El
tiempo de ocio es un preciado tesoro para cualquier ser humano. Tras cinco días
de intensa actividad laboral, el fin de semana se vislumbra como un oasis. Es
un espacio conquistado con esfuerzo. Pero cuando llega el momento de
disfrutarlo, ¿en
qué lo invertimos? La mayoría nos dedicamos a realizar un sinfín de
actividades que prometen, de un modo u otro, lo que coloquialmente se conoce
como “diversión“.
Las
opciones son de lo más variadas, aptas para todos los gustos. Y por lo
general, tienen como denominador común el verbo hacer. En
consonancia con la sociedad acelerada de la que formamos parte, llenamos
nuestro tiempo libre consumiendo entretenimiento, es decir, haciendo cosas. De
este modo intentamos zafarnos del molesto aburrimiento. Aunque, pese a nuestro
empeño, no siempre lo logramos.
No
en vano, el
aburrimiento es un síntoma que indica que algo no marcha bien en nuestro
interior. Puede surgir en cualquier contexto, situación o compañía,
y suele ser el preludio de una paulatina y tediosa sensación de vacío. Y ya sea
por miedo o inseguridad, en vez de enfrentarnos a ese malestar solemos optar por
seguir haciendo. Así es como convertimos la diversión en evasión,
posponiendo al máximo el momento de enfrentarnos a nosotros mismos y
preguntarnos:
¿de qué estamos aburridos? O dicho de otro modo, ¿qué necesidad tenemos de
entretenernos?
LA CULTURA DEL ENTRETENIMIENTO
“La huida no ha llevado a nadie a ningún sitio”, Antoine de Saint-Exupéry
La
cultura del entretenimiento en la que vivimos inmersos deja poco espacio para
la reflexión. Así, un día cualquiera, tras una intensa jornada laboral,
decidimos que no nos apetece pensar en nada. Y la incomodidad que a veces nos
genera el estar a solas con nosotros mismos nos lleva a acomodarnos en el sofá
y a narcotizarnos con las imágenes que fluyen ininterrumpidamente a través del
televisor. Otras veces, al llegar el fin de semana, optamos por abandonarnos a
la inalterable inercia de escapar de la realidad mediante el consumo de alcohol
y el uso y abuso de otro tipo de drogas.
Pero, ¿por qué
tenemos esta tendencia a huir de nosotros mismos y de nuestra realidad?
Probablemente, porque entrar en contacto con el aburrimiento y con el vacío nos
lleva a conectar con nuestros miedos, inseguridades y dolor reprimido. Sin
embargo, también nos ayuda a hacernos conscientes de nuestras verdaderas
necesidades, que solemos obviar en nuestra eterna búsqueda de satisfacción
inmediata. Estamos
tan acostumbrados a hacer que nos asusta parar y dedicar tiempo a escucharnos.
Nos
han vendido que el dolor, el sufrimiento y la incomodidad desaparecen en cuanto
el entretenimiento entra en la ecuación, pero la realidad es que sólo quedan sepultados.
Y para evitar que vuelvan a emerger, seguimos cumpliendo los dictados de la
cultura del entretenimiento, apostando por el placer momentáneo que proporciona
la evasión. Eso sí, por el camino dejamos en un segundo plano el gozo que
proporciona la verdadera diversión. La diferencia entre ambas radica en la
actitud con la que se vive la experiencia: mientras que la diversión es un fin en sí mismo, la
evasión es sólo un medio para escapar del malestar.
DIVERSIÓN SANA Y SOSTENIBLE
“El que conoce el arte de vivir consigo mismo ignora el
aburrimiento”, Erasmo de
Rotterdam
La
huida y el autoengaño no son sostenibles. Son el problema, no la solución. Por mucho que
intentemos llenar el vacío con más y más dosis de evasión, nunca tendremos
suficiente. Y
es que la única manera de lograr un bienestar interno duradero es
enfrentándonos a nuestro malestar. A fin de cuentas, el encuentro
con nosotros mismos, con nuestra realidad interior -sea la que sea-, es
ineludible e inevitable.
Así,
para detener la inercia que nos mueve a vivir en la hiperactividad, es imprescindible
aprender a estar a gusto y cómodos con nosotros mismos. Y para lograrlo, hemos de asumir
y aceptar lo que sentimos y experimentamos en cada momento. Este
ejercicio de honestidad es el primer paso para dejar de hacer y comenzar a ser.
Sólo así entraremos en contacto con la verdadera diversión, que nace de la
capacidad de asombro y deleite ante las cosas sencillas de la vida.
Una
vez abandonamos el alivio temporal que nos proporciona la evasión y nos
comprometemos a cultivar nuestro bienestar interno, tomamos consciencia de que conectar con la
diversión que nos llena de alegría sólo depende de nuestra actitud.
Y es que la auténtica diversión que
es sana y sostenible- no se compra ni se vende. Y tampoco convive con el aburrimiento y la
superficialidad: supone libertad, imaginación y creatividad. Hoy podemos hacer
una nueva elección: ¿diversión o evasión?
En clave de coaching
¿Qué
necesidad tienes de entretenerte?
¿Qué
consigues mediante la evasión?
¿Qué
le falta a este momento para que sea pleno?
Libro recomendado
‘El
poder del ahora’, de Eckhart Tolle (Gaia Ediciones)
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada