Autor: Samuel Beckett
Cuando leí
en la prensa la noticia que anunciaba la celebración de una jornada mundial
denominada "El día del
fracaso", he de confesar que, de inmediato, se me despertó una
inmensa curiosidad por saber qué había detrás de una tan curiosa propuesta que
pretendía celebrar, no el acierto, algo cotidiano, sino el fallo, algo
ignominioso.
No tardé
demasiado en localizar la página oficial del evento, en la que se explicaba,
formalmente, en qué consistía: ¿QUÉ
ES EL DÍA DE FRACASO? una nueva fiesta internacional para
repensar, compartir y aprender del fracaso.
Se celebra cada 13 de Octubre (este año fue la tercera edición) y nació en
Finlandia bajo el auspicio de la comunidad de emprendedores Aaltoes.com.
Los
organizadores de la jornada defienden que el fracaso no es el enemigo, sino que lo es el miedo a fracasar. Al estar fracaso y éxito sólidamente
unidos, debemos aprender a aceptar y a sacar el máximo provecho del error, con
el fin de alcanzar el éxito que, en principio, se nos ha negado.
Y así,
con estos sabios enunciados, se ha creado una comunidad internacional empresarial que admite
el fracaso sin traumas y se centra en el intercambio de las historias de sus
reveses personales y de las lecciones con ellos aprendidas. Son empresarios, deportistas,
emprendedores -en cualquier ámbito laboral-, que un día se dedicaron en cuerpo
y alma a poner en marcha un proyecto que no llegó a cuajar. Y lejos de
avergonzarse o esconderse, están dispuestos a compartir los errores que
motivaron su caída, con el afán de que otros no tengan que pasar por una
experiencia similar. Es decir, dar la posibilidad a todo el mundo de
escarmentar en cabeza ajena.
Existe,
incluso, un manifiesto formal para "El día del fracaso", en el que se
explica la filosofía y la pretensión primordial de esta singular jornada...
"Nuestra cultura nos ha enseñado que el fracaso es
una mala cosa. Esta es una regla no escrita convertida en Norma desde siempre.
Nos hemos estigmatizado a nosotros mismos y a los demás con el fracaso, y en
nuestra sociedad quedan pocas personas que tengan el valor de ir adelante, de
cualquier manera, superando su miedo a fracasar.
Nosotros no hablamos de nuestros fracasos y el precio que
pagamos por no hacerlo es el desperdicio de las buenas lecciones que aprendemos
de él y que valdría la pena compartir con los demás.
Lo peor del miedo al fracaso es que nos desalienta e
incapacita para emprender algo nuevo o audaz, detenidos por el temor a fallar.
Y ese es el mayor precio que todos nosotros, como individuos y sociedad, ha de
pagar.
Debemos de imaginar una nueva cultura donde la gente no
solo discuta abiertamente de sus fracasos, sino que también premie la
valentía de haberlo intentado."
Gran parte
del problema proviene de la actitud de la sociedad hacia el fracaso. Se
recrimina el fracaso. Parece que si no tenemos éxito a la primera, ya somos
unos fracasados de por vida. Pero el fracaso es un mecanismo que asimilado correctamente, es el
principal motor en la innovación, la creatividad y el avance cultural humano,
ya que, nos guste o no, somos animales que aprendemos por ensayo y error.
Por todo
esto me llamó la atención esta iniciativa, un día especial para decir en alto, e incluso con
orgullo, que sí, que fracasé, que caí, pero que me he vuelto a levantar y ahí
sigo: intentándolo una y otra vez.
Por último,
a lo largo de la historia han sido decenas los grandes personajes vinculados a
todos los campos del conocimiento, que han expresado su teoría del fracaso,
como elemento indispensable para su éxito posterior. Desde hasta
Ford;
desde Roosevelt
hasta Arthur Miller, una gran
mayoría de estos prohombres, defendieron que cada fracaso nos enseña algo que
necesitamos aprender y que el fracaso es, a menudo, el pionero del descubrimiento de
nuevos horizontes del saber o que, en realidad, no existe el fracaso, porque
este es solo una paciente y obligada espera hacia el éxito.
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