Saber a qué distancia debemos estar del otro en cada momento y
situación es una habilidad muy a tener en cuenta. En una relación, en una
amistad, en el trabajo. Para no agobiar, pero tampoco para pecar de frialdad.
No es bueno para las relaciones estar siempre cerca, produce un
sentimiento de asfixia que desgasta mucho.
Juan
y Marta trabajan juntos desde hace casi cinco años. Desde hace dos, comparten
despacho. Hace unas semanas, Marta pasó varios días sin acudir al trabajo.
Cuando Juan preguntó por ella, una compañera le contó que su madre había
empeorado y la habían tenido que ingresar.
-¿Empeorado? -preguntó Juan.
-Sí, el tratamiento no
le está haciendo el efecto que esperaban...
No
se atrevió a preguntar más para no evidenciar que, a pesar de tenerla enfrente
ocho horas al día, no tenía ni idea de que la madre de su compañera estuviera
enferma.
Clara
y Sonia también trabajan juntas. Toman el café juntas, comen juntas la mayoría
de los días y van al gimnasio juntas. Lo saben todo la una de la otra. Sonia se
acaba de separar y lleva varios meses apoyándose en Clara. Como está sola y se
siente sola, le acaba de proponer que pasen las vacaciones juntas. Clara no
sabe cómo sacársela de encima. Le ha contado en una de sus muchas charlas que
está iniciando una nueva relación, pero Sonia no se da por enterada.
Es
difícil encontrar la distancia ideal en una relación: si nos mantenemos
demasiado lejos, se enfría. Si nos mantenemos excesivamente cerca, se quema. Nuestra intuición (y
una cuidadosa observación de las señales que recibimos) es crucial para saber
cuándo tenemos que aproximarnos y cuándo conviene distanciarnos, porque toda
relación precisa un equilibrio, y este equilibrio se rompe cuando nos situamos en la
distancia equivocada.
NIVELES DE UNA RELACIÓN
"Vivir sin confiar en nada ni en nadie es no vivir" (Francesc Torralba)
Mantenerse a una distancia excesiva de los demás impide crear confianza, y sin confianza no se puede construir una sólida relación. Hay gente que, por prudencia, se mantiene a una gran distancia psicológica de los otros, en una cómoda zona de protección. Son reacios a compartir información personal y a implicarse emocionalmente en los problemas de los demás. Ciertamente, no sufrirán grandes traiciones con esta actitud, pero tampoco desarrollarán grandes relaciones. La clave para acercarse al otro está en la apertura, es decir, en la capacidad de compartir nuestras experiencias y, sobre todo, nuestras emociones. Si nos limitamos a hablar del mundo, de los demás o del trabajo, poca complicidad generamos y poca confianza construimos.
Crecemos en
interrelación con los demás, y esta interrelación exige poner de nuestra parte; si no somos capaces de trascender la
conversación tópica, si no somos capaces de hablar de nosotros, de nuestros
sentimientos y de nuestras emociones, si no somos capaces de interesarnos por
el otro, nos abocamos a una relación superficial, que tal y como ha nacido va a
morir y que no nos aportará, como personas, ningún valor. Y si lo que quiero es
que el otro se abra, se acerque a mí, poco voy a conseguir exigiéndoselo. Solo
puedo hacer una cosa, que es predicar con el ejemplo: abrirme yo, y esperar que el otro siga mi
camino.
Por el
contrario, muchas veces se asume en una
relación que cuanto más cerca, mejor. Y no necesariamente es así. El otro extremo, la
proximidad permanente, es sin duda también nocivo para la relación. Por un
lado, porque no respeta los espacios de intimidad del otro, unos espacios que,
siendo distintos para cada persona, nos son absolutamente necesarios a todos.
Y por otro lado, porque desde la proximidad excesiva acabamos perdiendo la
perspectiva de las cosas. Lo vemos todo exactamente como lo ve el otro, y no
podemos aportar puntos de vista que le ayuden.
No es bueno para las
relaciones estar permanentemente cerca. Se produce un sentimiento de asfixia
que desgasta rápidamente la relación y que provoca la necesidad psicológica de
"poner tierra de por medio". Como decía un maestro que tuve, "lo importante es que la puerta de tu casa esté
abierta, no que siempre tengas a la gente dentro".
NADA FIJO
"No hay
absolutos para algo tan relativo como la vida humana". (Hugh Prather)
Personas distintas pueden sentirse cómodas
con distancias distintas. Incluso se puede querer, en
determinados momentos, mayor o menor distancia de la que habitualmente tenemos
con alguien. Hay
una idea de dinamismo en la distancia, de saber aproximarse cuando toca y
retirarse cuando conviene. De no tomar la distancia como un nivel
fijo. Así
como hay que evitar los excesos de prudencia, hay que evitar también los de
confianza.
Una determinada proximidad
no es una conquista. Indica que somos capaces de llegar a ese nivel de
profundidad. Pero hemos de hacerlo cuando ambos lo creamos oportuno o las
circunstancias lo requieran, no de forma permanente. ¿Y cómo
podemos gestionar adecuadamente la distancia ideal? La clave está
en los signos que recibimos del otro, que son siempre suficientemente
elocuentes, unos signos que muchas veces los podemos leer simplemente en el
lenguaje no verbal. Si observamos con atención, basta un instante muy pequeño
para leer en los ojos del otro que invadimos su espacio de intimidad, o que nos
quiere a su lado.
Pero todos estos signos nos
pasarán desapercibidos si no somos capaces de prestar atención de verdad. Como
afirma Krishnamurti, la atención es
un estado de caer en la cuenta de todo. Para él, prestar atención "es como
vivir con una serpiente en un cuarto; espías cada uno de sus movimientos;
afinas mucho, muchísimo, el oído para notar el mínimo ruido que haga". "Este estado de atención es energía
total", concluía.
Es importante, pues, no asumir patrones fijos
de comportamiento y estar muy pendientes de los signos que nos transmite
nuestro entorno. Ser capaces de captar cuándo estamos de más o cuándo nos
necesitan muy cerca.
Una reflexión última para subrayar que la
distancia física no coincide con la psicológica. Me separan 120 millas de mar
de mi mejor amigo, pero es la primera persona a la que acudo, aunque sea vía e-mail,
cuando ocurre algo trascendente en mi vida. Quizá porque nuestra relación
está construida sobre las sólidas bases de la amistad adolescente, quizá porque
tiene el valioso don de saber exactamente a qué distancia situarse en cada
momento. El caso es que la distancia física no ha marcado ninguna diferencia
en la calidad y el valor de nuestra relación.
Tener a
alguien cerca o sentirlo cerca son cosas distintas. Podemos sentir a años luz
a quien tenemos al lado, y podemos sentir a nuestro lado a quien no hemos
visto en mucho tiempo.
DAR Y RECIBIR
Las relaciones requieren además un equilibrio entre lo que das y lo que te
dan, entre ofrecer y recibir.. Cuando, aun en la máxima proximidad,
en una relación uno siempre da y otro siempre recibe, la relación no funcionará.
Para quien siempre recibe, segenerará una patológica dependencia. Para quien siempre
da, el desgaste desembocará, tarde o temprano, en crisis.
DISTANCIA DE PELICULA
La película 'Pequeñas mentiras sin importancia;
dirigida en 2010 por Guillaume Canet e interpretada por Frangois Cluzet y
Marion Cotillard, explora los límites que son funcionales o disfuncionales en
el contexto de una relación de amistad.
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