El director de cine Woody AIlen sostiene que el 90%, del éxito
se basa simplemente en insistir. Y un refrán chino dice: si caes siete veces,
levántate ocho.
Muchas
pruebas se interponen en nuestro camino; y muchas veces tenemos la tentación de
tirar la toalla. Según el coaching,
cada vez más de moda, el fracaso no existe: existen resultados no logrados.
Si lanzamos la toalla, se terminó el viaje; aunque siempre podemos visualizar
un nuevo destino, con un nuevo rumbo.
De
eso, de cambiar
el rumbo -no el destino- se trata,-según el gurú norteamericano Anthony Robbins, quien compara
cualquier propósito a un viaje en barco: si el viento no nos es favorable, o
nos encontramos con un temporal, podemos modificar el rumbo. No el destino.
Quizá tardaremos más, pero al final llegaremos
En
su libro Despertando al gigante interior (Debolsillo) lo deja bien
claro: «Mantente comprometido con tus decisiones,
pero mantente flexible en tus estrategias».
Me
llamó la atención la historia que cuenta de Soichiro Honda, fundador de la empresa que lleva su nombre. Es una
historia difícil de olvidar. «Al igual que
otras compañías», dice Robbins, «Honda
Corporation empezó con una decisión y un deseo apasionado de producir un
resultado».
En
1938, cuando todavía estaba en la escuela, el señor Honda invirtió sus ahorros
en un taller que le sirviese para desarrollar su concepto de un aro de pistón.
Deseaba venderlo a la Toyota Corporation. Trabajaba día y noche. Dormía en el
taller. Incluso empeñó las joyas de su esposa. Cuando completó los aros de
pistón, Toyota le dijo que no cumplían los niveles de calidad.
Perseveró.
Según Robbins, «en lugar de enfocar la atención sobre el
dolor de la experiencia, decidió continuar enfocándola sobre su objetivo. Pero
cambió sus métodos». Pasaron cuatro años. Finalmente, Toyota le
ofreció el contrato con el que había soñado. Pero entonces, surgió un nuevo
problema.
El
Gobierno japonés se estaba preparando para la guerra y se negó a entregarle el
hormigón que necesitaba para construir su fábrica. No tiró la toalla.
Desarrolló otra estrategia. Él y su equipo inventaron un proceso para crear su
propio hormigón. Pero, entonces, de nuevo, surgió otro problema
Durante
la guerra, la fábrica fue bombardeada. El señor Honda decidió ver la botella
medio llena. Reconstruyó la fábrica y recogió los bidones extra de gasolina que
habían desechado los aviones estadounidenses. Los denominó «regalos
del presidente Truman», porque aquella materia prima era muy
valiosa en aquel tiempo en Japón La necesitaba para su proceso de fabricación,
y le salió gratis.
Pero
entonces, un terremoto arrasó la fábrica y decidió vender su explotación de
pistones a Toyota.
BICICLETAS CON MOTOR
Acabada
la guerra, en Japón había una gran escasez de gasolina. El señor Honda ni
siquiera podía usar su coche. Colocó un pequeño motor su bicicleta. Los vecinos
le empezaron a pedir «bicicletas
motorizadas» como la suya.
Así
que decidió construir une planta para fabricar motocicletas.
Pero
surgió un nuevo problema no disponía del capital necesario Escribió una carta a
los 18.000 propietarios de tiendas de bicicletas de Japón y les convenció de la
movilidad -barata- que produciría si invento. El artilugio se convirtió en un
éxito inmediato. Incluso el emperador le recompensó. Y empezó a exportar sus
motos para venderlas a los jóvenes de Europa y de Estados Unidos.
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