El beso es parte
vital de las relaciones sociales. Desencadena una tormenta hormonal en nuestro
organismo y es clave para que vivamos en armonía.
Con un beso se
activan hasta unos 30 músculos faciales, 17 de ellos relacionados con la
lengua, se transfieren 9 miligramos de agua, otros 0,18 de sustancias
orgánicas, 0,7 de materias grasas, 0,45 de sales minerales, además de millones
de gérmenes, bacterias y microorganismos, y se queman, a lo largo de tres
minutos, unas quince calorías.
Detrás de este
gesto cotidiano muy extendido (pasaremos dos semanas de nuestra vida
besándonos) hay un universo químico muy complejo. Para el ser humano, besarse
no supone algo trivial, sino que se produce un intercambio de sensaciones y de emociones
muy profundo. Jean-Luc
Tournier, autor de la Pequeña
enciclopedia del beso, ya reconoció que “no hay acto alguno que permita una
implicación voluntaria del ser tan total como el beso”. El deseo de
besar hasta tiene un nombre científico: filemamanía. Siempre queremos más, porque el
beso es una droga natural. El cerebro es adicto a la oxitocina, que se produce cada
vez que nos besamos. Esta hormona influye en funciones básicas como
el enamoramiento, orgasmo, parto y amamantamiento, y está asociada con la
afectividad, la ternura, el tocar.
De acuerdo con
la consultora sexual británica Relate,
la liberación de endorfinas, que se produce cada vez que juntamos nuestros
labios con la pareja, combate el desánimo y evita caer en la depresión. Porque el beso,
antes que nada, es placer. La posición fisiológica de la boca hace
que esta sea, de entre todos los órganos erógenos que tiene nuestro cuerpo, la
que está situada más cerca del cerebro, el centro donde se producen las
sensaciones y las emociones. Para tener una idea: las terminaciones nerviosas que se
activan en el beso involucran el tamaño de un área cerebral, la que controla la
boca, más grande que la relacionada con los genitales.
Según un
estudio de la Universidad de Viena,
cuando cerramos los ojos y fundimos nuestros labios con nuestra pareja en un
abrazo apasionado, las pulsaciones cardiacas suben de 60 hasta 130 por minuto,
se libera adrenalina, baja la tasa de colesterol y al intercambiarse bacterias,
se refuerza el sistema inmunitario. ¡Guau!
Pues sí. Vivimos mejor y
vivimos más gracias al beso. El investigador alemán Arthur Sazbo, de la Universidad Wilfrid
Laurier de Ontario, en Canadá, sostiene la idea de que las parejas que se
despiden con un beso antes de irse a trabajar tienen menos absentismo laboral,
menos accidentes de tráfico, ganan un 25% de dinero más y su esperanza de vida
se alarga cinco años. ¿La explicación? Los que empiezan el día con un beso lo hacen con una actitud
más positiva y más energía vital. Sí, besar significa cuidarse en
salud. Cuando una madre besa a su bebé absorbe algunos gérmenes del pequeño
pero al mismo tiempo estimula la producción de sus defensas.
También es
cierto que cuando besamos no lo hacemos pensando en las hormonas. El beso tiene
un significado para el ser humano que se remonta a tiempos muy antiguos. Al
parecer, la costumbre tiene su origen en ciertas sociedades prehistóricas, en
las que las madres alimentaban a sus bebés dándoles con la boca los alimentos
ya masticados. Otras teorías sostienen que el beso es una prolongación de la
lactancia. Sea lo que sea, el beso ha desempeñado varios papeles en el curso de
los siglos. El estudioso Yannick Carré,
autor del libro El beso en la boca durante
la edad media, explica que en esa época “a partir del beso se podían explicar hasta los cambios
que se producían en política, en religión y en el sistema de valores”.
Su importancia era considerable: tenía el valor de un contrato. De hecho, para
sellar el juramento de fidelidad mutua entre el señor y su vasallo, ambos se
daban un beso en la boca.
En la actualidad, el beso tiene sobre todo un poder terapéutico
y psicológico. “Es una demostración de cariño, de amor, de respeto, de
amistad. Con un beso se comunican muchísimas cosas”, comenta Francesca Albini, autora del libro Bacioterapia. Según Desmond Morris, autor de Innate
behaviour, “a
través del beso los amantes desarrollan una mayor propensión a crear lazos
fuertes, lo que incluye el deseo de formar una familia”. Parece
fuera de dudas que esta combinación de estado sólido (el tacto), líquido
(saliva) y gaseoso (aliento) es una herramienta de interacción social poderosa.
Un estudio de la Universidad de Albany de Nueva York publicado en Evolutionary Psychology demuestra que
tanto para la mujer como para el hombre el primer beso es clave para continuar la relación.
Un filtro esencial. “Podría haber mecanismos en el subconsciente que detectan
alguna incompatibilidad de tipo genético”, afirman los investigadores.
Besar sería un
poco como hacer una selección natural de la especie. Besar no lleva al éxito.
Pero besar mal con toda seguridad lleva al fracaso. El 58% de los hombres y el
66% de las mujeres encuestadas admitieron que pusieron fin al romance… ¡sólo después
del primer beso! El profesor Alain
Montadon, autor de un libro muy documentado titulado El beso: ¿qué se esconde tras este gesto cotidiano? (ed. Siruela),
explica que “el
deseo de besar no se produce si no se alcanza un acuerdo con el olfato. El olor
de la piel es o bien muy atrayente o muy repulsivo”.
Sin embargo,
el hombre y la mujer atribuyen al beso un matiz distinto. Ellos besarían esencialmente para ganar
los favores sexuales de su pareja. Para ellas, en cambio, el besar sería una
manera de valorar el grado de compromiso del hombre en la relación que pueda
surgir. Según el mencionado estudio de la Universidad de Nueva York,
las mujeres valorarían el aliento, el sabor y hasta la salud de los dientes. En
particular, la potente antena femenina del olfato, recuerda Gordon Gallup, uno de los
investigadores, se potenciaría sobre todo durante la ovulación. Como
consecuencia, las chicas estarían menos dispuestas a tener relaciones sexuales
con alguien que no sabe besar o simplemente cuyo beso no encaje con sus
preferencias sensoriales y emotivas.
En el otro
frente, ellos se fijarían más, en el momento de besar, en el atractivo del
rostro de su pareja, la apariencia de su cuerpo y hasta en su peso. Asimismo,
parece que el nivel de exigencia de los chicos es más bajo: más de la mitad de
los hombres encuestados afirmó que tendría relaciones sexuales con una mujer
sin pasar por el beso. En las mujeres, este porcentaje bajaba al 14%. No hay
que olvidar que muchas prostitutas no besan: atribuyen a este gesto un valor
íntimo superior incluso al coito. De ahí la pregunta clave: ¿en la
actualidad le damos al beso la importancia que se merece? Pues no
del todo. Pese a todos los beneficios que hemos citados, es una práctica que
algunos se atreven a cuestionar o más bien olvidar. Eduardo Brik, psicólogo y expresidente de la Asociación Madrileña
de Terapia de Pareja, afirmaba que: “Se habla a
diario de orgasmos y posturas sexuales, pero hemos olvidado el arte de besar.
Se ha perdido romanticismo”.
Pere
Font,
director del Institut d’Estudis de Sexualitat i la Parella de Barcelona (ISEP),
señala en particular como los adolescentes hoy en día “se saltan la fase previa del erotismo”.
Miren Mirrazabal, directora del
Instituto Kaplan y presidenta del comité científico del X Congreso Español de
Sexología, reconoce que “antes las caricias y los besos se prolongaban más, así
como los juegos eróticos. Ahora ha cambiado mucho –añade–. Los adolescentes
adelantan el coito y se ha reducido el tiempo de la seducción, todo se hace más
de prisa”.
No es sólo un
problema que afecte a los más jóvenes. Las parejas de adultos, casados desde
hace años e inmersos en la rutina, tampoco prestan demasiada atención al beso. “Todos nuestros
pacientes dicen que respetan el beso y las caricias, que tienen importancia,
pero la realidad es distinta. Si el coito dura en promedio entre 15 y 30
minutos, no nos queda mucho tiempo para el resto. Con el tiempo, junto al cortejo, el beso va desapareciendo”,
alerta Mirrazabal. Esta experta reconoce que “hasta hace poco, este aspecto era incluso
un tema prácticamente olvidado entre los expertos en salud sexual. Ahora los
profesionales hacemos talleres de seducción para volver a recuperar el placer
del beso y la importancia del mundo
emocional en la relación de pareja”.
Pues bien, ha llegado la
hora de redescubrir el ritual del beso. Francesca Albini no cree que “este gesto esté en una etapa de crisis. El beso social,
el de los dos o tres o uno como forma de saludo está en aumento. Incluso en la
City de Londres existe la costumbre de besarse entre hombres para saludarse”,
asegura. En cuanto a la pareja, la mejor manera para luchar contra el tedio es encontrar
tiempo para el beso. Pere
Font admite que suele haber un desencuentro entre deseo y seducción. “Para la mujer lo divertido es lo que pasa antes; para el
hombre, lo que ocurre durante”. Pero precisamente por ello, el
beso desempeña un papel clave. “El hombre y la
mujer son dos motores que van a diferentes velocidades: el beso es el punto de
equilibrio, los sincroniza”. Anímense. Bésense.
Vivir
sin besarse
El 10% de la
población mundial, ubicada en algunas zonas de África, América, Oceanía y
Australia (la friolera de 650 millones de personas), según una reciente
estimación de la Universidad de Bochum en Alemania, no se besa. Hasta bien
entrados en el siglo XX, algunas tribus de Finlandia consideraban el besar como
algo indecente. Y en algunas regiones de China durante mucho tiempo se veía
besarse en la boca como algo horrible. Hay alternativas. En Mongolia, los
padres no besan a sus hijos, pero les huelen la cabeza. En el beso esquimal,
practicado en el Ártico, no se utilizan los labios, sino que se frotan las
puntas de las narices de las dos personas.
En pleno siglo
XXI, el beso sigue estando prohibido. En el estado de Maryland, en EE.UU., no
es legal besar a nadie en la calle durante más de un segundo, tiempo que se
amplía a cinco minutos en el estado de Iowa y se reduce, de nuevo, hasta los
tres minutos en Rhode Island. Y en Wisconsin, el beso con lengua está
formalmente prohibido por la ley.
El beso, en
todo caso, parece un invento reciente. No hay ninguna referencia al beso tal y
como lo conocemos en cavernas prehistóricas, en el arte mesopotámico o egipcio.
Las primeras descripciones aparecen en la Biblia, con unas 40 alusiones en el
Nuevo Testamento.
Tipos
de besos
Según el
Kamasutra, existen hasta 30 formas diferentes de besar. A su vez, los romanos
solían distinguir entre tres clases de besos: los oscula, que eran los amistosos. Los vasia, besos propios del afecto y del amor y finalmente los suavia, los besos característicos de la
pasión carnal. Como forma de saludo, varía según las culturas. En España nos
intercambiamos dos besos, uno en cada mejilla. En Brasil, la gente se besa dos
veces sólo entre parientes. En Bélgica, en Luxemburgo, en los Países Bajos o
Serbia, los besos que se dan para saludarse suelen ser tres. En algunos países
como Argentina o Italia, los hombres se besan en la mejilla, una práctica que
en otros países no está bien vista o incluso asociada a la homosexualidad. En
Rusia y en los antiguos países soviéticos, hasta la caída del Muro era práctica
común que los altos cargos políticos se besaran en la boca.
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