En las tradiciones orientales el apego es visto como la causa
principal del sufrimiento humano.
Ay, el amor, mis
queridos lectores! ¡Y el deseo! Son tan ricos que es fácil que uno se enganche
a ellos como si se tratara de drogas duras imposibles de abandonar. Pero aunque parezca que esa
necesidad del otro, del placer, de la cercanía y de la posesión conforman la
mejor y única manera de amar, resulta que más bien están ligados a lo que en la
columna de la semana pasada definí como “adicción al amor” o apego.
Les
prometí que el día de hoy hablaríamos de las fases de recuperación o desapego a
nuestras parejas. Hagamos un poco de memoria sobre el tema, de acuerdo a lo que
Walter Riso, famoso psicólogo,
especialista en terapia cognitiva y magíster en bioética, afirma: "el apego es una vinculación mental y emocional
(generalmente obsesiva) a objetos, personas, actividades, ideas o sentimientos,
originada en la creencia irracional de que ese vínculo proveerá, de manera
única y permanente, de placer, seguridad y/o autorrealización".
“En consecuencia, la persona apegada estará convencida de que
sin esa relación estrecha le será imposible ser feliz, alcanzar sus metas
vitales o tener una vida normal y satisfactoria”.
Aunque
en occidente la palabra “apego” se ha relacionado con el vínculo entre
los niños y sus padres o cuidadores, en las tradiciones orientales el apego es
visto como la causa principal del sufrimiento humano y una forma de adicción.
Para el filósofo y escritor Jiddu
Krishnamurti, cuando creemos “pertenecer al otro” y deseamos que éste nos
corresponda de la misma manera, estamos siendo alimentados psicológicamente por
el otro, dependemos de él o ella, y en eso siempre habrá ansiedad, temor, celos
y sentimientos de culpa. “Mientras haya
miedo no hay amor. Una mente dominada por el sufrimiento jamás lo conocerá;
sentimentalismo y emotividad no tienen nada que ver con el amor”,
afirmaba el místico indio.
Lo
contrario es el desapego, que tiene un sentido liberador y positivo; está
relacionado con el disfrute de las cosas sabiendo que son transitorias, con
desarrollar un estilo de vida fundamentado en la independencia emocional.
Riso escribe en su libro —de reciente publicación— Desapegarse sin anestesia (editorial Océano), que desapego no
significa falta de compromiso con lo que uno hace; “comprometerse
no es esclavizarse ni venderse al mejor postor”.
Los
especialistas de Ekhia, Centro de Psicoterapia
y Desarrollo Humano, comentan que el placer y el sentido de comodidad se
mezclan para crear una súper droga de alta adicción que puede tener como
efectos un sentimiento de bienestar, tranquilidad, diversión, engrandecimiento
del ego a través de la pareja, confianza, compañía, soporte, apoyo emocional o
simplemente presencia física.
¿A qué nos
hacemos adictos, a qué nos apegamos en una relación amorosa?
A
la
seguridad
y/o protección que nos brinda la pareja; es el apego más resistente,
pues se busca la supervivencia, no el amor o el placer.
A
la
estabilidad:
se prefiere un mal matrimonio que una buena separación, porque nos da miedo el
abandono.
A
las manifestaciones
de afecto: pedir mimos, arrumacos, apapachos tiene como objetivo
sentirse amado, pero es diferente que nos las den por gusto a que las exijamos
como una obligación.
Al
bienestar,
la tranquilidad, la comodidad, la camaradería diaria, el apoyo económico,
moral, la educación de los vástagos (Roger le dice a Don, en la
serie Mad Men: “¿Por
qué seguimos casados después de veintitantos años con mujeres que no amamos?
Supongo que por los hijos”).
Para
comenzar a cultivar el desapego emocional, Walter Riso nos da algunos puntos de
reflexión: "no
debes estar donde no te quieren o te hacen daño; la abstinencia es un
sufrimiento útil que ayuda a desapegarte; quítale el poder a las necesidades
irracionales; acepta lo peor que pueda ocurrir; ten confianza en ti mismo; ten
sin poseer; confirma que nada es permanente; déjalo ir".
Reconocerse
a uno mismo como adicto al amor no es agradable porque muchas veces llegamos a
esa conclusión cuando sentimos un insoportable dolor tras alguna pérdida o
comprendemos que estamos esclavizados a una persona o situación que no nos
gusta. Para prescindir de la adicción emocional a otra persona es necesario,
también, afrontar la supresión del resto de adicciones paralelas: a los momentos
emocionales intensos, al entusiasmo, a la ayuda económica, a la compañía.
Lograr superar estas dependencias es el primer paso, pues al conseguirlo será
más sencillo trabajar con la codependencia.
Como
sucede con cualquier adicción, para desapegarse es necesario pasar por un
periodo de abstinencia, que inicia al distanciarse de la pareja. Pero, ojo,
distanciarse de la relación no significa necesariamente separarse o pedir el
divorcio, tampoco que los miembros de la pareja eliminen cualquier contacto
entre sí. En el Centro de Psicoterapia y Desarrollo Humano recomiendan “tratarse el uno
al otro de forma agradable y dedicarse cada uno a sus propios asuntos, a su
propio proceso y no criticar o tratar de mejorar el camino del otro”.
Este alejamiento tendría que servir para ver al o la compañer@ de una forma
realista, asumir la responsabilidad del propio crecimiento personal, centrarse
en encontrar soluciones a los problemas personales, para después hablar con él
o con ella sobre aquello que involucra a ambos.
En esta etapa de
recuperación es importante trabajar con la autoestima pero también con el ego. No somos necesarios para
nadie, ni nadie es necesario para uno. Dice Riso que para acabar con los apegos
"es
necesario sacar a flote las fortalezas personales, entender cuáles son nuestros
sueños aparentemente irrealizables y saber por qué no los hemos llevado a cabo".
Una
de las prácticas de desapego que ofrece el psicólogo me parece la base de toda
relación afectiva sana: tendríamos que comprender que los otros nos acompañan en el camino de la
vida, pero no los poseemos ni nos poseen. “La posesión no sólo te quita tiempo y
energía, también te hace emocionalmente más frágil a los ataques externos”.
Esto aplica en la pareja pero también en los hijos; pensando en ello, recordé
un escrito de Khalil Gibrán que dice:
“Tus
hijos no son tus hijos.
Son los hijos e hijas del anhelo de la vida.
Vienen
a través de ti, pero no de ti
y,
aunque están contigo, no te pertenecen.
Puedes
darles tu amor, pero no tus pensamientos,
pues
tienen los suyos propios.
Puedes
albergar sus cuerpos, pero no sus almas,
pues
sus almas habitan en la casa del mañana,
que
tú no puedes visitar ni siquiera en sueños”.
Es necesario que
al terminar una relación amorosa, se reflexione al respecto y se trate de vivir
en el desapego, tanto emocional como material. Una separación debe ser una gran
enseñanza, no únicamente un alivio, una obligación moral o social,
un acto legal o un acontecimiento sin importancia. Si recapacitamos al respecto
después de una separación, la relación con nuestra siguiente pareja será mucho
más rica, placentera, inteligente, armoniosa, divertida, amorosa. En pocas
palabras, será una relación sana que nos hará crecer y ser felices. Porque de
eso se trata vivir, ¿no?
me encantó, gracias
ResponEliminaGracias a ti Verónica por tu comentario!. Un beso!
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