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diumenge, 28 d’octubre del 2012

LA QUÍMICA DEL BESO. La Vanguardia.

El beso es parte vital de las relaciones sociales. Desencadena una tormenta hormonal en nuestro organismo y es clave para que vivamos en armonía. 
Con un beso se activan hasta unos 30 músculos faciales, 17 de ellos relacionados con la lengua, se transfieren 9 miligramos de agua, otros 0,18 de sustancias orgánicas, 0,7 de materias grasas, 0,45 de sales minerales, además de millones de gérmenes, bacterias y microorganismos, y se queman, a lo largo de tres minutos, unas quince calorías.
Detrás de este gesto cotidiano muy extendido (pasaremos dos semanas de nuestra vida besándonos) hay un universo químico muy complejo. Para el ser humano, besarse no supone algo trivial, sino que se produce un intercambio de sensaciones y de emociones muy profundo. Jean-Luc Tournier, autor de la Pequeña enciclopedia del beso, ya reconoció que “no hay acto alguno que permita una implicación voluntaria del ser tan total como el beso”. El deseo de besar hasta tiene un nombre científico: filemamanía. Siempre queremos más, porque el beso es una droga natural. El cerebro es adicto a la oxitocina, que se produce cada vez que nos besamos. Esta hormona influye en funciones básicas como el enamoramiento, orgasmo, parto y amamantamiento, y está asociada con la afectividad, la ternura, el tocar.
De acuerdo con la consultora sexual británica Relate, la liberación de endorfinas, que se produce cada vez que juntamos nuestros labios con la pareja, combate el desánimo y evita caer en la depresión. Porque el beso, antes que nada, es placer. La posición fisiológica de la boca hace que esta sea, de entre todos los órganos erógenos que tiene nuestro cuerpo, la que está situada más cerca del cerebro, el centro donde se producen las sensaciones y las emociones. Para tener una idea: las terminaciones nerviosas que se activan en el beso involucran el tamaño de un área cerebral, la que controla la boca, más grande que la relacionada con los genitales.
Según un estudio de la Universidad de Viena, cuando cerramos los ojos y fundimos nuestros labios con nuestra pareja en un abrazo apasionado, las pulsaciones cardiacas suben de 60 hasta 130 por minuto, se libera adrenalina, baja la tasa de colesterol y al intercambiarse bacterias, se refuerza el sistema inmunitario. ¡Guau!
Pues sí. Vivimos mejor y vivimos más gracias al beso. El investigador alemán Arthur Sazbo, de la Universidad Wilfrid Laurier de Ontario, en Canadá, sostiene la idea de que las parejas que se despiden con un beso antes de irse a trabajar tienen menos absentismo laboral, menos accidentes de tráfico, ganan un 25% de dinero más y su esperanza de vida se alarga cinco años. ¿La explicación? Los que empiezan el día con un beso lo hacen con una actitud más positiva y más energía vital. Sí, besar significa cuidarse en salud. Cuando una madre besa a su bebé absorbe algunos gérmenes del pequeño pero al mismo tiempo estimula la producción de sus defensas.
También es cierto que cuando besamos no lo hacemos pensando en las hormonas. El beso tiene un significado para el ser humano que se remonta a tiempos muy antiguos. Al parecer, la costumbre tiene su origen en ciertas sociedades prehistóricas, en las que las madres alimentaban a sus bebés dándoles con la boca los alimentos ya masticados. Otras teorías sostienen que el beso es una prolongación de la lactancia. Sea lo que sea, el beso ha desempeñado varios papeles en el curso de los siglos. El estudioso Yannick Carré, autor del libro El beso en la boca durante la edad media, explica que en esa época “a partir del beso se podían explicar hasta los cambios que se producían en política, en religión y en el sistema de valores”. Su importancia era considerable: tenía el valor de un contrato. De hecho, para sellar el juramento de fidelidad mutua entre el señor y su vasallo, ambos se daban un beso en la boca.
En la actualidad, el beso tiene sobre todo un poder terapéutico y psicológico. “Es una demostración de cariño, de amor, de respeto, de amistad. Con un beso se comunican muchísimas cosas”, comenta Francesca Albini, autora del libro Bacioterapia. Según Desmond Morris, autor de Innate behaviour, “a través del beso los amantes desarrollan una mayor propensión a crear lazos fuertes, lo que incluye el deseo de formar una familia”. Parece fuera de dudas que esta combinación de estado sólido (el tacto), líquido (saliva) y gaseoso (aliento) es una herramienta de interacción social poderosa. Un estudio de la Universidad de Albany de Nueva York publicado en Evolutionary Psychology demuestra que tanto para la mujer como para el hombre el primer beso es clave para continuar la relación. Un filtro esencial. “Podría haber mecanismos en el subconsciente que detectan alguna incompatibilidad de tipo genético”, afirman los investigadores.
Besar sería un poco como hacer una selección natural de la especie. Besar no lleva al éxito. Pero besar mal con toda seguridad lleva al fracaso. El 58% de los hombres y el 66% de las mujeres encuestadas admitieron que pusieron fin al romance… ¡sólo después del primer beso! El profesor Alain Montadon, autor de un libro muy documentado titulado El beso: ¿qué se esconde tras este gesto cotidiano? (ed. Siruela), explica que “el deseo de besar no se produce si no se alcanza un acuerdo con el olfato. El olor de la piel es o bien muy atrayente o muy repulsivo”.
Sin embargo, el hombre y la mujer atribuyen al beso un matiz distinto. Ellos besarían esencialmente para ganar los favores sexuales de su pareja. Para ellas, en cambio, el besar sería una manera de valorar el grado de compromiso del hombre en la relación que pueda surgir. Según el mencionado estudio de la Universidad de Nueva York, las mujeres valorarían el aliento, el sabor y hasta la salud de los dientes. En particular, la potente antena femenina del olfato, recuerda Gordon Gallup, uno de los investigadores, se potenciaría sobre todo durante la ovulación. Como consecuencia, las chicas estarían menos dispuestas a tener relaciones sexuales con alguien que no sabe besar o simplemente cuyo beso no encaje con sus preferencias sensoriales y emotivas.
En el otro frente, ellos se fijarían más, en el momento de besar, en el atractivo del rostro de su pareja, la apariencia de su cuerpo y hasta en su peso. Asimismo, parece que el nivel de exigencia de los chicos es más bajo: más de la mitad de los hombres encuestados afirmó que tendría relaciones sexuales con una mujer sin pasar por el beso. En las mujeres, este porcentaje bajaba al 14%. No hay que olvidar que muchas prostitutas no besan: atribuyen a este gesto un valor íntimo superior incluso al coito. De ahí la pregunta clave: ¿en la actualidad le damos al beso la importancia que se merece? Pues no del todo. Pese a todos los beneficios que hemos citados, es una práctica que algunos se atreven a cuestionar o más bien olvidar. Eduardo Brik, psicólogo y expresidente de la Asociación Madrileña de Terapia de Pareja, afirmaba que: “Se habla a diario de orgasmos y posturas sexuales, pero hemos olvidado el arte de besar. Se ha perdido romanticismo”.
Pere Font, director del Institut d’Estudis de Sexualitat i la Parella de Barcelona (ISEP), señala en particular como los adolescentes hoy en día “se saltan la fase previa del erotismo”. Miren Mirrazabal, directora del Instituto Kaplan y presidenta del comité científico del X Congreso Español de Sexología, reconoce que “antes las caricias y los besos se prolongaban más, así como los juegos eróticos. Ahora ha cambiado mucho –añade–. Los adolescentes adelantan el coito y se ha reducido el tiempo de la seducción, todo se hace más de prisa”.
No es sólo un problema que afecte a los más jóvenes. Las parejas de adultos, casados desde hace años e inmersos en la rutina, tampoco prestan demasiada atención al beso. “Todos nuestros pacientes dicen que respetan el beso y las caricias, que tienen importancia, pero la realidad es distinta. Si el coito dura en promedio entre 15 y 30 minutos, no nos queda mucho tiempo para el resto. Con el tiempo, junto al cortejo, el beso va desapareciendo”, alerta Mirrazabal. Esta experta reconoce que “hasta hace poco, este aspecto era incluso un tema prácticamente olvidado entre los expertos en salud sexual. Ahora los profesionales hacemos talleres de seducción para volver a recuperar el placer del beso y la importancia del mundo emocional en la relación de pareja”.
Pues bien, ha llegado la hora de redescubrir el ritual del beso. Francesca Albini no cree que “este gesto esté en una etapa de crisis. El beso social, el de los dos o tres o uno como forma de saludo está en aumento. Incluso en la City de Londres existe la costumbre de besarse entre hombres para saludarse”, asegura. En cuanto a la pareja, la mejor manera para luchar contra el tedio es encontrar tiempo para el beso. Pere Font admite que suele haber un desencuentro entre deseo y seducción. “Para la mujer lo divertido es lo que pasa antes; para el hombre, lo que ocurre durante”. Pero precisamente por ello, el beso desempeña un papel clave. “El hombre y la mujer son dos motores que van a diferentes velocidades: el beso es el punto de equilibrio, los sincroniza”. Anímense. Bésense.
Vivir sin besarse
El 10% de la población mundial, ubicada en algunas zonas de África, América, Oceanía y Australia (la friolera de 650 millones de personas), según una reciente estimación de la Universidad de Bochum en Alemania, no se besa. Hasta bien entrados en el siglo XX, algunas tribus de Finlandia consideraban el besar como algo indecente. Y en algunas regiones de China durante mucho tiempo se veía besarse en la boca como algo horrible. Hay alternativas. En Mongolia, los padres no besan a sus hijos, pero les huelen la cabeza. En el beso esquimal, practicado en el Ártico, no se utilizan los labios, sino que se frotan las puntas de las narices de las dos personas.
En pleno siglo XXI, el beso sigue estando prohibido. En el estado de Maryland, en EE.UU., no es legal besar a nadie en la calle durante más de un segundo, tiempo que se amplía a cinco minutos en el estado de Iowa y se reduce, de nuevo, hasta los tres minutos en Rhode Island. Y en Wisconsin, el beso con lengua está formalmente prohibido por la ley.
El beso, en todo caso, parece un invento reciente. No hay ninguna referencia al beso tal y como lo conocemos en cavernas prehistóricas, en el arte mesopotámico o egipcio. Las primeras descripciones aparecen en la Biblia, con unas 40 alusiones en el Nuevo Testamento.
Tipos de besos
Según el Kamasutra, existen hasta 30 formas diferentes de besar. A su vez, los romanos solían distinguir entre tres clases de besos: los oscula, que eran los amistosos. Los vasia, besos propios del afecto y del amor y finalmente los suavia, los besos característicos de la pasión carnal. Como forma de saludo, varía según las culturas. En España nos intercambiamos dos besos, uno en cada mejilla. En Brasil, la gente se besa dos veces sólo entre parientes. En Bélgica, en Luxemburgo, en los Países Bajos o Serbia, los besos que se dan para saludarse suelen ser tres. En algunos países como Argentina o Italia, los hombres se besan en la mejilla, una práctica que en otros países no está bien vista o incluso asociada a la homosexualidad. En Rusia y en los antiguos países soviéticos, hasta la caída del Muro era práctica común que los altos cargos políticos se besaran en la boca.



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