Hablemos del dolor de cabeza: hay mucho sufrimiento y, al mismo tiempo, hay muchos fracasos terapéuticos. Lo afirma el
osteópata David Ponce. Ha llegado a la
conclusión de que el dolor de cabeza se
suele tratar desde un punto de vista
sintomático; no se va más allá,
buscando la causa. Por eso ha
decidido escribir el libro Más amor y menos Ibuprofeno (Plataforma).
Porque en su clínica ha visto a mucha gente con
dolores de cabeza, que acuden a él cuando ya han visitado a todo tipo
de médicos, quienes al final aumentan los
miligramos y la potencia de los fármacos «hasta
llegar a un punto en el que no hay mejoría y, en cambio, el cuerpo queda saturado de remedios y pierde la capacidad propia de reaccionar», explica en su libro.
El autor une el rigor con el ojo clínico,
la atención al pequeño detalle con la visión
holística de la persona. Hay pocos profesionales que afirmen, como lo hace él, que el dolor
de cabeza
no es una enfermedad, sino un síntoma. Hay pocos profesionales que escriban (él tiene autoridad moral para
hacerlo, porque lo ha constatado con sus pacientes centenares,
miles de veces), que la parte emocional es vital para entender el dolor de cabeza.
Sin embargo, como dice Eduard Punset, vivimos en una
sociedad que, hasta ahora, ha desdeñado nuestras emociones básicas y
universales.
Y hay muchos enfermos y médicos que aún no comprenden
que quizá no encontraremos la causa de un dolor de cabeza en una resonancia magnética. Por
ejemplo, una paciente llamada Marta sufría una cefalea debido a una ruptura sentimental. Otros pacientes
sufren dolor de cabeza porque su hígado no está en buen
estado. No porque se den a la bebida, sino por las llamadas emociones hepáticas.
Las emociones hepáticas incluyen la amargura, la ira, el resentimiento, el enfado o la irritabilidad excesiva. «Por supuesto, en medicina
alopática no existe la tendencia a relacionar las emociones y las vísceras, pero los estados que se pueden derivar de todo
ello son, entre otros,
furia e irritabilidad; como
consecuencia, producen dolor de cabeza, vértigo, mareo o acuófenos».
Algunas mujeres sufren dolor de cabeza a causa de los
anticonceptivos. Otras porque se ten drían que divorciar de sus maridos (eso no lo dice David Ponce; lo dice una oyente de
mi programa de radio. Una nos dijo: «A mí se me va el dolor de cabeza con un orgasmo».)
¿Se ocupan, de todo ello, las farmacéuticas? Ni por
asomo. En nuestro país tenemos a grandes médicos (necesarios, imprescindibles), un buen sistema
público de salud, pero muchas asignaturas
pendientes; y esta es una de ellas: dejar de poner parches a los dolores de cabeza, es decir, dejar de tratar
solo los síntomas.
Una tarde fue a la consulta de David un
chico con el diagnóstico de dolor de cabeza
en racimo. «No
tienes racimo -le dijo David-, primero, porque esa variante del dolor de cabeza
se da en gente más mayor y no en un chico joven. Qué problema tienes en casa?». El chico respondió: «Mi madre, que
me agobia». «Las
relaciones familiares son la causa de su dolor de cabeza», concluye el osteópata -y casi psicólogo- David Ponce.
Quizá
no existen enfermedades; existen enfermos. El doctor William
Osler, uno de los padres de la medicina moderna,
dijo: «Es mucho más importante conocer qué tipo de paciente tiene la
enfermedad que conocer el tipo de enfermedad
que tiene el paciente». La
pregunta del millón: nuestro sistema, con 10 minutos por visita, ¿permite conocer al paciente?
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