El
estilo de vida que propone (o impone) la sociedad en la que vivimos no conduce
a la salud mental, al bienestar ni a la felicidad. Al menos, esta es la tesis
que parece desprenderse del estado de la sanidad psiquiátrica en los países
occidentales: incremento exponencial de la depresión, la ansiedad y el estrés.
Y también del siempre silenciado suicidio.
Vivimos inmersos
en la cultura de la hipervelocidad, en la que nunca hay tiempo para asimilar y
asentar correctamente las experiencias que acumulamos día a día. Así, esta descarga emocional
que no encuentra una vía de escape acaba por ser reprimida y sustituida, muchas
veces, por falsas necesidades. Aquí es donde el consumismo entra en escena, a
ritmo de impulso:
¿cuántas veces consumimos sexo, comida, cine, televisión, música con el único
objetivo de evadirnos? Y más importante, ¿cómo nos sentimos cuando se desvanece la
eufórica satisfacción que ese consumo nos ha provocado?
Los
expertos en psicología y coaching afirman que, tras el alivio momentáneo del
malestar, suele regresar la sensación de vacío, síntoma inequívoco de
frustración existencial. Si bien el camino marcado por la sociedad nos arrastra
a la denominada “normalidad”,
ésta no suele conducir a la felicidad. Y es que nos han enseñado a buscar en el exterior
todo aquello que sólo podemos hallar dentro de nosotros mismos.
LA NORMALIDAD COMO SÍNTOMA
“Cada vez que se encuentre del lado de la mayoría, es tiempo de
hacer una pausa y reflexionar”, Mark
Twain
Cuando
llegamos a una cierta edad, lo “normal”
es que nos establezcamos en un trabajo fijo, nos dediquemos a buscar piso y
vendamos unos 20 o 30 años de nuestro tiempo a un banco cualquiera en aras de
una hipoteca. En el caso de que tengamos pareja y llevemos un cierto tiempo de
relación, lo “normal” es que nos
casemos. Y más adelante, lo “normal”
es que tengamos hijos. Al fin y al cabo, lo “normal” es aquello que es general o mayoritario, que
ocurre habitualmente, por lo que no provoca extrañeza. También es
aquello que sirve de norma o regla. Y como tal, pocas veces se cuestiona.
Pero, ¿quién decide
qué es lo normal? ¿Dónde nos lleva la normalidad? Y más importante
todavía: ¿seguir
los cánones establecidos por la sociedad nos garantiza gozar de una vida plena?
Más bien no. Sin embargo, los seres humanos tendemos a resistirnos a los cambios.
Solemos tener miedo a lo diferente y a lo desconocido. Además, la falta de
confianza y de autoestima juega en nuestra contra, pues nos lleva a imitar las
conductas de la mayoría, buscando en ellas reafirmación y seguridad. Así,
muchas veces terminamos
por asumir como propios los criterios mayoritarios ”normales”, pese a que en
ocasiones no estén en consonancia con nuestros verdaderos valores y
necesidades.
Lo
cierto es que superar el condicionamiento sociocultural recibido no es un
trabajo fácil. Cuando una persona sigue los patrones de conducta establecidos
como “normales”, es aceptada y
acogida por su entorno. Incluso se considera que la salud mental consiste en
adaptarse a los parámetros convencionales de una sociedad, sin importar si
dicha sociedad está sana o enferma. Lo único que cuenta es si uno se ha adaptado.
Y cuando
alguien opta por vivir sin ajustarse el rígido corsé de la normalidad,
renunciando a diluirse en la conducta mayoritaria, se le suele tachar, como
poco, de “raro”.
EL CORAJE DE SER UNO MISMO
“Se ríen de mí porque soy diferente; me río de ellos porque son
todos iguales”, Kurt Cobain
Salirse
del camino establecido suele ser motivo de ridiculización y mofa. Sin embargo,
es más sencillo caminar por la avenida que transita todo el mundo que iniciar
una travesía en solitario, tomando las riendas de nuestra vida y siendo
coherentes con lo que verdaderamente queremos hacer. Y es que sólo podemos encontrar la
dirección (nuestra dirección) escuchándonos y siguiendo los dictados de nuestra
intuición.
La normalidad es
el camino de la comodidad y el conformismo. Y aunque tiene sus ventajas, el precio a pagar
es alto. Cada uno de nosotros nace con una semilla única y diferente a todas
las demás, cuyo potencial sólo florece al seguir nuestro propio camino en la
vida. De ahí la importancia de tener el coraje de ser nosotros mismos,
desmarcándonos de los parámetros impuestos, que por lo general limitan y
sepultan nuestra autenticidad.
Y
es que lo establecido, lo convencional, lo conservador, lo viejo, lo de siempre
y, en definitiva, lo “normal”, es una posición
existencial antinatural, puesto que todo está en continuo cambio y evolución. Así,
para sanarnos de la patología de la normalidad hemos de ser honestos con nosotros mismos y
tener el valor suficiente para convertirnos en la persona que podemos llegar a
ser. Hoy es un buen día para dar el primer paso…
En clave de coaching
¿Qué peso tiene lo que piensan
los demás en tu toma de decisiones?
¿Qué sientes si no cumples sus
expectativas?
¿Qué pasaría si decidieras
seguir tu propio camino?
Libro recomendado
‘La patología de la normalidad’, de Erich Fromm (Paidós)
Algunas reflexiones más sobre la "normalidad" : http://jordireviriego.blogspot.com.es/2012/03/somos-normales.html
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