Cuántas veces habremos oído la frase:
"Tengo miedo a estar solo". Somos seres sociales y necesitamos de los demás para
constituirnos a nosotros mismos, no sólo para cubrir nuestras necesidades de
afecto y desarrollo personal, sino también para afianzar nuestra autoestima. Este miedo a la soledad parte de nuestra dependencia infantil, nos
sumimos en el temor a ser abandonados hasta que constituimos la presencia del
otro en su ausencia. Las personas no sólo existen cuando están, también cuando
no están. El gran problema de muchas personas es que se sienten solas
porque aniquilan al otro en su fantasía. Decir "estoy solo" es como
decir nadie existe, y esa negación es la que nos enferma.
Una vez que el ser humano se da
cuenta de su finitud, de que su existencia está encaminada a este
acontecimiento, nace la preocupación por el ser. Es la muerte la que le va a dar verdadero valor a la vida. Son los
límites los que nos permiten vivir de una forma saludable. Cuando entendemos
que las relaciones también han de tener sus límites amamos con más libertad,
pero no todos somos capaces de aceptarlo. Cuando entiendo que el otro es una
posesión soy capaz de encerrarlo con tal de no perderlo, ahí no hay amor. El
amor es amor a un objeto, hace del otro un objeto, con lo cual entra en juego
el régimen de propiedad, hace individualistas, mientras que el deseo no desea objetos sino que desea deseos, hace sujetos deseantes, sujetos que saben que la soledad no
existe: o se vive entre otros o se vive entre fantasmas.
Las sociedades modernas, a pesar de
los avances técnicos, fomentan el aislamiento y falta de comunicación. Nos han
educado en el consumismo sin límites, pero no nos han enseñado a relacionarnos
con otras personas. Nadie nos dijo que comprometerse con otros es lo que genera
autoestima y bienestar, que elegir nuestros compromisos es el mayor grado de
libertad. Somos caldo de cultivo para el egoísmo y la envidia. Amamos al otro
para utilizarlo en la satisfacción de nuestras necesidades, para no estar
solos, pero no hemos aprendido a conocer al otro en su verdadera dimensión.
Cuando amamos por necesidad es cuando vivimos con miedo a ser abandonados.
Podríamos preguntarnos por qué tantas parejas que ya no se aman, aun así,
siguen viviendo juntos. Es clara la respuesta, por miedo a la soledad. No saber
arreglárselas con la propia soledad se convierte en un problema para vivir,
acabas viviendo con cualquiera.
En muchas ocasiones hay un temor
previo, el temor a arriesgarse, a dar y no recibir, tememos
equivocarnos y por ese motivo no emprendemos nuevos proyectos y relaciones.
Pero como dice el poeta Miguel Oscar Menassa, "en las relaciones intersubjetivas, lo único que se
arriesga es un poco de seguridad y un poco de dinero; el resto, ganancia, todo
humano". Hay que arriesgarse a ganar. Las
relaciones sociales no se buscan, se encuentran en el camino del trabajo, de
las aficiones, de los compromisos. Cuando alguien que se siente solo me
pregunta cómo puede hacer amigos, siempre le digo que los
amigos se encuentran indirectamente. No hay edad para las relaciones sociales, seamos jóvenes o mayores
todos necesitamos de otras personas para sentirnos vivos y si algo te impide
estar con otros, acércate a ellos a través de los libros, la televisión, el
teléfono, internet.
También están esas otras personas que lloran por
las esquinas porque se sienten solos, ¿no será que no saben amar? Hay que aprender a amarse para luego amar a los otros. El
sentimiento de soledad está relacionado con el aislamiento, la noción de no
formar parte de algo, la idea de no estar incluido en ningún proyecto y
entender que a nadie le importamos lo suficiente como para pertenecer a su
mundo.
Se puede interpretar la soledad de dos
maneras: estar solo o sentirse solo. Estar solo es un hecho común para todos,
no siempre estamos acompañados. Esta experiencia de soledad se puede disfrutar
mucho y suele ser muy constructiva. Sentirse solos es diferente, porque uno se
puede sentir solo también en compañía, en ocasiones no nos sentimos a gusto con
las personas que nos rodean. El sentimiento de soledad tiene que ver con no
haber forjado una escucha o haber perdido una escucha. A veces este sentimiento
acontece ante una separación o ante la pérdida de un ser querido, quién no ha
vivido una situación como esta a lo largo de su vida. Cuando uno se encuentra
bien, no importa llegar a casa y estar solo, porque nos sentimos acompañados de
todas nuestras relaciones y compromisos. Vivir solo puede ser una buena opción
de vida, pero no puede resultar si no gozamos de unas buenas relaciones
sociales, si no gozamos de una buena salud social.
La cultura nos permite no sentirnos
solos jamás. Es cuando sólo nos escuchamos a nosotros mismos que entramos en
ese vacío de la soledad. Cuando abrimos un libro, escuchamos a otros; otras
vidas laten conmigo, es imposible sentirse solo.
Helena Trujillo Luque
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