¿Por qué me dice todo esto?
Hay que mantener una relación de amor con los que nos rodean. Cuando mi marido se fue bruscamente no pudimos decirnos nada más, por fortuna estábamos en paz.

Lo asesinaron.
Sí, la madrugada del 24 de diciembre del 2000 entró un ladrón en casa. La puerta principal sólo estaba ajustada porque Julie, mi sobrina de 21 años, se olvidó las llaves.

Y se sucedieron las casualidades.
El ladrón cogió a Julie como rehén y la obligó a que le condujera hasta nuestra habitación al otro lado del jardín. Ella nos llamó, mi marido se levantó, fue a la puerta y vio el revólver en la sien de Julie. Lo terrible es que reconoció al hombre y este le disparó.

¿Y Julie?
Entró en la habitación y se escondió. A mí me despertaron dos disparos y el grito de Julie, pensé que también la había matado. Una cortina de terciopelo rojo separaba la alcoba de la sala en la que ya había entrado el ladrón. Robert, mi marido, gemía.

Y usted no podía socorrerle.
Si corría la cortina era mi fin. Podía palpar el miedo del homicida, su desesperación. Yo, de manera instintiva, dejé de respirar, fue como morir. Se oyeron disparos de los guardas de la urbanización y escapó.

Qué terrible experiencia.
Traumática. Lo extraño es que un mes antes de su muerte tuve visiones y premoniciones muy fuertes, sentía que algo muy grave me iba a suceder. Se lo conté a mi marido y me dijo: "Yo te protejo".

Lo hizo, la protegió con su vida.
Un día antes de su muerte fuimos con Julie a la playa y ella le preguntó sobre la muerte. Entonces él nos dio muchos detalles sobre lo que teníamos que hacer si moría. Y dijo textualmente: "Si tuviera que morir mañana, tengo la tranquilidad de haber hecho mi trabajo sobre la Tierra". Aquellas palabras después me sirvieron, me consolaron.

¿No se sintió culpable de no haber sido capaz de interpretar las premoniciones?
Las analicé con un psicólogo junguiano, sin resultados. Mi culpabilidad fue sobrevivir. Había tenido flashes de mi marido con el torso desnudo tumbado sobre la hierba, justo lo que estaba viendo esa noche mientras moría en mis brazos.

Qué horror.
Fue un momento de paz increíble: la luna llena, la noche estrellada, era todo hermoso, pero Robert, de repente, ya no estaba.

¿Cogieron al asesino?
Sí, pero no quise denunciarlo, y eso me causo terribles problemas con la comunidad, la familia y la embajada. Aun así, decidí no poner ni un gramo de energía en la venganza.

Una cosa es la venganza y otra es dejar suelto a un asesino.
Entiendo su apreciación, pero mi instinto me pidió que en vez de combatir me centrara en lo esencial (mi sobrina y el hijo de mi marido) y me dejé guiar por él. Sé cómo son los procesos en la República Dominicana y no quería que Julie, que vive en Montreal, pasara por eso. El homicida no tenía antecedentes, quería dinero, le perseguía la mafia.

¿Qué fue de él?
Al cabo de ocho años volvió al pueblo, lo aceptaron de nuevo y ha rehecho su vida.

¿Y cómo lo lleva usted?
No voy a ir a saludarlo, pero acepto que uno pueda cambiar su manera de vivir. No quiero nutrir el odio. Sé lo que destruye el resentimiento, la cólera y la venganza. A los 25 años desarrollé una enfermedad autoinmune: una artritis reumatoide degenerativa incurable a causa del resentimiento que sentía hacia mi madre.

¿Qué le hizo?
Jamás me dejó vivir, pretendía que yo fuera el bastón de su vida. A raíz de esa enfermedad entendí que toda enfermedad corporal es expresión de algún desequilibrio psíquico y desarrollé un método de sanación, el método de liberación de corazas (MLC).

¿Ha podido rehacer su vida amorosa?
Poder volver a amar me ha llevado años y casi desarrollo un cáncer. Desde la muerte de Robert sentía dolor en un pecho y tenía los ganglios inflamados. Conocí a un hombre que me quería y yo no me dejaba. Entonces soñé que tenía cáncer y a la mañana siguiente le llamé. Hoy es mi pareja. Gracias a mi trabajo estoy muy atenta a los mensajes del inconsciente.

¿Qué podemos hacer para que el subconsciente trabaje a nuestro favor?
Escuchar los sueños, concedernos durante el día momentos de distensión y una vez a la semana hacer cosas que nos lleven al hemisferio derecho del cerebro: cosas creativas que le permitan aflorar. Hay que establecer contacto con el mundo interior.



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