La crisis económica no sólo desestabiliza a los mercados de
valores, sino también a las relaciones afectivas. Cada vez más parejas se
disuelven ante una mala situación financiera. Otras, por el contrario, se
vuelven más sólidas y fuertes que nunca.
Dice
un viejo refrán que “cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por
la ventana”. Y es que en lo que se refiere a relaciones afectivas,
los problemas financieros son y serán siempre caldo de cultivo para el
estallido de conflictos entre las parejas. La actual coyuntura económica que
atraviesa Europa no sólo embriaga de pesimismo, ansiedad o depresión a los españoles
por la falta de seguridad financiera, sino que también afecta a sus relaciones
conyugales.
Según
un estudio de La Maleta Roja,
empresa líder en erotismo y salud sexual de la mujer, la crisis económica
afecta a tres de cada diez parejas españolas. La razón es que en cuestiones de
dos “las
dificultades con dinero son menos dificultades”, explica la doctora Trinidad Bernal, experta en emoción y
relaciones interpersonales, y directora de los programas de mediación de la
Fundación Atyme (Fundación de Atención y Mediación para el cambio). En tiempos
de bonanza económica es fácil mantener el equilibrio en el hogar, pero ¿y en momentos
de incertidumbre y crisis? Según Guillermo Fouce, doctor en Psicología Social y profesor de la
Universidad Carlos III de Madrid, “si una relación atravesaba a priori un momento delicado,
la crisis económica puede potenciar la ruptura de la pareja. Por el contrario,
si siempre se ha gozado de una buena relación, la crisis puede hacer más sólida
la unión”.
Un
condicionante para la ruptura La primera de las premisas citadas por el
psicólogo se encarna en la situación de Joaquín
(quien no quiere revelar su apellido por motivos personales). Este sevillano de
41 años, que actualmente se está separando, admite que aunque la crisis económica
no fue una causa directa de la ruptura con su pareja, “sí ha sido un condicionante, un leño más
para avivar la hoguera –explica–; si tienes solvencia económica muchos
problemillas que surgen se van diluyendo”. En su caso, su mujer
quedó desempleada como consecuencia del paro actual y desde entonces sólo ha
podido optar a contratos laborales discontinuos. “Cuesta adaptarse a que si antes tenías
unos ingresos ahora ya no los tienes –afirma Joaquín–; ella me pedía que me
ajustara más y yo le reprochaba que ella tenía que ingresar dinero”.
Los cambios laborales, el desempleo, el ver mermado el presupuesto familiar, o
cualquier otro cambio vital en los hábitos y conductas de una pareja pueden
hacer aflorar el reproche mutuo. “Tendemos a
culpar al otro de la situación, a responsabilizarle de todo, a proyectar
nuestros propios conflictos internos en la pareja”, explica Fouce.
Pero
la crisis económica no sólo va astillando las relaciones de las parejas más
débiles, sino que en muchas ocasiones obliga a demorar el divorcio en el
tiempo. “Si ella hubiera tenido trabajo, me hubiera atrevido a dar
el paso antes”, asegura Joaquín. Según Antonio Rubio, presidente de la sección de derecho matrimonial y
familiar del Col·legi d’Advocats de Barcelona, “desde el 2008 el número de divorcios por
año está experimentando un ligero descenso”. ¿A qué se debe? “Ahora muchas
parejas no tienen la posibilidad económica de acudir al juzgado, por lo que
buscan una posible reconciliación o una convivencia pacífica”,
explica Rubio. Lo que sí está aumentando en los tribunales de derecho
matrimonial y familiar es “la litigiosidad y las ejecuciones de sentencias en
reclamaciones económicas”. Fijar una pensión un poco más alta o un
poco más baja, años atrás no causaba tanto conflicto, “ahora te piden que lo reclames todo.
Incluso están surgiendo cláusulas especiales a raíz de la crisis”.
Por ejemplo, “desde
hace un par de años se ha comenzado a aplicar una cláusula a los divorcios por
la que en caso de que la parte que deba pagar la pensión alimentaria quede en
desempleo, se rebaje automáticamente un tanto por ciento la compensación
económica”, explica Rubio.
Vivir separados
Si
bien divorciarse es costoso, más lo es “vivir en dos viviendas con doble recibo”,
afirma Trinidad Bernal. “Muchas parejas
llegan a acuerdos privados para evitar arreglar las desavenencias legalmente,
pero es un error –explica la mediadora de pareja–; si existe conflicto y no se
separan por no disponer de acceso económico a dos viviendas, la situación puede
agravarse mucho más”. Las circunstancias de cada pareja marcarán su destino.
Hay quienes deciden irse a cualquier precio y abandonar a su pareja, y quienes
optan por quedarse, aguantar y resistir. Es el caso de Joaquín, que se vio
forzado a quedarse en casa tensando la cuerda con su pareja durante un año más
antes de tomar la decisión definitiva de separarse. “Lo peor es tener que comerte todo desde
dentro del hogar, tienes el deseo de salir y te sientes sin escapatoria por no
tener dinero para ello”. Según Bernal, “no
hay que llegar nunca a este extremo, ni por los hijos ni por la economía”.
Esa
escapatoria que nunca llega, derivada de la situación económica, puede deberse
a que el compromiso entre la pareja se vea reforzado por la incertidumbre. “El amor, según
la psicología social, se establece a partir de tres parámetros: la pasión, el compromiso y la intimidad
–afirma Guillermo Fouce–. La crisis puede hacer disminuir el primero y el
último de los parámetros, pero fortalecer el segundo”. Eso explica
que cada uno de los miembros de la pareja vea más difícil encontrar alternativas.
“Aunque
parezca contradictorio, cuando hay más conflicto y más tensión, más se
mantienen las relaciones –explica el psicólogo–; condiciona la decisión de
romper”. Pensamientos como “vamos a aguantar porque estamos en un mal momento”
o “van a
despedirle” recorren continuamente la cabeza de alguno de los
miembros de la pareja. “Se produce una reacción de solidaridad, incluso de
comprensión por parte de la otra persona –asegura Guillermo Fouce–. La pareja
se refuerza porque cree que por la situación no es el momento de romper, sino
de unirse y salir adelante juntos”.
Solidaridad para evitar la
catástrofe
Esta
catalana de 32 años mantiene junto a su pareja a sus 4 hijos con tan solo 426
euros al mes. Tanto ella como su marido se encuentran parados y en el próximo
mes de octubre verán agotada la última de las ayudas que les ofrece el Inem, “estamos
pendientes de saber si la Genaralitat nos podrá ayudar con las cosas de los
niños, y aunque los Servicios Sociales y Caritas también nos echan una mano, no
tendremos ingreso alguno”, explica López. No obstante, para este
matrimonio, “la
esperanza es lo último que se pierde” y por eso reconocen estar
ahora más unidos que nunca, “gracias a Dios
nos apoyamos mutuamente, sino ¿qué nos queda?”. Para Miriam
López, la clave para mantener la unidad afectiva y familiar con su pareja es “hablar mucho y cuanto antes mejor, si
no llegaría un momento en el que él tendría sus cosas y yo las mías y
estallaría la tensión –explica–; hay que
tratar de entender al otro y ponerse en su lugar”. Respecto a
los reproches, que tan fácilmente prenden la mecha de la discusión en una
situación de crisis, considera que “las cosas que han pasado, pasadas quedan. Si sigues con tu pareja es porque se supone
que la has perdonado, si no, es mejor que cada uno vaya por su camino”.
Miriam López recuerda con una sonrisa una
anécdota que les sucedió en el juzgado de Sabadell, “nos dijeron que nos saldría más a cuenta
separarnos, aunque siguiéramos viviendo juntos, porque así tendríamos más
ayudas”. Pero el matrimonio, a pesar de las vicisitudes financieras
por las que atraviesa, ni se lo plantea. “La crisis económica no tienen por qué pagarla las
parejas. Esto es cosas de los gobiernos que no saben administrar, y estrujan al
que no tiene y engordan al que más tiene”, afirma.
La enfermedad de la crisis
“No son las
personas quienes se están volviendo locas –explica Fouce–; sino que es la
propia situación financiera la enfermedad”. Cuando las circunstancias económicas, laborales o
familiares cambian hay que saber adaptarse. Pero el principal problema de esta
crisis es “saber hacia dónde vamos. Los niveles de
incertidumbre son tan altos, que nadie sabe qué debe hacer para responder ante
la situación”, asegura Guillermo
Fouce. Por eso, la crisis es enfermiza, deprime y angustia, porque no tiene
ni rumbo ni timón. “Lo que es insano en sí es la propia
situación, más que sus consecuencias”, explica el psicólogo.
Para atravesar junto a la pareja este mal bache, ese agujero que aún vemos sin
fondo, es importante “no echar paja en el ojo ajeno –afirma el psicólogo
social–; en tiempos de cambio y de conflicto es mejor no tomar decisiones de
ruptura, sino pasar el mal trago y después del cambio decidir”.
En
momentos como el actual, en el que nada se muestra diáfano ante los ojos, las
energías se centran en sobrevivir y salir hacia adelante, solo o acompañado. Por eso, se
potencia el egoísmo y el individualismo instintivo de la persona, o por el
contrario, triunfa la generosidad y el amor.
Sexo, el espejo de los
problemas
La
vida sexual de una pareja también puede verse condicionada por la inestabilidad
financiera. Y es que “cualquier problema que podamos tener nos afecta
sexualmente”, explica Francisca
Moleno, médico y directora del Instituto de Sexología de Barcelona. Según
revela una investigación del South Bank University de Londres, liderada por el
sociólogo Jeffrey Weeks, en los
periodos de crisis económica las personas son más tradicionales, pasivas y
conservadoras en sus comportamientos sexuales. Por el contrario, las épocas de
bonanza económica conllevan una relajación en las costumbres que permiten un
mayor aperturismo y permisividad hacia comportamientos sexuales distintos de
los tradicionales.
Pero
¿es esta ecuación tan simple? Moleno cree que el aumento o la disminución del
deseo sexual “depende
de la situación económica de cada pareja”. Para la sexóloga, también
es factible que se produzcan casos contradictorios. “Quién esté preocupado por la crisis
financiera, pero tenga sus necesidades cubiertas, puede buscar refugio en el
sexo y mejorar la actividad”, explica. El sexo se traduciría de este
modo en una vía de escape al pesimismo social y reforzaría el vínculo afectivo
con el otro. No sería lo mismo para aquellas parejas preocupadas por llegar a
fin de mes. “Estas personas dejan de pensar en el sexo
porque no tienen ganas de nada. De ese modo se reduce la libido”,
asegura Moleno. La crisis económica o el paro pueden afectar a alguno de los
miembros de la pareja y reducir la motivación necesaria para mantener una vida
sexual plena. ¿A quién afectan sexualmente más los problemas financieros, a los
hombres o a las mujeres? “Las disfunciones sexuales en estos casos son mixtas
–explica Moleno–, mientras que en los hombres las preocupaciones laborales y
económicas alteran la erección, en las mujeres se dificulta la lubricación
durante el encuentro sexual”. No obstante, los hombres estarían un
poquito más damnificados, ya que “hay una
relación bastante directa entre el papel sexual y el social”.
Para un hombre, quedar desempleado y no poder ingresar dinero a la economía
familiar no es sólo un grave atentado contra su propio ego o imagen social,
sino también contra la percepción que tiene de él su pareja. “Creer que la
otra persona ya no le ve como una parte importante del engranaje familiar puede
influir directamente en su sexualidad, y es posible que comience a padecer problemas
de erección”, afirma Moleno.
La
clave para solucionar estas redecillas sexuales es compartir tiempos y espacios
con la pareja. “Cuando
uno de los dos está muy preocupado deja de pasar tiempo con el otro explica la
sexóloga, y es un grave error”. A la sexualidad, según Moleno, hay
que dedicarle ahora más tiempo que nunca para evitar que se deje de estimular
el erotismo y la seducción. ¿Por qué? Esta experta receta practicar sexo como
cura contra la crisis y el paro porque “tener estabilidad
emocional es uno de los pilares básicos en momentos de incertidumbre. El
sexo aumenta la dopamina, que es la hormona que produce en el cerebro sensación
de bienestar –afirma–, y, además, ¡practicarlo es gratis, sólo hay que invertir
un poquito de energía!”.
Cómo evitar la confrontación y
el reproche
La
economía no debe apagar el amor de una pareja. Los psicólogos recomiendan
algunas claves para que los problemas financieros no interfieran en la relación
afectiva.
- Ser realistas y asumir las circunstancias.
- Entender que la relación afectiva es una prioridad frente a los problemas que puedan surgir.
- Mantener un buen nivel de comunicación e intimidad con la pareja.
- Entender los problemas económicos como un reto compartido.
- No aislarse, tener temor a hablar con la pareja sobre las preocupaciones puede hacer estallar el reproche.
- No proyectar los conflictos internos en la pareja.
- Aprender a pedir ayuda y a buscar apoyo en el otro. Ser comprensivo.
- Hablar y discutir las finanzas abiertamente con la pareja, ya que son una cuestión de dos.
- Recordar que “el dinero viene y va”. Quizás ahora no se atraviese un buen periodo económico, pero ya llegarán tiempos mejores.
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